Entre los grandes marxistas olvidados en las últimas décadas hay que señalar el caso de Karl Korsch, autor de gran erudición, recuperado en la segunda mitad de los años setenta, cuando desde la nueva izquierda se trataba de recuperar todas las voces de una historia como la socialista, solamente comprensible desde el pluralismo.
Karl Korsch (Tostedt, en los páramos de Luneburg, Alemania 1886- Cambridge, Massachusetts, USA, 1961), fue un notable intelectual y militante comunista «heterodoxo», conocido por sus estudios sobre Marx y el marxismo, así como por su adscripción al comunismo consejista surgido en los dos primeros congreso de la Internacional Comunista. Nació en una familia de clase media, asistió al instituto de Meiningen y emprendió más tarde estudios de Derecho, Economía, Sociología y Filosofía en Jena, Munich, Berlín y Ginebra. En 1911 obtuvo el título de doctor en Derecho en la conservadora Universidad de Jena y desde 1912 hasta 1914 estuvo estudiando en Inglaterra las carreras de Derecho inglés e internacional. Soldado del Ejército alemán durante la Gran Guerra, fue herido en dos ocasiones. No obstante Korsch era un decidido adversario de la guerra y por ello pasó a militar junto con los socialistas independientes. Socialista moderado antes de la contienda, era un socialista revolucionario al concluir esta.
Pasó al Partido Comunista Alemán (PCA) en 1921 y como comunista fue diputado en la dieta de Turingia y ministro de Justicia de este Estado (en el gobierno revolucionario que duró casi tres semanas en 1923), de 1924 a 1928, ejerció como diputado comunista en el Reichstag. Karl no por ello dejó la actividad académica, desde 1924 ejerció como profesor titular en la Universidad de Jena, pero su fama ya en aquella época le proviene de sus escritos que le revelaron como un teórico marxista de gran valor. Redactor del órgano teórico del partido –Die Internatiomale-, situado siempre en el ala izquierda de éste, en 1926 se convirtió en portavoz de la fracción radical que, a pesar de seguir adherida al PCA, era considerada como hostil a la Internacional. A partir de 1928, Korsch comenzó a desarrollar su actividad política como independiente y no se organizó con ninguna formación política. Colaboró estrechamente con la tendencia consejista y simpatizó abiertamente con el anarcosindicalismo español sin que, en el primer caso le asistiera ninguna posibilidad de influencia y sin que en el segundo hubiera posibilidad de entendimiento.
Dedicado a sus trabajos de erudición, tuvo que huir de Alemania con la llegada de los nazis al poder y pasó a residir, por poco tiempo, en Inglaterra y Dinamarca, hasta trasladarse en 1936 a los EE. UU. Esto le obligó a estar lejos del «corazón de las cosas» y a pasar desapercibido como profesor en Nueva Orleans, para fallecer olvidado. Sin embargo, la crisis del estalinismo abrió las puertas al conocimiento de todos los pensadores marxistas creativos y Korsch fue de nuevo editado y estudiado a partir de que en los años setenta los marxistas germanos occidentales lo exhumaran. Al margen de evidentes exageraciones -sus exégetas han llegado a cifrar en Korsch «el nacimiento de una nueva época»-, no hay dudas que su obra es una de las más sugestivas dentro del marxismo de los años veinte, alimentado por la corriente «izquierdista» dominante en algunos partidos comunistas, y en los dos primeros congresos del Komintern.
En Korsch hay que distinguir entre su producción como comunista herético pero militante, y la que le sigue posteriormente en sus años de ostracismo: lo mejor de su obra coincide con la primera época. Tras su desaparición del escenario de la lucha, cortado de toda las perspectivas políticas, las posiciones de Korsch llegan a la aberración cuando establece -como hicieron otros antiguos izquierdistas alemanes como Wilhelm Reich y Otto Rühle– una simetría entre el fascismo y el estalinismo, el «fascismo rojo» según la terminología consejista que Korsch derivaba de un análisis eurocentrista que establecía que la revolución rusa era una variante oriental y despótica de la una revolución burguesa tardía.
