El síndrome de la división de la izquierda

La historia de los partidos políticos chilenos se caracteriza por la continua fragmentación de esas organizaciones políticas: los conservadores nacieron del quiebre del partido pelucón, a raíz de la “cuestión del sacristán”, a final del gobierno de Manuel Montt, (1856); a su vez, el Partido Conservador se dividió en la Falange Nacional y los conservadores […]

El síndrome de la división de la izquierda

Autor: Director

izquie

La historia de los partidos políticos chilenos se caracteriza por la continua fragmentación de esas organizaciones políticas: los conservadores nacieron del quiebre del partido pelucón, a raíz de la “cuestión del sacristán”, a final del gobierno de Manuel Montt, (1856); a su vez, el Partido Conservador se dividió en la Falange Nacional y los conservadores socialcristianos. Por otra parte, los liberales dieren génesis a micro-partidos, que llevaban el patronímico agregando un apellido que los definiera – el más conocido era el des liberales democráticos de Vicuña Mackenna, Balmaceda y Sanfuentes -. Posteriormente, durante los años cuarenta se gestaron varias subdivisiones del Partido Radical. También los socialistas se han balcanizado hasta hoy. Los democratacristianos se dividieron entre los años 60 y 70 dando lugar al MAPU y a la Izquierda Cristiana. Podríamos afirmar que el síndrome de los partidos políticos es la división.

Los subgrupos que surgen de los grandes partidos, en su mayoría, han tenido una existencia efímera, salvo el caso del radicalismo que tuvo su origen en la tendencia avanzada del liberalismo y sobrevive actualmente. Los conservadores clericales tuvieron una larga vida, pero murieron en 1965. A su vez, la Democracia Cristiana – nacida de la Falange – existe hasta hoy, sólo que muy debilitada -. Por otra parte, las múltiples subdivisiones del socialismo han muerto, o bien, carecen de importancia.

La división del partido actual, la Izquierda Autónoma, vuelve a plantear el tema de la balcanización de las organizaciones políticas de izquierda, que pretenden superar el duopolio – Alianza-Concertación -.

Comparar las agrupaciones políticas Izquierda Autónoma y Revolución Democrática con el MAPU y la Izquierda de la época me parece un despropósito: en las décadas del 60 y 70 las posiciones más radicales estaban a la orden del día, y el término “revolución” era de uso corriente, pues se trataba de ubicarse lo más a la izquierda posible del espectro político; en el caso del MAPU, llegó a convertirse en el tercer Partido marxista-leninista postulando, incluso, posiciones críticas respecto de la izquierda tradicional; la Izquierda Cristiana, en el corto período en el cual participó durante el gobierno de Salvador Allende, postuló un profetismo bastante radicalizado – basta recordar la historia de la Revolución Francesa para darse cuenta de que uno de los líderes de los “rabiosos” de la extrema izquierda de la Revolución era el sacerdote católico, Jacques Roux, y que en épocas posteriores Félicité Lamennais fue el inspirador y mentor de nuestro gran revolucionario, Francisco Bilbao -.

A diferencia del MAPU y de la Izquierda Cristiana, Revolución Democrática e Izquierda Autónoma, estos partidos nacen en una época del dominio del neoliberalismo e instauración de lo que llamamos una “democracia bancaria”. El período actual se caracteriza por un radical nihilismo político que, a mi modo de ver termina, generalmente, en el abstencionismo que pavimenta el camino para el paso de instauración del poder de la derecha en gloria y majestad – en nuestro caso, Sebastián Piñera, que de tanta corrupción se elige el más corrupto <nada más insensato que el analfabeto político> -.

La izquierda política anti-duopólica desgraciadamente no demuestra, como ocurrió en Uruguay, suficiente apertura e inteligencia como para formar un frente amplio, plural y que permita solucionar los conflictos ideológicos, tácticos y estratégicos al interior del bloque. Por otra parte, estamos aún lejanos de conformar un partido político – como el PODEMOS, de Pablo Iglesias, partido que concertado con la Izquierda Unida, pone en peligro el segundo lugar que ocupa el PSOE, y así quebrar el duopolio PS-PP -.

Desgraciadamente, esta tendencia a la balcanización de la izquierda sólo conduce al nihilismo abstencionista dejando la puerta abierta para la regreso de los dos “megaterios” de la política chilena – Sebastián Piñera y Ricardo Lagos-.

 

Foto el diario.es


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