Venezuela sufrió -o aún sufre- uno de sus peores apagones en la memoria reciente esta semana. En algunas regiones del país, desde el jueves 7 de marzo y hasta el momento de redactar esta nota, el servicio eléctrico va y viene, mientras ciertos estados viven a oscuras desde hace casi 90 horas. A pesar de ello, el ambiente que se respira es de tranquilidad.
El Gobierno nacional en sus reportes denuncia que el apagón generalizado, que trajó consigo la caída de las comunicaciones -telefonía e Internet- y del servicio de agua potable son producto de un ciberataque dirigido desde Estados Unidos y con el apoyo de la derecha venezolana. El objetivo: crear caos en la población y provocar la ruptura del hilo constitucional en el país sudamericano.
Desde la oposición, por su parte, sostienen que es consecuencia de la falta de inversión en la infraestructura eléctrica y al mantenimiento diferido. Sin embargo, solo el primero de estos dos sectores -el Estado- ofrece soluciones y explicaciones coherentes, mientras «la idea de una nación extranjera que manipule la red eléctrica de un adversario para forzar una transición gubernamental es muy real«.
Esta última aseveración no es de El Ciudadano, sino de Forbes, una empresa vinculada a las grandes transnacionales y no al Gobierno Bolivariano.
Un trabajo de Kalev Leetaru, un empresario y adacémico estadounidense vinculado al mundo digital, publicado en Forbes analiza la situación que vive Venezuela.
«En 2015 exploré el concepto de «primer ataque cibernético» en el que los gobiernos recurrirían cada vez más a la guerra cibernética por su cuenta o como parte de una guerra híbrida, para debilitar a un adversario, antes de la invasión convencional o para concretar una transición forzosa y negativamente en un gobierno extranjero», reseña el texto.
Generar caos y anarquía
Leetaru explica que interrumpir los suministros de energía y de agua, interrumpir los patrones de tráfico, frenar o interferir con el acceso a Internet, hacer que los hogares inteligentes se desordenen e incluso desencadenar remotamente los derrumbes en las centrales nucleares fueron temas cada vez más discutidos en la comunidad de seguridad nacional (EE. UU.) en ese momento como legítimos y legales. Se trata de tácticas para socavar un estado extranjero.
«En el caso de Venezuela, la idea de que un gobierno como Estados Unidos interfiera de forma remota en su red eléctrica es en realidad bastante realista. Las operaciones cibernéticas remotas rara vez requieren una presencia en tierra significativa, lo que las convierte en la operación ideal de influencia denegable», explica.
En ese sentido, precisa que dada la «preocupación» de Washington por Caracas, «es probable que Estados Unidos ya tenga una presencia profunda dentro de la red nacional de infraestructura de Venezuela, siendo relativamente sencillo interferir con las operaciones de la red».
Leetaru expone que una obsoleta infraestructura de Internet y energía de Venezuela presenta pocos desafíos formidables para ese tipo de operaciones y facilita eliminar cualquier rastro de intervención extranjera.
«Los apagones generalizados de energía y conectividad como el que Venezuela experimentó la semana pasada también sobresalen en el moderno libro de jugadas cibernéticas. El poder de corte en la ‘hora punta’, asegurando un impacto máximo en la sociedad civil y un montón de imágenes post-apocalípticas mediagénicas, encaja perfectamente en el molde de una operación de influencia tradicional«, dice el texto.
El académico agrega que cuando ocurra una interrupción de este tipo en un momento de agitación social, la situación podria salírsele de las manos el Gobierno venezolano.
Táctica silenciosa
Leetaru, por otro lado, recuerda que las interrupciones eléctricas son comunes en Venezuela, probablemente debido a años de mala administración de la red. En estos casos, asegura que las operaciones de influencia están diseñadas para empujar silenciosamente a un país hacia un resultado particular.
«Las antiguas infraestructuras de servicios públicos ofrecen un vehículo perfecto para estas operaciones, ya que la culpa de las fallas de la red generalmente recae en funcionarios del gobierno por no supervisar adecuadamente la infraestructura, incluso cuando es propiedad de empresas privadas. Los ataques cibernéticos contra las empresas de servicios públicos tienen la capacidad de alterar todas las facetas de la vida moderna y generar imágenes mediáticas sin un riesgo indebido para el país iniciador, lo que las convierte en un arma casi perfecta», detalla.
Al juntar todo esto, Leetaru argumenta que aunque el apagón haya sido o no el resultado simple de problemas de infraestructura eléctrica, «la incapacidad de descartar definitivamente a Estados Unidos u otra intervención extranjera, ya sea deliberada o accidental, demuestra el increíble poder del uso de ciberataques para atacar a las empresas de servicios públicos».
«Las interrupciones (eléctricas) pueden hacer que una población se vuelva rápidamente en contra de su gobierno y, al mismo tiempo, hace que sea casi imposible probar definitivamente la intervención extranjera», indicó Leetaru.
Por último, el empresario defiende que «independientemente de lo que realmente sucedió la semana pasada en Venezuela, es probable que los ataques de infraestructura cibernética continúen creciendo como un arma de la guerra moderna«.
El trabajo original de Kalev Leetaru en idioma inglés puede leerse AQUÍ.
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