Expresó que “lo que estamos viviendo ahora, esta segunda arremetida constituyente, es una caricatura, un sainete inventado por la clase política, que creyó que había ganado el 4 de septiembre, rotundamente, como para sentir que podía actuar sin la ciudadanía, absolutamente sola, cometiendo una usurpación flagrante de la soberanía popular”.
Por Francisco Marín Castro
FM.- Profesor, usted ha indicado que este libro constituye “el inicio de su testamento político”. Es un libro de síntesis, de conclusiones: ¿Qué significa este libro en su trayectoria?
GS.-: Bueno, Comencé a estudiar la historia de Chile allá por 1960, cuando el profesor Mario Gongora me invitó a ser su ayudante de investigación (no de cátedra, aclara). Así que ahí comencé a involucrarme en la investigación profunda de los procesos históricos chilenos de larga duración, no del día a día, no la historia de la noticia, sino de los procesos profundos.
Y llevo mas de 63 años investigando, por un lado la historia social, económica, política, local, militar, etcétera, realizando investigación académica, lo más profunda y argumentada posible. Y, a estas alturas, me doy cuenta que los procesos largos ya los he examinado con documentación sólida, y con un bagaje teórico que considero está a la altura. Y, al observar el presente, esta segunda coyuntura constitucional que estamos viviendo, me surgen las conclusiones de todas las investigaciones que estaba haciendo, e inevitablemente me van llegando los datos de una investigación y de otra. Por eso el libro -sobre la Soberanía Popular- es un balance final en relación a esta coyuntura y lo llamé así: Testamento Político.
El historiador señala que, en este contexto, “sin lugar a dudas” se puede aseverar que “lo que estamos viviendo ahora, esta segunda arremetida constituyente, es una caricatura, un sainete inventado por la clase política, que creyó que había ganado el 4 de septiembre, rotundamente, como para actuar sin la ciudadanía, absolutamente sola, cometiendo una usurpación flagrante de la soberanía popular”.
Continúa con su reflexión el autor de Ser niño huacho en Chile: “Claro, en parte, uno puede interpretar (la coyuntura) desde la historia, fácilmente, los grandes procesos dan cuenta de eso, pero al mismo tiempo uno siente la indignación de lo que esta pasando. Por eso que me he puesto a escribir ahora en términos de ensayo histórico, porque el ensayo permite tomar en conjunto lo investigado, hacer un balance sinóptico y, a la vez, escribir pensando en lectores, no en académicos, porque los otros libros los escribí pensando en académicos.
“Y por eso el lenguaje tiene que estar a la altura de a quien se comunica. Uno quiere comunicarse, a esta altura, con ciudadanos, no solo con alumnos o con académicos. Y eso explica porque ahora estoy escribiendo en términos de ensayo. El último libro, sobre los militares, lo escribimos como ensayo histórico, y estos dos libros de la colección Pueblo Ciudadano, también”.
Se refiere primero a El Ejército de Chile y la Soberanía Popular Debate, 2019); luego a La Porfía Constituyente (Ceibo, septiembre de 2022) y al Testamento Político.
“Tal vez no escriba más (sobre el proceso constituyente) -continúa el autor de Labradores, Peones y Proletarios-, porque ahora pienso que, más importante que escribir, escribir, escribir … es llegar a la ciudadanía directamente, oralmente, en deliberación abierta, y eso implica tomar otros rumbos. No solo la escritura técnica, como ensayo, académica… por eso llamo a este libro “testamento”.
Es mi historia personal como investigador. Estoy cerrando un ciclo y ahora mirando al presente desde la historia”.
¿Cómo evalúa usted a la luz de sus investigaciones y escritos sobre los procesos constituyentes, estos hechos en el contexto del presente histórico?
Bueno, esa es una gran pregunta que abarca una cantidad de tiempo y de dimensiones del problema, pero tratando de resumir y ser mas directo, creo que hay tres cosas a tener presente para tratar de comentar lo que preguntas.
Lo primero: a medio camino de realizar mis investigaciones, me di cuenta que el problema central de la historia de Chile, lo medular de nuestra historia, es el proceso constituyente: el proceso por medio del cual la sociedad civil o ciudadanía debería construir el Estado que realice sus aspiraciones, que realice su voluntad política y que le permita alcanzar un grado superior de desarrollo y felicidad.
Los otros problemas palidecen al lado de este problema central, que tiene que ver con la estructura de nuestra vida orgánica como sociedad, que no ha logrado construir el Estado que realmente necesita y quiere. Se han hecho 11 intentos por construir este Estado y todos han fracasado: 1811, 1812, 1818, 1822, 1823, ‘28, ‘33, 1925, ‘80… el ‘22 y ahora el ‘23… ahora estamos en dos intentos por año. Entonces estamos ante un problema no resuelto.
Estamos todavía, utilizando un lenguaje bíblico, en el Libro de los Orígenes, en el segundo o tercer día de la creación, como país.
No hemos resuelto el tema de construcción del Estado. Está claro que ese es el gran problema, todo lo demás se deriva de eso: el problema económico, lo social, lo político, etc. Es una tarea no resuelta porque no hemos sido capaces o nos han obligado a fracasar frente a esa tarea. Eso por un lado.
En segundo lugar, hemos tenido, desde 1830 en adelante, un Estado impuesto por una fracción, una elite, una minoría. Una minoría que se caracterizó por ser una burguesía capitalista mercantil, no una burguesía capitalista industrial.
