«Fiscalización» a’la Matthei

Al caer la tarde del martes, al ver a un grupo de jóvenes con chaquetas azules conversando distendidos en la bomba de gasolina, pensé que se trataba del fin de una jornada de estudio de la policía civil

«Fiscalización» a’la Matthei

Autor: Cesarius

Una jornada en que algunos concejales concertacionistas agreden a la Ministra del Trabajo en Coquimbo.

Al caer la tarde del martes, al ver a un grupo de jóvenes con chaquetas azules conversando distendidos en la bomba de gasolina, pensé que se trataba del fin de una jornada de estudio de la policía civil. «Son humanos, jóvenes», pensé. Pero luego, ante los fotógrafos y camarógrafos detrás de la ministra del Trabajo, Evelyn Matthei, comprendí mi error. Habían cesado las risas y el pequeño batallón de ratis, fotógrafos y funcionarios se abalanzaba sobre el bar de Agustinas y Brasil, a esa hora lleno de parroquianos.

Matthei fiscalizaba, dice hoy el boletín de prensa, «en terreno» las condiciones de trabajo en cuatro de algunas decenas de bares y restaurantes que se han alzado en el viejo barrio en los últimos años, y al parecer encontró varias irregularidades; cursó algunas multas, y entremedio hizo campaña: saludó gente, se tomó fotos y videos. Todo bien rápido.

Acompañaban a Matthei los reporteros y camarógrafos de los canales, que no se distinguían en nada de sus colegas de la policía y el Ministerio (estos últimos todos vestidos con una polerita gris con el logo del Gobierno).

Mientras eso ocurría, la mayoría de las personas estaba concentrada en la paliza que el equipo de Universidad de Chile le estaba dando en el estadio Santa Laura al argentino Godoy Cruz, y le dio poca bola a la sonriente ministra, quien aparentemente confundió la celebración de un gol de la U con vítores a su persona y fue, por eso, feliz por un rato.

Quien no fue feliz a partir de ahi es el autor de esta crónica. Se acercan a mi mesa dos jóvenes policías, y para gran sorpresa mía la chica-detective de pantalón blanco me habla en inglés:

– Are you a tourist?

– No I’m not

– You have a visa de residencia permanente?

– No, I don’t need a visa

– ¿Habla español?

– Sí

– ¿Y por qué me habla en inglés?

– Porque usted me habló en inglés

– Su cédula por favor

– No tengo por qué mostrar la cédula

A este punto interviene su compañero:

– Señor, cuando la autoridad pide la cédula usted tiene la obligación de enseñarla

– Eso depende del concepto de autoridad de cada uno, pero se equivoca: la ley dice que usted tiene que tener un motivo para solicitar la cédula, asi que dígame su motivo.

– …

La chica asiente por fin a favor mío y explica, tardíamente conciliadora:

– Estamos haciendo un control de extranjeros

– Yo no soy extranjero, y no veo por qué andan acosando a los extranjeros

– ¿Pedir cédula es acosar?

– Claro…¿por qué me la pide a mí solamente? ¿Por mi aspecto? Eso es racismo

Se van los guardianes de la ley, pero se quedan un buen rato deliberando en la esquina. Mientras tanto, se sucedían dos goles más de la U, y el grupo regresaba de su misión en «terreno» a los autos, para regresar al habitat natural de la señora Matthei, lejos del barrio de fiestas y marihuana: la «fiscalización» había terminado, el fútbol también, igual que mi cerveza.

Qué lejos los bares del barrio Brasil de los campos de Chile, las mansiones de la Dehesa, las industrias, tiendas, bancos, farmacias en las que languidecen millones de chilenos y chilenas sin que nadie se ocupe de sus derechos, a no ser para reducirlos aun más. Sería lindo que la comitiva de Matthei se dejara caer en alguna casa de su propio barrio, de algún conocido suyo, a las 11 de la noche, cuando la nana está lavando los platos de la cena, y dejando todo listo para llevar el desayuno a la cama de los patrones a las 7:30.

Y me imaginaba yo que si la policía cubana escogiera uno entre cien parroquianos de un bar en la calle, un chilenito -y periodista para más remate- para pedirle a él -y sólo a él- su identificación. Me imaginaba, digo, qué dirían mis colegas que anoche, por seguir en manada a la Ministra no repararon en nada de lo que ocurría a su alrededor.

Por Albar I Koke


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