El acoso judicial ha intensificado el debate sobre cuál debe ser el rol del periodista en la sociedad actual y si para ejercer el periodismo es necesario tener un título académico
Julian Assange podría ser condenado a 170 años de prisión. El Departamento de Justicia de Estados Unidos lo acusa de 17 nuevos cargos por supuestamente vulnerar la Ley de Espionaje, tras la masiva difusión de 750.000 documentos militares y diplomáticos confidenciales en 2010 a través del portal WikiLeaks, del cual es fundador y fue editor.
Según el comunicado oficial, que ha intensificado el debate sobre la libertad de expresión, el ciberactivista australiano es responsable de haber «ayudado a obtener información confidencial sabiendo que podría utilizarse en detrimento de EE. UU. y en beneficio de una nación extranjera».
Assange se encuentra detenido en Londres desde abril pasado, cuando el presidente de Ecuador, Lenín Moreno, le retiró la medida de asilo en la embajada de ese país en la capital inglesa.
Hasta ahora, Washington lo acusaba de conspiración criminal para infiltrarse en sistemas del Gobierno y de haber ayudado al entonces analista del ejército norteamericano Bradley Manning (actualmente Chelsea Manning), a hackear computadoras con información clasificada de la administración estadounidense en 2010.
Esta información formó parte de la mayor filtración de información clasificada del Gobierno norteamericano y permitió conocer las particulares relaciones en el Departamento de Estado, comentarios de sus representantes diplomáticos, escándalos de corrupción y espionaje , así como los excesos y crímenes cometidos por el ejército en Afganistán e Irak.
Con los nuevos cargos relacionados con la Ley de Espionaje, el debate sobre el caso Assange se centra en el alcance de la Primera Enmienda de la Constitución estadounidense, y cómo puede ser vulnerada por el Gobierno de Donald Trump.
«Es una locura», condenó la organización WikiLeaks en un mensaje publicado en su cuenta en Twitter.
«Es el fin del periodismo en temas de seguridad nacional y el fin de la primera enmienda» de la Constitución de Estados Unidos que garantiza la libertad de expresión, agregó.
La acusación «plantea una amenaza directa a la libertad de prensa y al periodismo de investigación«, aseguró Reporteros Sin Fronteras (RSF); mientras que la organización Freedom of the Press (Libertad de Prensa) alertó sobre «un gran peligro para los periodistas».
Libertad de expresión y Primera Enmienda
La Primera Enmienda de la Constitución estadounidense protege los derechos a la libertad de religión y a la libertad de expresión sin interferencia del gobierno.
El fundador de WikiLeaks no cuenta con un título que lo acredite como periodista, pero su labor como comunicador ha sido reconocida por el Centro para la Investigación Periodística, el Premio Sydney de la Paz y el Premio de Periodismo Martha Gellhorn Walkleys en la categoría «mayor contribución al periodismo”.
El hecho de que sea considerado periodista, le permitiría acogerse a la Primera Enmienda, como ya sucedió en el caso de los Papeles del Pentágono.
Durante la década de 1970, The New York Times y The Washington Post revelaron que el Gobierno norteamericano había engañado a la población sobre la Guerra del Vietnam. Los papeles clasificados que se filtraron eran la prueba.
Esta publicación provocó que el analista del Ejército Daniel Ellsberg y The New York Times terminaran en los tribunales. A Ellsberg se le intentó juzgar mediante la Ley de Espionaje de 1917, elaborada durante la Primera Guerra Mundial y pensada contra aquellos que ayudaran a potencias extranjeras, pero los cargos fueron retirados.
Además, el Tribunal Supremo dio la razón al rotativo neoyorkino en una decisión histórica en la que prevaleció la Primera Enmienda y el derecho a la libertad de información.
Esto sentó un precedente para casos futuros como “Watergate”, el escándalo del pinchazo de los teléfonos de las oficinas del Partido Demócrata que implicó a la Casa Blanca y que provocó la dimisión del entonces presidente, el republicano Richard Nixon, en 1974.
El caso se destapó por las revelaciones a dos periodistas de The Washington Post, Carl Bernstein y Robert Woodward, efectuadas por Mark Felt, quien fuera el ‘número dos’ de la Oficina Federal de Investigaciones (FBI), quién reveló la agresiva estrategia de la Casa Blanca para espiar a sus rivales políticos, a reporteros y a cualquiera que consideraran desleal.
En el seno de la prensa estadounidense, el debate se centra sobre cómo una posible condena a Assange puede pisotear la Primera Enmienda.
Dinah PoKempner, abogada jefe de Human Rights Watch, advierte que “pueden sentar un precedente peligroso para el periodismo”. Por su parte, The Associated Press plantea el debate sobre si WikiLeaks hace periodismo o no.
En tanto, The New York Times considera que la justicia podría sortear la Primera Enmienda, acusándole de robar la información y no de publicarla, pero advierte que “siempre existe el riesgo” de que se “viole la Primera Enmienda” con las acusaciones al activista, máxime con una Administración “que etiqueta a la prensa libre como el enemigo del pueblo”.
¿Periodista o no periodista?, he ahí la cuestión
El acoso judicial a Assange también ha intensificado el debate sobre cuál debe ser el rol del periodista en la sociedad actual y si para ejercer el periodismo es necesario contar con un título académico.
El periodista español Antonio Caño reconoce que el ciberactivista australiano tiene derecho a la libertad de expresión y a evitar la extradición a Estados Unidos. Sin embargo, afirma que no debe ser considerado como un periodista.
“Ser periodista, como ser médico, es un hecho, no una opinión. Assange no practica el periodismo, no cumple sus reglas ni acepta sus obligaciones, planteó en un artículo publicado en el diario El País.
