Los datos arrojados por la última encuesta CEP han llenado de alegría a algunos y de inquietud a otros. Todo el mundo político reconoce el prestigio de esta medición y ajusta sus estrategias electorales a las tendencias y orientaciones que ella delata. Del conjunto de antecedentes, sin embargo, surge nítida una cuestión de fondo: El único triunfador es el bonominalismo, hay dos candidaturas fuertes que se enfrentarían estrechamente en segunda vuelta.
Para poner las cosas en su lugar, habría que decir que esta última encuesta CEP no aporta grandes novedades: Chile sigue sumido en el clásico bonominalismo que ordena el mundo político desde aquel histórico plebiscito del “Sí” y el “No”. Quizás, lo inédito radique en que el candidato concertacionista enfrenta el actual proceso electoral “a la defensiva” frente a la arremetida del candidato derechista señor Sebastían Piñera. Las candidaturas concertacionistas ocupaban, monótonamente, un primer lugar en las expectativas que mostraban tradicionalmente las encuestas. Como resultaba previsible tras la grave derrota en las últimas elecciones municipales, que significó la pérdida de varias decenas de alcaldías, la concertación ocupa hoy un segundo lugar. Dos bloques en un empate virtual, rodeadas de dispersas y marginales “candidaturas satélites” que orbitan en torno a alguna de ellas.
Entre las candidaturas satélites, la que posee una órbita más excéntrica es, sin duda, la del joven diputado Marco Enríquez Ominami que supera con mucho el 1% promedio, alcanzando un 13%. Su irrupción explica, en parte, la pérdida del liderazgo que siempre acompañó a los candidatos concertacionistas. Como se ha señalado, hubiese sido más que interesante conocer las cifras de este candidato enfrentado al de la derecha en segunda vuelta. Como sea, la candidatura de Enríquez Ominami ha dejado de ser un exabrupto protagonizado por un díscolo personaje, para convertirse en un factor político-electoral digno de ser tomado en cuenta. Más allá, no obstante, de las cifras, resulta claro que una candidatura como la de Marco Enríquez Ominami se inscribe en la lógica prescrita por la ley binominal, lo que convierte su opción en algo incierto.
Otro aspecto que merece nuestra atención son los magros resultados que se le atribuyen a los candidatos de la izquierda extra parlamentaria, señores Jorge Arrate y Alejandro Navarro. Ambos bordean apenas el 1% de las preferencias. Si bien es cierto que los sectores de izquierda adolecen de una falta de liderazgo que sea capaz de crear la unidad de los diversos partidos y grupos que la componen, así como de una visión propia, lúcida y clara, de país, las cifras de la encuesta CEP no resultan del todo verosímiles puestas en la perspectiva de las últimas elecciones.
La última encuesta CEP remite, en lo fundamental, a la hegemonía de un modelo político binominal de carácter excluyente, que a casi dos décadas sigue legitimándose en cada elección. De este modo, el paisaje electoral puede resumirse, como de costumbre, en una disputa entre la Concertación y la Alianza. Salvo algunos matices, en cada ritual electoral a lo largo de veinte años, hemos asistido al mismo guión político garantizado por la Constitución. En una democracia de baja intensidad, como la que vivimos en Chile, el bonominalismo es un rasgo estructural que regula la vida política y asegura la persistencia del modelo económico imperante.
Álvaro Cuadra
Analista político