Los jóvenes salieron a la calle y dijeron NO más lucro. No más verticalidad. No más tecnócratas. No más viejos desilusionados de la vida. No más statu quo. No más Portales, ni Pinochet, ni concertación.
Esas son las demandas de un movimiento que puso a la educación como epicentro ¿Y por qué la educación y no el sistema de pensiones? Porque en los procesos de formación es donde se configura la cultura del ser humano. Porque las universidades son multitiendas de títulos. Porque nuestras escuelas y liceos son cárceles. Los profesores mayoritariamente gendarmes. Los directores gerentes de supermercados. Todos con uniformes grises, corbatas, corte militar, ceño fruncido, marchas de guerra y contenidos que no hacen más que enseñar a memorizar modelos, teorías y formulas inventadas por señores ya muertos.
La joven calle comenzó a escupir a los rock star empresarios ( Luksic terminó recurriendo a tribunales para evitar bullying en tuiter) Los cabros increparon con argumentos sólidos a los viejos próceres de la social democracia (véase debate televisivo entre Pancho Figueroa y Sergio Bitar) Los sub 25 dejaron a la derecha renegando de sus principios y escondida en el armario dogmático del libre mercado (El mismísimo Jovino Novoa escribió un libro lamentando esto último)
Las peleas que no daba la democracia representativa a través de sus partidos políticos, gobiernos y parlamentarios, las comenzaban a dar miles de jóvenes en las calles. La calle como único espacio verdaderamente democrático, integrador y participativo. Para marchar no se exige pago de matricula, ni vestimenta adecuada, ni se establece una jerarquía o conducto regular. En la calle se fluye desde lo que cada cual considera y el sentido común lo determina el colectivo, no un grupo de iluminados.
En la calle los jóvenes bailaron, cantaron, danzaron, recitaron y entonces la cultura no pasó a ser un simple aderezo de la educación. En la calle nadie cuestiona demandas ni ridiculiza atuendos. En la calle se fuma marihuana, no se pide permiso, no se trata de “usted”. Y como diría Redolés: “en la calle nadie discrimina a los mapuches porque todos somos mapuches, en la calle nadie discrimina a los pobres porque todos somos pobres y en la calle nadie discrimina a los punk porque todos somos punk”.
Y así fue como la calle dejó tembleque al modelo hiper privatizador e impuso una agenda de izquierda. Si hasta la candidata con mayor opción de ganar las próximas presidenciales salió con propuestas progresistas. La calle funó a los lobistas y Eugenio Tironi llegó a decir que los suyos se tenían que ir pues ya habían dejado de soñar. Y es que las demandas de la calle no hablan de más emprendimiento ni crecimiento macroeconómico. Se pide justicia, igualdad y fraternidad. Lo anterior exaspera a los llamados tecnócratas, quienes han regado los diarios del duopolio con columnas donde alertan sobre los peligros de la joven calle ¿Como explicar a esta generación educada en USA que la vida es más que números y cálculos del FMI? La vida se mueve por sueños, ideales y también es caótica, pues su origen es el caos.
En el siglo XIX Diego Portales creaba “el peso de la noche”, frase que legitimaría la plutocracia como el mejor de los sistemas a ejercer en Chile. A partir de esta frase se contuvo a los “díscolos” y se rechazó el aporte de las mayorías, pues se les asumía poco “hábiles”. En base a esta frase se ordenó Chile. Admirando y protegiendo a los ricos y conteniendo o adormeciendo a las mayorías.
En buena hora la juventud sin miedo salió a las calles. Irrespetuosa, creativa, gritona y con un sentido común diferente. Uno que busca espantar a los vampiros portalianos, esos que cuidan la noche del nefasto y asfixiante orden establecido. Venga la joven luz a iluminar Chile. Abran las ventanas y ventilen los corazones. El peso de la calle derribó a la pesada noche. Salud!
Por Cristian Zúñiga
@planetazuniga