Portuarios, estudiantes secundarios y universitarios, y pueblo mapuche constituyen el movimiento real visible que contingentemente pugna contra los intereses del empresariado.
1. Los principios metálicos del imperialismo dictados durante la administración de George W. Bush (2001-2009) para los países dependientes se sintetizan en la multiplicación de tratados de libre comercio donde el sur es reprimarizado y se consolida como objeto de saqueo y expoliación de naturaleza y trabajo humano barato, mientras el norte monopoliza las finanzas y el conocimiento científico y tecnológico estratégico. Así también se impone que los territorios periféricos sancionen leyes antiterroristas para reprimir preventiva y ejemplarmente cualquier gesto popular que lastime de verdad, en potencia o imaginariamente al capital en general y a los intereses del Eº corporativo norteamericano en particular; y el establecimiento de democracias sin pueblo y de sistemas de partidos políticos funcionales al poder geopolítico central del planeta. En la actualidad EEUU permanece conflictuado por la emergencia de China y Rusia y su competencia en mercados comerciales y financieros tradicionalmente considerados de su propiedad. Como parte vital de la guerra económica por arriba, EEUU apura un pacto de sangre con los Estados cruciales de la Unión Europea (Asociación Transatlántica de Comercio e Inversiones) para enfrentar la arremetida asiática. Lo anterior se dibuja con tiza fresca en la lucha interimperialista de la repartición del mundo.
Subordinado a los principios previos -cumplidos sobreactuadamente- se explica y desenvuelve la clase hegemónica en Chile a enero de 2014.
2. Un 30 % menos que el 2012 acumuló el superávit comercial fundado sobre la exportación de minerales y otros commodities secundarios. Si bien ese guarismo se mantiene aún favorable, así como el crecimiento y los índices macroeconómicos –pese a una tendencia gradualmente descendente-, Chile es uno de los países del planeta donde la desigualdad social y asimetría en la distribución de los ingresos resulta más tangible y brutal, e incluso se manifiesta geográficamente en la organización territorial de los empobrecidos y los pocos enriquecidos, tanto en las ciudades capitales como en la provincia profunda.
Respecto de las inequidades, el economista Marco Kremerman de la Fundación Sol afirmó que “Acá, según un sondeo, el 1% más rico concentra el 31% de los ingresos, cifra que puede verse como escandalosa si se considera el caso de Suecia, donde el número llega al 9% o en Alemania (11%). Incluso en Estados Unidos, reconocido por su alta desigualdad, este valor asciende a un 21%.”
La misma entidad informó que el promedio de los ingresos no alcanza los USD450 dólares al mes, que el 75 % de los hogares (4 personas) obtiene USD1400, y que desde 2010, de cada 10 empleos asalariados, 7 son tercerizados.
La sobrevivencia económica de la inmensa mayoría de la gente sólo se explica por una de las dinámicas motoras de la reproducción capitalista: la deuda y la expansión y diversificación de la industria crediticia. El capitalismo tiene su primavera ganancial en el momento financiero, sorteando el momento productivo y donde el momento comercial (intercambio) en el retailer opera como respaldo y excusa para vender deuda.
La asimetría abismal entre los magros ingresos del pueblo trabajador y sus precarias condiciones laborales respecto de la minoría enriquecida a su cuenta y espalda, sólo es el termómetro del estadio de las relaciones de fuerza entre opresores y oprimidos en la sociedad chilena. Es decir, la fotografía de la lucha de clases en un momento determinado.
Asimismo, las políticas estatales de contención social hacia la población más empobrecida a través de programas asistenciales resultan muy acotadas en relación a otras economías de la región.
Como en Chile todo es mercancía –todo en su sentido más estricto y literal-, las relaciones sociales resultantes condicionan correlativamente el acceso precario a la salud y la educación de excelencia, a los derechos sociales, a la recreación y al tiempo para la producción y consumo de bienes simbólicos. Este fenómeno redunda particularmente en el no ejercicio de la política –en términos ampliados-, la ignorancia cívica y en una de las dificultades principales para los polos anticapitalistas en sus tareas contra-hegemónicas. Junto a la eficaz usina de la alienación explotada por la minoría gran propietaria, la falta de tiempo libre de los trabajadores y los pueblos atentan contra su organización, disposición de lucha y autoconciencia de sus intereses históricos. Si para el capital el tiempo es oro, para el trabajo y los oprimidos el tiempo es uno de los requisitos de su recomposición como sujeto y promesa de protagonismo político.