Según Caño “los periodistas no roban información legalmente protegida, no violan las leyes de los Estados democráticos, no distribuyen los documentos que les facilitan los servicios secretos sin haberlos verificado”.
Sostiene que para no causas daños innecesarios, “le dan a las personas aludidas la ocasión de defenderse, buscan la opinión contraria a la que sostiene la fuente principal de una información, no actúan con motivación política para perjudicar a un Gobierno, un partido o un individuo”.
El periodista chileno Rodrigo Pinto no concuerda con esta apreciación y explicó a El Ciudadano que los comunicadores tienen en la actualidad un compromiso con lo público y lo político.
Para el también presidente de la Juventud del Partido Progresista, la pregunta que debe hacerse es si los intereses del periodista deben ser «estar del lado de verdad, de la investigación a profundidad, de la recopilación de información a través de fuentes confiables» o «deben responder al capital, a las corporaciones y a los grandes consorcios de medios de comunicación».
Al respecto, destacó la mística periodística de Assange, quien «no se calló y no se guardó la información (clasificada), independientemente de que fuera sobre una potencia como Estados Unidos».
“El caso de un periodista como Assange, y una plataforma de información como WikiLeaks, es un ejemplo de valentía y gallardía frente a las consecuencias de tener en contra a la maquinaria de las potencias, por el hecho de desclasificar y contar verdades que están ocultas”.
A juicio de Pinto, “el periodismo es un oficio y hay que dejarlo muy claro”.
“Algunos no pasan por un filtro académico, pero en la práctica conocen mucho mejor y a cabalidad el deber del ser periodista o fotógrafo. No es necesario un título. Una persona común y corriente puede cumplir la función de informar, comunicar y aportar a la sociedad sin ser periodista”, subrayó.
La importancia de WikiLeaks
El investigador y analista Víctor Hugo Majano lidera el portal web “La Tabla”, ha desenmascarado muchas “fake news” y revelado tramas de corrupción y maniobras políticas e intentos desestabilizadores de la derecha venezolana. En entrevista con El Ciudadano, planteó que el surgimiento de WikiLeaks marcó un antes y un después en el periodismo.
“La aparición de WikiLeaks y el trabajo que ha hecho ha significado una ruptura del concepto de periodismo, ya que ofrece disponibilidad a todos los datos y no solo a una fracción de los datos determinados por un periodista, quien al final tendrá acceso a esa información y seleccionará qué hará público y qué contenidos producirá”, indicó.
«Eso implica el nacimiento de un nuevo tipo de periodismo: el periodismo de datos, en el que como tengo acceso a toda la información, puedo jerarquizar, equilibrar y comparar esos datos con otros, y en función de eso podré elaborar los contenidos», subrayó Majano, ganador del Premio Nacional de Periodismo, mención Investigación, en 2016.
A su juicio, el periodismo de datos constituye una ruptura con el monopolio del conocimiento, que prácticamente reflejaba un pacto entre emisores y comunicadores, quienes se convertían en un intermediario para procesar y divulgar solo lo que interesaba al medio, segmentando la información.
“Este es uno de los problemas del periodismo de datos, mucha información se obvia y se enfoca la búsqueda y la producción de contenidos en determinados intereses. Por ejemplo, si quiero hacerle daño a un sector, publico los datos vinculados con esa área, mientras obvio otros que pueden ser tan relevantes como los que seleccioné”, explicó.
Majano señaló que comunidades de ciberactivistas como WikiLeaks le brindan al público acceso a toda la información, para que pueda poder comparar con el acceso a la fuente original y determinar “si lo que el redactor divulga es cierto o solo recoge una fracción de la realidad”.
Peligros para la libertad de expresión
Si finalmente Assange es deportado a EE. UU. y condenado por la supuesta violación a Ley de Espionaje, este hecho sentaría un precedente peligroso para el ejercicio del periodismo y la libertad de expresión.
“Si Assange va preso por exponer activos de seguridad y, supuestamente, atentar contra la seguridad de Estados Unidos, entonces bajo ese planteamiento deberían ir presos la gran mayoría de los periodistas de investigación”, advirtió Bruno Sgarzini.
El periodista argentino -quien ha trabajado en medios como Telesur y Misión Verdad- indicó que este ataque judicial supone un riesgo para la libertad de expresión, ya que cualquier periodista estadounidense que haga una gran revelación sobre la política exterior norteamericana puede ir a la cárcel.
“De hecho, lo que está empezando a suceder es una lenta, pero progresiva y constante persecución contra las fuentes que filtran los cables de seguridad”, expresó, en referencia al caso de Chelsea Manning, acusada por la Justicia norteamericana por colaborar con Assange.
“La operación está puesta para tratar de deslegitimar a Assange y Wikileaks por distribuir información sensible y estratégica, y para cortar de una vez por todas, mediante una represión muy fuerte, las filtraciones de funcionarios de inteligencia y seguridad estadounidense que cada vez están más descontentos con la política exterior de su país”, señaló Sgarzini, investigador y analista internacional.
Por su parte, Rodrigo Pinto también advirtió que el riesgo mayor es que Washington busca establecer una cancha de acción para todos aquellos que quieran hacer periodismo de investigación y abordar ciertos temas de interés político, que involucran a gobiernos y empresas estatales o que están relacionados con los grupos económicos de poder.
“Es un peligro para la sociedad, porque te marcan los márgenes de acción de lo que puedes y no puedes decir, de cuál es el periodismo tolerable y cuál es el periodismo que no van a tolerar. Es retroactivo para una sociedad globalizada que se judicialice el ejercicio del periodismo y las acciones de personajes audaces como Juian Assange”, afirmó.
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