El verdadero delito de Elena Varela

Hace cuatro años, nuestro equipo de documentalistas de Ceibo Producciones estrenó el documental «Üxüf Xipay, El Despojo», acerca del proceso de resistencia y recuperación territorial de las comunidades mapuche de la VIII y IX regiones de Chile


Autor: Francisco

Hace cuatro años, nuestro equipo de documentalistas de Ceibo Producciones estrenó el documental «Üxüf Xipay, El Despojo», acerca del proceso de resistencia y recuperación territorial de las comunidades mapuche de la VIII y IX regiones de Chile. En él, los propios hablantes de las comunidades agredidas por las empresas forestales, los grandes terratenientes y las fuerzas policiales, denunciaron las redes ilegales de represión organizadas en la zona. Por entonces, aquellas redes (y particularmente el autodenominado Comando Hernán Trizano, que opera bajo el mando de conocidos agricultores con vínculos directos con Carabineros y Fuerzas Armadas estacionadas en el sur de nuestro país) buscaban desarticular la organización y coordinación de las comunidades, perseguir y atormentar a sus dirigentes y werkenes, elevar falsos cargos y falsos testimonios en juicios espurios (con testigos sin rostro) para encarcelar a lonkos, machis y activistas.

Aparentemente, hoy los «trizanos» han ampliado sus mecanismos de acción, aumentado su vínculo directo con los gobiernos locales, y han abierto el abanico de sus enemigos naturales, incorporando a quienes pretendan dar voz a los sin voz, a quienes busquen difundir la turbia maquinación de las empresas forestales.

Como documentalistas que hemos abordado el tema, entendemos que Elena Varela ha caído en aquella trampa. El verdadero delito de esta cineasta ha sido hablar de ciertas cosas de las que ellos prefieren no se sepa nada. Lamentablemente para Elena, a nadie parece importarle un carajo (o a muy pocos). Ella vive en carne propia hoy lo que las comunidades vienen sufriendo por siglos, condenados al silencio y a la humillación.

Nos resulta tan comprensible como repugnante que quieran silenciar la verdad. Pero debemos insistir. Luego de «El Despojo», iniciamos un largo recorrido de registro y búsqueda de testimonios para la realización de nuestro nuevo documental, titulado «Nvtram: la palabra y el bosque», profundizando en el tema del conflicto que remece al Wallmapu.

En este nuevo documental, una de nuestras primeras entrevistadas fue la señora Rosa, en una comunidad cercana a Ercilla, y de quien no daremos mayores antecedentes, pues visto está que la prensa nacional actúa con repugnantes criterios de colaboracionismo policial. Madre de dos niños pequeños, vive sola desde que hace cuatro años su marido debió clandestinizarse para evitar ser encarcelado.

«Para que nosotros no sigamos reclamando», nos dijo la señora Rosa, «a nuestros maridos los andan persiguiendo y los están tratando de terroristas y los condenan por tantos años, sin haber una prueba concreta, por pura mentira. Eso es lo que a mí me duele mucho. Yo estoy enferma junto a mis hijos. Mi niñita está en el colegio, ni siquiera se concentran en las tareas que le dan, porque siempre tiene ese trauma de los pacos que llegaron, como dos veces me allanaron la casa. Llegaron una cantidad de pacos buscando por ahí, interrogándola a ella. Mi niñita tenía recién tres años, y los pacos le estaban diciendo ‘qué hizo tu papá’, ‘qué tienen aquí’, ‘adónde tienen las armas’, le estaban diciendo a mi niñita… y de los tres años ella está sufriendo. Ahora, cada vez está sufriendo más. Ni siquiera puede estudiar en el colegio, y así, ¿cuándo va a aprender? Porque ella está pendiente de otra cosa. Dice que no se puede olvidar».

A menos de cien metros de su casa, al terminar la entrevista, fuimos interceptados por dos camionetas nuevas, sin patentes, con carabineros uniformados y agentes de civil que no se identificaron. Exigieron saber, en medio del camino público, con quiénes habíamos hablado, a quiénes habíamos entrevistado, si teníamos contacto con los «terroristas mapuche». Quisieron

confiscar nuestro material de cámara, pero a diferencia de Elena Varela, habíamos adoptado medidas precautorias, registrándonos como corresponsales extranjeros residentes, con autorización del Ministerio del Interior. A partir de entonces, entendimos que el material de cámara, durante el resto del registro, debía viajar lejos de nosotros y quedar a buen resguardo. Durante todo el resto del proceso de registro se repitió la misma escena, una y otra vez.

Una vez que El Despojo fue difundido, dejamos en evidencia algunas de las redes ilegales que se han armado para presionar a las comunidades y perseguir a sus dirigentes. Específicamente la participación de personajes tales como el agricultor Jorge Luchsinger y otros en el Comando Hernán Trizano. Me puedo imaginar que estos señores quedaron bastante molestos con «el engaño» al que les sometimos, haciéndoles hablar en cámara y expresando todo su desprecio por el pueblo Mapuche. Me puedo imaginar que se hayan propuesto «nunca más pisar el palito» y evitar que nuevos documentales de esta naturaleza fueran realizados.

¿Qué quieren esconder? ¿De qué no quieren que se sepa? De sí mismos, de lo que son.

