La mandataria en esta ocasión resultó con una desaprobación de un 64%, cifra jamás alcanzada en sus dos periodos como máxima gobernante. En tanto el porcentaje de aprobación alcanzó un escaso 31%.
El revolucionado clima político y esta llamada crisis institucional, de una u otra forma han resonado en la población quienes han asumido posiciones claramente más críticas y especialmente, han agudizado la mirada respecto a los manejos y prácticas con las que habitualmente nuestra clase dirigente estaba acostumbrada a operar.
Y las cifras continúan: respecto a los atributos de Bachelet, el 52% consideró que ella contaba con la capacidad para solucionar y hacer frente a los problemas del país, sin embargo hubo un 57% que señaló que la presidenta no le genera confianza.
Ahora bien, respecto al gabinete, quizás el más perjudicado con esta encuesta sea el Ministro del Interior, Rodrigo Peñailillo, quien pasó de contar con una aprobación del 56% en enero de este año a solo un 42%, cayendo un importante 14%.
Los partidos políticos
En relación a la evaluación que tiene la ciudadanía respecto a la clase política, específicamente, los conglomerados políticos, la situación no cambia en lo absoluto. La Alianza cuenta con una escasísima aprobación, logrando solo un 17%. Mientras tanto, la Nueva Mayoría, coalición oficialista bajó en su adhesión por parte de la población alcanzando un 24% y aumentando su desaprobación a un 67%. Es innegable, por lo tanto, prestar atención a estos datos y aterrizarlos a una dimensión concreta, la que indefectiblemente obliga a los políticos a redefinir sus prácticas y actuar en congruencia con sus votantes.
Por último, la apreciación que se tiene acerca de la Cámara de Diputados y de Senadores, visibiliza un panorama igual de maltrecho que en los otros puntos, logrando un 79% de desaprobación, hecho que es de suma preocupación, puesto que uno de los poderes que debiese estar en directa consonancia con las necesidades de la población, hoy cuenta con una credibilidad casi nula y una desaprobación alarmante.
La necesidad de apuntalar los nuevos idearios de la ciudadanía cristalizados a través de una nueva Constitución, exigen que nuestros representantes sacudan sus evidentes prácticas acomodaticias y pongan sus esfuerzos en la puesta en marcha de una necesaria Asamblea Constituyente, la que finalmente haga eco de las necesidades verdaderas de esta nueva población que se empodera y que exige lo que le corresponde.