Por otro lado (de la totalidad sistémica), la uniformidad de los ingresos de la mayoría social –más allá de la segmentación aparente y balanceada por la deuda- debería colaborar objetivamente con la unidad orgánica y, por tanto, de sentido de las clases subalternas a la hora del combate social. De hecho, esa misma uniformidad obra como un facilitador provocado contradictoriamente por la forma nacional de la acumulación y reproducción capitalista en Chile.
3. Una semana antes del fin de 2013 y todavía cuando se escribe este artículo, los trabajadores portuarios de San Antonio y Mejillones, marcando a fuego las primeras líneas de 2014, realizan una paralización de actividades, tanto contra los incumplimientos del empresariado, como contra una de las formas más eficientes de la apropiación privada del excedente producido por el trabajo: la tercerización o subcontratismo o trabajo basura.
La pelea dura de alrededor de 4 mil trabajadores de los puertos ha obtenido la adhesión y solidaridad militante de los asalariados de 9 puertos chilenos, sectores estudiantiles y organizaciones populares de todo tipo.
Si la demanda central –la superación de la precarización contractual, laboral y salarial de los trabajadores- es una reivindicación transversal para la mayoría de los asalariados del país, por causas asociadas a la coyuntura de la recomposición orgánica de la clase trabajadora, hasta el momento otras áreas del extractivismo y los servicios sólo han manifestado una solidaridad declarativa.
Sin embargo, las condiciones materiales para una huelga general están dadas. Los portuarios han ofrecido poderosa resistencia a la represión policial y política. El poder estatal y empresarial los criminaliza desde el gremio de los dueños (Confederación de la Producción y el Comercio), como desde el Ejecutivo de turno en su ocaso anunciado, empleando policía militar, rompehuelgas, falsos representantes sindicales, celda y amenaza.
El capital exagera sus pérdidas y como desde el nacimiento del movimiento obrero en Chile, acusa a los trabajadores de ‘anarquistas’ y digitados por la ‘infiltración’, como si sus demandas no fueran genuinas.
Pero lo anterior es repertorio conocido de los opresores. El dato grave es el silencio obsecuente de la dirección de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), compuesta por militantes de comités centrales y planas mayores de los partidos políticos de Nueva Mayoría (o ex Concertación más el Partido Comunista de Chile). Antes de que asuma Michelle Bachelet en marzo de 2014, la CUT revela una vez más su rol contencioso y complementario de la estrategia antipopular del capital desde el inicio de los gobiernos civiles post tiranía.
Los trabajadores portuarios, los estudiantes secundarios y universitarios, y el pueblo mapuche constituyen el movimiento real visible que contingentemente pugna contra los intereses del empresariado. Su unidad y ampliación de fuerzas sociales es posibilidad para conquistas de los oprimidos. Ningún sector puede alcanzar victorias estructurales por sí solo.
La tragedia tras este enero promisorio capitaneado por los portuarios, es la vuelta de tuerca explícita, formal, real y legal, de la dirección del Partido Comunista chileno al integrarse a Nueva Mayoría, un compuesto apoyado por el empresariado y la embajada norteamericana por su teórica capacidad de gobernabilidad, represión social probada y sin temblores y continuidad ultraliberal. Pero Nueva Mayoría no es el Frente Popular de los años 40 y 50 del siglo XX y su política nacional desarrollista y de sustitución de importaciones. Nueva Mayoría es el instrumento en crisis de representatividad del capitalismo realmente existente arriba descrito de manera apretada.
Resulta tremendamente dolorosa la pérdida de una tienda en cuya cuna se forjó una enorme franja de luchadores sociales que interpretaron, condujeron y protagonizaron episodios extraordinarios para los intereses históricos de los trabajadores y pueblos de Chile. Todavía no se ha basculado suficientemente este vuelco, impensable hace un par de décadas. Al respecto, la conducta reprochable de la dirección de la CUT ante la huelga de los portuarios es sólo un botón de muestra de las negativas repercusiones para el movimiento popular en el presente período y fase de su reestructuración. La propia realidad se encargará de hacer su diagnóstico.
Por Andrés Figueroa Cornejo