Bachelet le encomendó a Juan Eduardo García-Huidobro presidir el consejo que elaboraría el reemplazo de la LOCE y él aceptó orgulloso. Pero después del acuerdo político que sepultó ese trabajo y con la LGE a punto de ser aprobada, García-Huidobro es menos optimista que entonces: “no estamos cambiando nada relevante en la educación, no se enfrentó el meollo del cuento”.
¿Qué tanto se aleja la LGE de las conclusiones del Consejo Asesor Presidencial de Educación (CAP)?
Habían puntos de vista muy contrarios a la ley que se acaba de aprobar y otros muy coincidentes. En el fondo con la LGE, que desde mi visión no es un avance para Chile, no estamos cambiando nada relevante en la educación. Además, cuando hay tanta negociación parlamentaria y cupular es complicado saber si se ajusta a lo que piensan los chilenos. Pero de la elite que opina en educación hay una buena parte que está de acuerdo.
Pero el CAP fue la salida institucional que el gobierno le dio a un movimiento mayoritario por mejor educación. A esa mayoría esta ley no le gusta…
Es que detrás de las movilizaciones de 2006 había básicamente una demanda por igualdad. Cuando los secundarios se rebelan contra el esquema de mercado no lo hacen contra una calidad abstracta, se están rebelando porque hicieron un esfuerzo brutal para terminar su educación media y se encuentran con que los que vienen de un colegio pagado tienen muchísimas más opciones de acceder a la universidad. Eso suponía tener una reestructuración del orden educativo y su modo de regulación que nos devolviera a una educación más igualitaria. Ese era el meollo del cuento… pero no se enfrentó.
¿Mecanismos como la superintendencia o la agencia para la calidad son un paso hacia un sistema más igualitario como dice el gobierno?
La LGE incluye algunos mecanismos que suprimen ciertos excesos del mercado pero no suprime el mercado. La lógica neoliberal en políticas sociales se mantiene inalterable y eso en educación es muy complicado, porque el mercado solamente es legítimo si hay un mecanismo de entrada igualitario. Si tenemos un sistema que no provee igualdades básicas y unos entran con zapatillas de clavo y otros con bototos a la carrera de los cien metro planos, el mercado que viene después es ilegítimo.
“El sistema escolar (chileno) está estructurado conscientemente en clases sociales”, fue la lapidaria frase que nos dedicó la OCDE. ¿Con la LGE todavía nos la merecemos?
La segregación social educacional se produce por tres cosas. Uno: la elección de los padres de la escuela. Dejémosla, ha existido siempre y tiene elementos virtuosos desde el punto de vista democrático. Dos: la elección de alumnos por parte de las escuelas, el tema de la selección, que esta ley debía sacar pero que finalmente sólo reduce. Y tres: el financiamiento compartido, que tampoco se toca y que uno esperaba que esta ley suprimiese. Es una ley que si bien tiene el “mérito” de superar a la LOCE en algunas cosas, no supera el modo de regulación de la educación mercantil que tenemos.
¿No piensa que el trabajo del CAP finalmente no fue todo lo determinante que se esperaba en un “gobierno ciudadano”?
Yo no me siento defraudado por lo que pasó. Nunca imaginé algo muy distinto dadas las tensiones y el enorme caudal de intereses que cruza la educación. Pero la LGE, que no me deja para nada contento, no es el único resultado. El Consejo Asesor fue parte de un movimiento que inician los secundarios y que permite el comienzo de una discusión educacional que no habíamos tenido nunca en Chile. Entre el ’90 y el 2006 no se había puesto nunca en cuestión el modelo de regulación que teníamos. Y ahora si bien la ley lo mantiene, ciertamente hay una discusión mucho mayor que antes.
Ok, pero eso es mérito de los estudiantes, no del consejo. ¿Qué valor tuvo la discusión del CAP si su incidencia final no fue la que incluso usted deseaba?
Nunca pensé, y en eso la presidenta fue muy clara, que el Consejo fuese en lo más mínimo co-legislador. Lo que se nos pidió fue entregar un conjunto de sugerencias. Si los que ahí estábamos, que se supone representábamos a la sociedad chilena, hubiésemos logrado mayores niveles de consenso y a través del CAP hubiese quedado prefigurado lo que Chile pensaba en educación, por supuesto su nivel de incidencia hubiese sido muy alto. Me parece que el CAP expresó bien lo que pasaba y que lo que uno podría ver como un fracaso más bien es un muy buen reflejo de la falta de acuerdos que tenemos como país.
Los estudiantes advirtieron que la composición del CAP no era un reflejo de Chile sino que una especie de cuoteo político. A dos años de terminado el CAP, ¿no cree que tenían razón?
Yo tengo la gran duda de que el sistema político que tenemos, que está en crisis, esté siendo expresivo de las visiones y sentires más profundos de la población. Es un problema que se expresa en educación pero también en muchas otras cosas. Ahora, teniendo en cuenta eso, creo que el CAP tuvo la virtud de expresar las posiciones una delante de otra. Y si tú ves las posiciones de la LGE y las del CAP, te puedes dar cuenta de que aún la posición más de derecha del CAP estaba harto más matizada y yo diría porosa hacia otras opiniones, que la LGE.
por Francisco Figueroa
El Ciudadano