“El pueblo norteamericano ha votado el fin de la era anti-Bush; algunos de los elementos que han entrado en el Congreso y el Senado son peores que Bush. Sus primeras declaraciones –directas o indirectas- apuntan a llevar la guerra a Irán o Rusia. Hasta qué punto lo puedan conseguir es discutible, pero no descartable”.
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Dicho en términos más simples, la Doctrina Obama “se ha ido a garete”. Cuando el actual presidente de los Estados Unidos llegó al poder, pensaba que podía retirar parte de las tropas de Iraq y Afganistán para centrarse en un nuevo objetivo: contener y cercar a la potencia China. Esto suponía considerar problemas “regionales” lo que ocurría en Oriente Medio. “Pues no”, niega Nazanin Armanian: “Arabia Saudí, Qatar (un diminuto país en el mapa) e Israel han conseguido arrastrar a Obama y su equipo otra vez a Oriente Medio; China y Rusia están por ello muy contentos. Por eso no están moviendo un dedo para detener la reocupación y tercera guerra de Iraq”, ha afirmado en las jornadas “Acció…Reflexió…Acció” organizadas por Xarxa en Lluïta, en el Centro Social la Dàhlia de Mislata (Valencia).
Actualmente se da en el mundo una pelea entre fuerzas capitalistas, mundiales y regionales, para el reparto de las zonas de influencia. “En ningún caso se trata de una batalla progresista”, zanja la politóloga. La Tercera Guerra Mundial está, hoy, localizada. En Afganistán, Iraq, Siria, Sudán, Somalia, Libia, Mali, Nigeria, Níger…Este nuevo reparto del mundo empezó con las llamadas “primaveras árabes” (movimientos populares espontáneos en Egipto y Túnez por la democracia política y económica), y la caída de dictadores como Mubarak y Ben Ali. “Estados Unidos y sus aliados se aprovecharon y provocaron cambios; lo que sucedió después en Libia y Siria no fueron en ningún caso primaveras espontáneas”, explica Nazanin Armanian.
¿Qué sucedió en Egipto? Estados Unidos reaccionó inmediatamente y en 18 días se quitó de en medio a Mubarak. “Mucha gente comparó entonces los acontecimientos de Egipto con lo ocurrido en Irán en 1979 y la caída del Sha; la revolución iraní duró un año, mientras que las revueltas en Egipto menos de un mes; en diez días Obama adoptó cuatro posiciones diferentes; finalmente se deshizo de Mubarak para impedir que las fuerzas progresistas tuvieran más protagonismo. Y puso en el poder a los islamistas, que han sido una de las bazas del capitalismo en Oriente Medio desde principios del siglo XX”.
Después de las “primaveras árabes” llegó Libia. El siguiente episodio en el reparto de Oriente Medio. Según la articulista del diario Público, “fue un complot absoluto contra el país más desarrollado que hubo en África, por ejemplo en avances de la población femenina y con una esperanza de vida de 78 años”. Otro “complot” se produjo después en Siria. “Allí hubo un movimiento progresista, aunque minoritario, por un cambio democrático en seguida aprovechado por las fuerzas reaccionarias regionales (Israel, Arabia Saudí, Qatar, Irán y Turquía”.
En Siria el conflicto trascendió y alcanzó una dimensión internacional, entre Estados Unidos y Rusia. En Tartus (Siria), Rusia cuenta con la única base militar en el mundo fuera de sus fronteras (“perderla supondría sobre todo un golpe psicológico, ya que no tiene mucha utilidad”). A Rusia, mirando de reojo al pueblo checheno, no le interesaba la presencia de grupos islamistas en Siria. Tampoco a China. En todo caso, resume Nazanin Armanian, “Rusia y China intentaron mantener el único gobierno laico de Oriente Medio; el resto son gobiernos religiosos, semi-religiosos o teocráticos”.
El reparto global se extiende asimismo a África, de manera muy silenciosa. “Lo que están haciendo no es sólo cambiar el régimen de determinados países (esto lo podían hacer con un golpe de estado o asesinatos selectivos, como solía hacerse)”. ¿Cuál es el guión imperialista? Se procede a la destrucción de un estado vertebrado (con sus hospitales, escuelas, puentes, depósitos de agua, ejército regular) para convertirlo en un “territorio” o estado “fallido”. Pero no sólo se ha modificado la estructura de los países. También sus fronteras. Sucedió en Yugoslavia (país que ya no existe). Pero también en Sudán (hace tres años, de manera muy silenciosa). “El país más grande de África fue partido en dos”, resume la analista. “El sur de Sudán –la zona petrolífera (donde operaban las petroleras chinas)- fue ocupada militarmente por Estados Unidos e Israel; las tres primeras embajadas en abrir sus puertas fueron las de estos dos países y el Vaticano”. El resultado: “una hambruna y una guerra civil; según la ONU, al menos cien personas mueren diariamente por estos motivos”.
Tampoco existe hoy un estado en Libia, reducido a zonas semi-autónomas o principados bajo el control de paramilitares. Pueden distinguirse dos gobiernos, en Trípoli y Bengasi. Libia es un “territorio” o “país fallido”. Otro ejemplo es Iraq, un “territorio” actualmente partido en tres zonas. O Siria, donde el gobierno no posee el control de todo el país. ¿Qué instrumento se ha utilizado para el dominio de Iraq y Siria? según Nazanin Armanian, “el Estado Islámico (EI), que es un absoluto invento del Pentágono”. “Que de repente un grupo paramilitar con machetes –sin aviones, helicópteros ni tanques- ocupe una tercera parte de un país como Iraq, es algo que no ha hecho jamás ningún grupo guerrillero de la humanidad”, explica.
