Chile no es un país, sino que un fundo de un puñado de millonarios que tienen a su servicio los jueces, los políticos y los parlamentarios – junto a los partidos políticos y el congreso, la justicia ocupa los tres últimos lugares, respectivamente, de credibilidad, según las encuestas de opinión – y, como decía el poeta Vicente Huidobro, “en la balanza, siempre se inclina por el queso”. Con toda razón, percibimos hoy una gran indignación nacional respecto de la baja condena, cuatro años y un día y con pena de libertad vigilada, a la cual fue sentenciado el jefe de los Legionarios (“Millonarios”) de Cristo, que es bastante blanda, pues consiste en que un agente de Gendarmería, una vez al mes, visite al condenado, que va a gozar de sus comodidades personales en una mansión – seguramente facilitada por sus protectores -.
Según mi parecer, no me extraña que la iglesia católica, “La puta de Babilonia”, la secta de los cultores de Mamón y los pastores de vacas gordas, hayan guardado silencio, casi hermético, respecto de los delitos cometidos por el cura John O´Reilly, un verdadero pájaro de cuentas, que había sido ayudante y mozo de Marcial Maciel, el fundador de la secta de los pedófilos de Cristo y que fue dilecto amigo del reciente Papa santificado, Juan Pablo II. En muchos casos, la iglesia ha convertido a Jesucristo en un ginecólogo, auscultador de los genitales femeninos, en un banquero avaro y abusador y en un lacayo de los millonarios, además, institución que regenta colegios exclusivos para ricos y mantiene capellanes militares que han bendecido las torturas y muerte de los luchadores por la libertad. Junto a esta ramera maldita, coexiste la otra iglesia tan distinta, acorde con la doctrina de Jesús, la de la opción por los pobres, la de los curas obreros, la de los padres Adulnate, Puga y Berríos, de Esteban Gumucio, de San Francisco de Asís, de Juan XXIII, del Papa actual, Francisco y la de tantos sacerdotes y laicos anónimos que viven la fe verdadera fe cristiana -.
Muchos estudios prueban que los pedófilos tienden a reincidir en el delito. Cuesta creer que con una laza libertad vigilada se cumpla parte de la sentencia que le impide relacionarse con niños y, por lo demás, el informe de Gendarmería es categórico al sostener que el sacerdote irlandés no comprende la verdadera dimensión del delito cometido y que, además, tiene una personalidad narcisista que, posiblemente, lo podrían llevar a reincidir en estos deleznables actos deshonestos, en consecuencia recomienda que cumpla su pena en prisión efectiva.
Las penas contempladas en el código penal para castigar la pedofilia son francamente ridículas: cuatro años y un día, entre tres y cinco años, y con la atenuante de la irreprochable conducta anterior permite a los jueces dejar al acusado en libertad vigilada. Lo que más indigna a la ciudadanía es que una persona pobre haya ido a prisión por el solo hecho de vender cassettes falsificadas – en un caso el sentenciado murió quemado en la cárcel de San Miguel -. Cabe preguntarse si los jueces consideraron antecedentes – como los que aporta un sacerdote español, en el sentido de que O´Reilly habría cometido actos de pedofilia en otros países -.
En el caso de este capellán de colegios para potentados de Chile, cabe agregar que los actos obscenos por los cuales fue condenado en primera instancia, de por sí constituyen un monstruoso abuso de poder, pues el cura aprovecha de la autoridad de que está investido, del carisma propio de “estos pastores del Señor”, para aprovecharse de la inocencia de personas vulnerables, como son los niños.
Si los curas cultores de mamón hubieran leído alguna vez el evangelio, encontrarían el párrafo que dice: “…más le valiera colgarse al cuello una piedra de molino y echarse al mar a los que escandalizan a niños o pequeños” (Marcos 9, 42-48).