Elecciones en Nicaragua: El comandante se queda

Daniel Ortega y su mujer, Rosario Murillo, han construido un emporio económico con la chequera venezolana que sostiene políticas asistencialistas que los van a mantener en el poder por cinco años más

Elecciones en Nicaragua: El comandante se queda

Autor: Cesarius

Daniel Ortega y su mujer, Rosario Murillo, han construido un emporio económico con la chequera venezolana que sostiene políticas asistencialistas que los van a mantener en el poder por cinco años más. El Ortega de ahora no solo es popular entre los pobres, también lo es entre la empresa privada, organismos como el Fondo Monetario Internacional, y la iglesia católica.

En estos días, la postal de Nicaragua se ve esto: Rotondas plagadas de estudiantes que llevan semanas sin ir a clases y de empleados públicos que completan sus jornadas de manera obligatoria, agitando banderas azules, blancas, rojas y negras, en favor de la campaña de Daniel Ortega, el mandatario actual, el mismo que de manera ilegal, pero contra viento y marea, se reelegirá aparentemente sin problemas en los comicios del próximo domingo. Así lo arrojan los diferentes sondeos que por estos días ubican al antiguo guerrillero, que lideró una revolución en 1979, por encima del 50 por ciento en la intención de votos.

“Nicaragua triunfará”, es la frase más coreada desde las rotondas. Y es la misma que se lee en las camisetas -poleras- que porta el ejército de muchachos que rotondean, y la misma que repiten muchos de los niños que, desde fines de septiembre, atestan el parque de la “niñez feliz”, como le llama el Gobierno al complejo de juegos que ha instalado a un costado del lago de Xolotlán, en el malecón. La frase está en todas partes. Casi como un ave maría la repiten todos los pobladores que por estos días reciben alguna cosa del gobierno de Ortega: un título de propiedad, las llaves de una vivienda de los proyectos Casas para el pueblo, láminas de zinc del Plan Techo, o una vaca “solidaria” del programa Hambre Cero, o algún crédito de Usura Cero. Todo es “cristiano, socialista y solidario” en el país que gobierna de Ortega, insiste su esposa y primera dama, Rosario, en 110 spot publicitarios vistos en 12 horas en los diferentes canales televisivos que controla Ortega (4, 6, 8, 13). Murillo, quien en realidad timonea al país, preside también los Consejos del Poder Ciudadano, CPC, una estructura organizativa que controla hasta el último suspiro de la ciudadanía. Los CPC saben quién es quién en cada vecindario.

ASISTENCIALISMO Y FMI

El gobierno de Ortega ha estado en campaña desde que volvió al poder en 2007, y no ha escatimado en su política de repartición. Al comienzo beneficiaba a sus seguidores, pero en los últimos tiempos privilegia a gente de otras tendencias políticas. “En mi cuadra todos somos sandinistas, solo hay una liberal, pero su casita era la que se estaba cayendo, y fue a ella a la que escogieron para arreglarle la casa”, dice David Nicoya, habitante del reparto Schick, uno de los barrios más populosos de la capital, situado en el Distrito V, el más peligroso de la capital.

La política asistencial es su mejor carta para recoger el voto entre los pobres (poco más de la mitad de los nicaragüenses que sobreviven con menos de dos dólares al día), pasando por encima de lo que dice la Constitución que prohíbe dos mandatos consecutivos. El argumento de Ortega para continuar en el poder es que el “pueblo así lo quiere”. Su política de repartición la justifica en que solo está devolviendo la “dignidad a los pobres”, diginidad que fue negada tres gobiernos anteriores a los que llama “neoliberales”, a pesar que su gobierno es uno de los mejores alumnos en la región de los programas de ajuste del Fondo Monetario Internacional, FMI. Este organismo, entre 2007 y este año, ha aprobado al Gobierno de Ortega 122 millones de dólares, con el auxilio del Banco Interamericano, BID, y Banco Mundial. Es el premio a su política de barrer del Estado a 18 mil empleados públicos, según el recuento de organizaciones de Derechos Humanos, y de mantener en el mínimo la generación de trabajos. Nicaragua es un país con las cifras de subempleo y desempleo abultadas.

Para el próximo período electoral, Ortega, el mismo que habla de dignificar a los pobres, de asegurarles salud y educación gratis (pero sin elevar el presupuesto), le ha prometido al fondo reformar el sistema de pensiones, que entre otras cosas prevé aumentar la edad de jubilación. También ha prometido impulsar una nueva reforma fiscal.

LA AYUDA VENEZOLANA

Para nadie es un secreto que Ortega -de 65 años, sin bigote y gafas- hace lo que hace porque cuenta con la ayuda de su homólogo venezolano, Hugo Chávez, quien a lo largo de casi cinco años ha aflojado alrededor de 2 mil millones de dólares. Con estos fondos se han financiado, entre otros, el subsidio a la tarifa de transporte de casi un millón de capitalinos que pagan 2,50 córdobas (menos de 10 centavos de euros) por pasaje, pero también el “bono solidario” a los trabajadores que ganan menos de 5.500 córdobas (unos 200 dólares) y que equivale a 700 córdobas –unos 30 dólares-. Tampoco es un secreto que la chequera bolivariana es la que le ha permitido crear el emporio Albanisa (Alba de Nicaragua S.A). Solo este año, Albalinisa, la productora y exportadora de alimentos, venderá al exterior alrededor de 400 millones de dólares en lácteos, carne y frijol negro.