La conclusión es que Estados Unidos y sus aliados “han desmontado prácticamente Oriente Medio y ahora quieren montar otros países a su medida” (El 23 de septiembre de 2013 The New York Times publicó dos mapas que plasmaban el nuevo diseño de Estados Unidos para la región: cinco países se convertían en 14). Pero, según la politóloga, “el problema que tienen los pueblos de la zona es que ahora no ocurre como en la época de la URSS, donde gobiernos pequeños y grupos organizados obedecían a un campo o a otro; porque les financiaban y proporcionaban armas”. Actualmente “hay tantos gobiernos y tantos actores sociales y políticos, que nadie controla la situación; un actor neutraliza lo que hace otro”. Por ejemplo, Arabia Saudí no obedece a Estados Unidos. “Son muy amigos y muy aliados, pero Arabia Saudí odia a Obama; lo odia tanto que ha financiado a los halcones tan agresivos que han ganado el Senado”.
El eje del avispero mundial recorre Oriente Medio-Asia Central. Si se trazara un rectángulo, incluiría a los cuatro principales productores de gas del planeta (el producto energético del siglo XXI). Por ejemplo, Irán, la primera reserva gasística del mundo (por delante de Rusia tras los últimos descubrimientos). “El gas y el petróleo iraní no están bajo el control de las multinacionales occidentales, por tanto, la madre de las batallas está en Irán, aunque de momento no lo digan porque todavía hay un gobierno fuerte y una población que no está formada por grupos tribales; es una nación desde hace 3.000 años”. Por tanto, “han de ir por fases”. No pueden actuar las potencias imperiales del mismo modo que en Iraq, Afganistán o Libia.
El trasfondo de la guerra de Siria es también un conflicto de gaseoductos. Así, “la participación de Qatar en esta guerra obedece a motivos estrictamente económicos”: impedir la construcción del gaseoducto Irán-Iraq-Siria con salida al Mediterráneo, e imponer su alternativa: el gaseoducto Qatar-Arabia Saudí-Iraq-Siria (todo ello tras el descubrimiento de “South Pars”, uno de los mayores depósitos de gas del planeta). Además, hasta hace aproximadamente dos años Estados Unidos era importador neto de gas y petróleo. La situación ha cambiado por el fracking. Estados Unidos, que compraba el 40% del gas qatarí (uno de los primeros productores mundiales de gas licuado) tiene ahora otros planes, e incluso tiene previsto eliminar barreras legislativas a la exportación. Qatar ha de buscar nuevos mercados, y mira a Asia.
La situación es endiabladamente compleja y las ramificaciones llegan al conflicto de Ucrania. “Estados Unidos quiere que los europeos no compren gas ruso y que compren el suyo; Obama lo ha dicho directamente; pero para que Estados Unidos pueda sustituir a Rusia, esto sería en el mejor de los casos en 2018”. El vicepresidente de los Estados Unidos, Joe Biden, sostiene que han de cambiar las fronteras de Oriente Medio, sobre todo de Siria e Iraq, para crear países pequeños a partir de criterios como la confesión y el grupo étnico. “Esto implicaría una limpieza étnica en cada ciudad”, señala Nazanin Armanian. Joe Biden (jr), hijo del vicepresidente, es director de Burisma Holdings, una de las compañías de gas más importantes que operan en Ucrania.
A todo ello se agregan conflictos larvados que todavía enredan más el panorama. Como “la amenaza de Israel al Líbano con devolverlo a la edad de piedra; el próximo país en caer podría ser Líbano, o incluso Jordania; Israel también ha vuelto a amenazar a Irán”. “Nadie controla nada”, reitera la analista, y añade “algo muy grave que sucedió hace tres días y no ha ocupado titulares; las negociaciones nucleares entre Estados Unidos e Irán no han llegado a ninguna parte; los republicanos estadounidenses, Arabia Saudí, Israel y sus grupos de presión están presionando ahora para un aumento de las sanciones contra Irán”. Cerca del 70% del presupuesto estatal iraní depende de la venta del petróleo. Las sanciones, confían los aliados, podría generar una rebelión popular, la caída del régimen, una guerra civil y la desintegración de un país formado por 15 pueblos diferentes.
De hecho, “existe el caldo de cultivo para un conflicto étnico en Irán; por ejemplo, el Partido Democrático del Kurdistán iraní, el más veterano de los kurdos y el único que no era independentista, ahora ya lo es; en sus páginas webs están declarando la lucha armada contra el gobierno islámico de Irán, así como la unión a los kurdos de Iraq y Siria para formar un país”. Tampoco merece demasiadas líneas en los periódicos Yemen, el primer país comunista árabe en los años 70 (Yemen del Sur) y donde han podido verse, en manifestaciones, camisetas con el Che Guevara. Cita Nazanin Armanian la presencia en este país de fuerzas progresistas sólidas, con sindicatos obreros que hacen uso de consignas socialistas, comunistas, anarquistas o maoístas. El polvorín global.
Por Enric Llopis
Fuente: Rebelión