Para el grupo que lideraba, Hitler y Stalin representaban aspectos distintos de una misma contrarrevolución totalitaria y estatista. Fueron posiciones sectarias como ésta y su aversión a la organización política, la que están detrás del paradójico hecho de que al tiempo que intenta liberar al marxismo de sus impurezas positivistas y cerradas, KK viviera de espaldas a la praxis y menospreciara los diversos movimientos revolucionarios que, de manera muy diferente a los que conoció en su juventud, no dejaron de manifestarse aunque fuese de una manera «deformada». Sus esperanzas concretas terminaron con la derrota del anarcosindicalismo español.
Korsch tuvo el mérito en su día de representar mejor que nadie la resistencia contra el legado kautskyano. Entendía que la traición de la socialdemocracia alemana se asentaba sobre una versión errónea del marxismo, al que Kautsky había convertido en una forma de evolucionismo positivista.
Korsch planteaba un retorno a la filosofía, a una critica filosófica de la realidad y de la ideología. Esta crítica a la herencia teórica del kautskysmo la extendió a la idea de una vanguardia representativa y exterior a la clase revolucionaria, Korsch extendió igualmente esta crítica al leninismo. Su análisis de los conceptos filosóficos de Lenin vertidos en su obra más débil: Materialismo y empirocriticismo, llevan a KK a considerar que Lenin dirigió sus ataques contra un enemigo ficticio, el «idealismo», mientras que no atacó el peligro auténtico: el de una «concepción materialista teñida por la ciencia natural». Atribuye al leninismo una concepción cerrada y positivista del partido, a su idea del partido de vanguardia una naturaleza burócrata opuesta a la iniciativa de la clase obrera.
Para KK, el marxismo no puede ser ni una filosofía materialista-positivista, ni una ciencia positiva. En su forma de verlo, todas sus proposiciones son específicas, históricas y concretas, incluso cuando engloban un hecho universal. Lo entiende como un método de análisis de la revolución -sus discípulos justifican el largo ostracismo de Korsch por la decadencia de la revolución-, que ha de ser asumido a través del propio marxismo, como una teoría incompleta ya que, escribe Korsch, «mientras la base material de la sociedad burguesa existente pueda ser sólo atacada y sacudida, pero no derrocada, por la lucha revolucionaria práctica del proletariado, la teoría revolucionaria del proletariado sólo podrá criticar las formas socialmente arraigadas de pensamiento de la época burguesa, pero no, en definitiva, ir más allá de ellas».
Aunque comunista consejista, Korsch simpatizó también con el anarcosindicalismo español y definió el estalinismo como una “fascismo rojo”. Anagrama (1973) publicó un “dossier”, Karl Korsch o el nacimiento de una época, con un prólogo de Eduardo Subirats, y textos de Mattick, Vacca, Neggt y otros; Fernández Buey preparó para la misma editorial la selección de textos de Pannekoek, Korsch y Mattick titulada Críticas del bolchevismo, una versión abreviada de La contrarrevolution burocrâtique (Ed. Gallimard, París, 1971). Zero-ZYX publicó otros semejantes, amén de autores como Paul Cerdán (Castoriadis). En la segunda mitad de los años setenta se editó en Ayuso la revista Negaciones que se hacía eco de estas posiciones bajo la dirección de Fernando Ariel del Val así como de los economistas Justo G. Beramendi y Eduardo Fiorevanti. Ariel publicó, Karl Marx, Marxismo y filosofía, ¿Qué es la socialización?, así como Lucha de clases y derecho al trabajo. Otra obras suyas son: La concepción materialista de la historia (Zero, Madrid), y en francés, Marxisme et contrarrevolution dans la Premiere moitié du siecle XX (Seuil, París).
Por Pepe Gutiérrez-Álvarez
Fuente: www.kaosenlared.net