Tampoco es menos importante que Ortega ha sabido ganarse a la empresa privada, que lo apoya abiertamente. A una de las reuniones con los organismos internacionales, en la comisión nicaragüense iba Carlos Pellas, el hombre más rico del país. Y tras la última reforma fiscal aplicada en 2010, los banqueros también quedaron felices con el comandante.

Ortega se considera a sí mismo como el candidato eterno del partido Frente Sandinista de Liberación Nacional, FSLN. Desde que se instaló la democracia en 1990, tras una década de guerra fratricida auspiciada por Estados Unidos, su cara ha aparecido siempre en las boletas electorales de las cuatro últimas votaciones, y este domingo no faltará en las papeletas de 3,4 millones de nicaragüenses.

La encuesta más reciente de la consultora M&R da a Ortega el 59,6 por ciento, muy por encima del voto que obtuvo en el 2006, y a una gran distancia del segundo y tercer lugar logrado por los otros dos contendientes políticos: Fabio Gadea con un 15 y por ciento, y un 13 por ciento para el exmandatario y expresidiario, Arnoldo Alemán, líder del Partido Liberal Constitucional, PLC, quien también pretende reelegirse.

LA POBRE OPOSICIÓN

Gadea, de 79 años, es el candidato de la Alianza PLI, una agrupación política compuesta por disidentes del FSLN, y ex MRS (Movimiento Renovador Sandinista) y del PLC. La figura de Gadea, hasta ahora, no ha unificado al voto antisandinista. En las entrevistas concedidas, Gadea, que es propietario de radio Corporación, una emisora con mucha audiencia en el área rural, ha dejado claro que es homofóbico, antiabortista y que no tiene una propuesta clara de cómo gobernará un país con exportaciones que no sobrepasan los 2,000 millones de dólares, y donde uno de cada tres de sus pobladores se quiere largar.

Algunos analistas consideran que este proceso electoral deja al descubierto, más que nunca, la crisis de los partidos políticos y el desencanto de la población con ellos. Pero también que el comandante Ortega, que en las cumbres regionales se fotografía con líderes de la izquierda dura de América Latina, como el cubano Raúl Castro y el boliviano Evo Morales, ha logrado descomponer, neutralizar y casi disolver a la oposición como lo ha hecho Chávez en Venezuela a lo largo de una década, y como lo hizo Lula en Brasil, quien se reeligió dos períodos seguidos.

Los coros de “Nicaragua triunfará” no han tenido eco en el púlpito de monseñor Silvio Báez, el secretario de la Conferencia Episcopal, uno de los críticos más beligerantes de las políticas clientelistas del orteguismo. Para algunos Báez, y otros miembros de la Conferencia, son la verdadera oposición que tiene Ortega.

También podrían colocarse en la esquina contraria del orteguismo a las organizaciones de Derechos Humanos que han denunciado de forma vehemente y sistemática, las violaciones a la libertad de opinión, de manifestación y de expresión, y la injusticia con miles de niñas que han sido abusadas sexualmente. A finales de la semana pasada estas organizaciones, lideradas por el movimiento de mujeres se manifestaron en las calles exigiendo la restitución del aborto terapéutico que fue derogado por Ortega, en el 2006, para congraciarse con sectores de la iglesia católica, que desde entonces lo santiguan y comen en su plato. Hasta organizaciones como Amnistía Internacional, AI, le han pedido responder al gobierno nicaragüense. Pero en estos temas, el silencio de Murillo es casi sepulcral.

En estos días previos a las votaciones, el país ha vuelto a ser azotado por un temporal lluvioso de mucho menos envergadura que el huracán Mitch que arrasó a Centroamérica hace 13 años, pero que ha causado estragos en Honduras, El Salvador y Guatemala. Cada arañazo del agua ha sido aprovechado por Ortega, que apareció en cadena nacional todos los días, durante dos semanas consecutivas, mientras el país permaneció en emergencia. Ayer el turno fue de nuevo para la primera dama, quien apareció agradeciendo a Dios por el nacimiento del hijo de una niña de 12 años, que parió tras ser violada en Walpasiksa, su comunidad de origen. Murillo, que ha sido criticada por sus aficiones esotéricas, apareció como una beata religiosa, como la más defensora de la vida y reprobó “la maldad” de quienes quieren hacer daño, en clara alusión a las organizaciones de mujeres que denunciaron manipulación del Gobierno con la tragedia de la niña.

Antes de las elecciones, el episodio de la niña fue la cereza en el pastel que ayudará a la causa reeleccionista de Ortega.

Por Amalia Rodríguez, periodista nicaragüense.

Publicado en Otramérica


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