No hay que hacer mucho esfuerzo para recordar, por ejemplo, que Matías Catrileo Quezada murió a los 23 años de edad baleado en la espalda por un suboficial de Carabineros de Chile a quien se le había ordenado defender la propiedad y bienes del agricultor Jorge Luchsinger, de origen suizo. Un mes antes de su muerte, Matías había participado en actos «in memoriam» de uno de sus compañeros de causa, Alex Lemún, asesinado por otro Carabinero, cuatro años atrás. El suboficial que terminó con la vida de Matías (y que se encuentra libre y ha recibido el respaldo y congratulaciones de su institución y del Gobierno de Chile), hizo uso, en esta acción con respaldo

judicial, político e institucional, de un arma de guerra, calibre 9 milímetros. Matías, junto a una veintena de jóvenes Mapuche desarmados, simpatizantes o integrantes de la Coordinadora Arauco Malleco, había ingresado al fundo Las Margaritas pues consideraba que aquellas tierras, ahora cercadas y rodeadas por una fosa, pertenecían históricamente a su pueblo y no a Jorge Luchsinger. Quemarían fardos de pasto. Pensaba que en el despojo de aquellos parajes radicaba la ya histórica marginación de su pueblo. Pensaba que aquello que hacía era la única forma de recuperar los territorios y la dignidad, concepto éste último que había aprendido de sus abuelos y abuelas. Estaba convencido que era la única manera eficaz para forzar la retirada de Luchsinger, del mismo modo que (pensaba) debía forzarse la salida del Wallmapu ancestral de tantos otros Luchsingers.

Claramente, Matías no contaba con el apoyo ni con la simpatía del gobierno chileno, ni de sus tribunales. Pero eso Matías lo tenía claro. Tampoco contaba ni con la simpatía ni con el interés por su causa de parte del grueso de la población de Chile, país al que se supone Matías debía guardar respeto, fidelidad y amor filial, o atenerse a las consecuencias. De aquello también era conciente. Y las consecuencias no se hicieron esperar.

¿Quién es y qué piensa de todo esto Jorge Luchsinger, aquel al que el Estado de Chile ha decido defender y proteger a como dé lugar? ¿Es algo de lo que no se debe hablar, documentar? Pues bien, es de esto que no quieren que se sepa: cómo piensan, cómo actúan. Entrevistamos al hombre cuyos fardos de alfalfa valen más que la vida de un joven, durante la realización del documental «Üxüf Xipay, El Despojo», en el mismo predio donde luego habría de cometerse el asesinato de Matías. Nos recibió en la casa patronal del fundo Las Margaritas. Iba cubierto por un poncho y con botas de caucho, hablando duro y golpeado.

-¿Usted cree que los agricultores deben organizarse de modo privado para protegerse entre sí?

«Yo creo que para allá va toda esta cuestión, porque lamentablemente los agricultores cometemos un delito tremendo que es trabajar, y esto de trabajar y producir es mal visto por mucha gente, porque dicen que somos ‘explotadores’, entonces esta cuestión ideológica a nosotros nos afecta tremendamente».

-Hay agricultores de la 9ª región que han manifestado su voluntad de organizarse como cuerpo gremial, como productores, para defenderse y defender la producción… ¿Ha oído hablar del Comando Hernán Trizano, una especie de cuerpo paramilitar, con apoyo de oficiales del Ejército? Hay denuncias calificadas que lo sindican a Usted como uno de sus cabecillas.

«Yo quisiera creer que el término Hernán Trizano es como hoy día se dice ‘tolerancia cero’, es lo que todos desean, que el Estado asuma la responsabilidad de la tolerancia cero, para que todos podamos vivir en paz. A mi se me involucró como organizador del Comando Hernán Trizano, junto con un señor Lichterberg de Victoria. Él también está acosado y tiene serios problemas en sus predios».

-¿Defendería su predio con las armas?

«Si tengo que hacerlo lo voy a hacer, si tengo que defenderlo lo voy a hacer. Lo único que yo espero es que no lleguemos a ese tipo de enfrentamiento porque yo no nací para guerrillero.

-Se le ha escuchado hablar de injerencia extranjera en este conflicto. ¿Lo sostiene?

«Yo creo que en la región estamos ante actos terroristas y esa es instrucción foránea. Cómo hacer atentados, cómo hacer bombas, cómo fabricar armas hechizas. Yo creo que hay gente que viene a asesorarlos del extranjero, y que este es un modelo muy parecido a los Zapatistas; yo afirmo que en este conflicto está metida la gente de los países vecinos, de la ETA de España, asesorando y financiado con plata europea y canadiense. Yo creo que esto amerita algunas acciones excepcionales que la constitución permite;aquí en la 9ª región bien podría haber Estado de Sitio, con toque de queda»

-Jorge Luchsinger nos conduce hasta uno de los deslindes de su fundo y nos muestra, no sin cierto orgullo, un profundo y ancho canal que recorre parte del perímetro de su predio.

«Este es un canal que me vi obligado de construir. Era una idea a la que le venía dando vueltas desde hacía tiempo, pero me resistía porque lo encontraba una barbaridad, era como retroceder a la Edad Media, pero bueno, me dije, no me queda otra alternativa y en 20 días hicimos 4.800 metros de canal y desde entonces no he tenido nunca más un animal ajeno en el predio. Pero con esto de estar encerrado me siento como en la cárcel, con protección policial, con mi propio muro de Berlín, que es este canal… me parece que estamos igual que en la época de Alemania Oriental y Alemania Occidental, aquí lo único que falta son las torres con las metralletas, y los perros que no dejan entrar ni salir a nadie».

-Si un comunero cae en su canal… ¿Qué hace Usted… lo entrega a Carabineros?

«No, porque ya ve que la justicia no funciona».

Los comentarios sobran.

por Dauno Tótoro

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