Hay una profunda diferencia entre el capitalismo mercantil del capitalismo industrial. La izquierda nunca ha hecho esa distinción, habla del capitalismo general, que es perverso, malo y hay que destruirlo. Pero no es así.
El capitalismo es complejo, diverso, cambia, pelea consigo mismo y engaña a medio mundo, porque en un momento tiene una cara y después tiene otra cara. La desgracia nuestra es que este país fue construido por una burguesía mercantil, no industrial. Y la burguesía mercantil tiene unos defectos congénitos demostrados por la historia. La burguesía mercantil gana plata comprando barato y vendiendo caro, entonces no invierte en la producción … no desarrolla las fuerzas productivas, como decía el viejo Marx. Entonces, al comprar barato y vender caro, acumula utilidad neta, dinero sobre dinero, y se va enriqueciendo con dinero en la mano. ¿Qué hace con esa fortuna?, con ese (como lo llamaban antes) gran capital, dinero puro … no lo invierte en desarrollar la producción, lo invierta en cualquier otra cosa y la oligarquía mercantil siempre ha tenido el defecto que le gusta invertir para aristocratizarse, para ennoblecerse, para sentirse una casta superior, internacionalizada.
Un gran historiador, Fernando Braudel, francés, del siglo pasado, lo llamó la traición de la burguesía mercantil al capitalismo, porque en lugar de invertir en el desarrollo industrial, que es el destino, el gran destino del capitalismo, invierte en bancos, en ganancias, en especulaciones, etc… y en su propio desarrollo como clase dominante aristocrática internacionalizada. Por eso hay condes y marqueses en la genealogía chilena, más de 40 en total.
Eso es muy importante porque la burguesía que nos dominó, no fue la industrial, por eso no hemos tenido revolución industrial. Por eso la burguesía mercantil ha destruido tres movimientos de industrialización en Chile. ¡Tres!: A mediados del Siglo 19, a comienzos del 20 y en tiempos de Pinochet mandó cambiar el último intento. Esto es bien importante porque el Estado que hemos tenido, de comerciantes, mercantilista, ha sido un Estado para proteger una elite que no invierte en el desarrollo del país, sino que invierte en el desarrollo de sí misma, con sus socios en el mercado mundial.
O sea, hemos tenido un Estado que no genera desarrollo, ni justicia social, ni genera un desarrollo global de la sociedad. O sea, seguimos siendo subdesarollados, seguimos siendo un país exportador de materias primas, no somos un Estado capitalista puro. La izquierda yerra totalmente en ese sentido, si piensa que nuestro Estado es capitalista puro. Eso es falso.
Por esa razón es que los movimientos ciudadanos, los movimientos populares, han luchado por cambiar la Constitución. Para sacarla de una constitución liberal, no desarrollista, que no integra al capital industrial, que no integra al pueblo en la toma de decisiones. Es un Estado para una elite mercantil que se internacionaliza. De ahí la necesidad de cambiar el Estado.
O sea, la ciudadanía ha hecho 11 intentos por cambiar este Estado, y 11 veces ha sido rechazado por esta elite mercantil, porque esta elite mercantil quiere un Estado liberal (mercantil), pero con un ejército que reprime al pueblo que quiere cambiar el Estado.
El ejército ha jugado un rol, que los técnicos llaman “pretoriano”, es decir: un ejército que no defiende a la nación entera, como nación, sino una parte de la nación contra el resto de la nación. Es un ejército pretoriano, servil, en rigor, es un grupo sicario, un sicariato. Por eso tenemos siempre el problema que el ejército ametrallaba al pueblo chileno, ha defendido a la elite mercantil y al Estado.
Lo tercero, es que llevamos doscientos años en que el pueblo no ha participado en el Estado, no ha tenido una democracia participativa, no ha tenido donde deliberar como pueblo. Al principio, en 1800 tenía el cabildo abierto, local, una asamblea comunal, por así decirlo, autónoma y soberana, pero el cabildo se suprimió, las asambleas provinciales se suprimieron.
Fueron suprimidas por Diego Portales y el pueblo no ha tenido nunca, en 200 años, donde reunirse para tomar decisiones soberanas y participar con una voluntad política también soberana en el proceso político. Entonces nos mandaron a la calle y hemos sido, por 200 años, un pueblo de la calle, cuya única alternativa es patalear, gritar, tirar piedras, es un pueblo maestro actuando en la calle. Somos masa social.
El profesor Salazar alude al hecho que no sabemos -todavía- como organizarnos para crear nuestra propia asamblea constituyente.
Y continúa: “Todos estas variables que yo estudié en detalle, y que ahora te resumo así, concurren a la situación actual. Los políticos diseñando de nuevo, para una oligarquía mercantil, porque lo que hizo Pinochet fue profundizar el Estado liberal, eliminando toda posibilidad de desarrollo, eliminó la industria, destruyó la poca industria que se había construido y dejó el Estado más liberal, más mercantil del mundo.
Todo lo que consumimos, todo lo que se ve aquí (en el estudio) es importado. Menos los libros. Entonces, el consumismo de lo importado no es desarrollo. Por eso el pueblo insiste en querer cambiar la Constitución y ya a esta altura no sabe ni que pedir. Sabe protestar, pero no sabe ni que pedir. O sea, hoy en día la cosa es muy compleja.
De nuevo se está (desde la clase política) defendiendo el viejo Estado liberal, librecambista, amigo del capital extranjero, dependiente del mercado mundial que importa para consumir pero que no desarrolla la industria, eliminó la industria, deja al pueblo afuera, el mismo cuento que se ésta repitiendo por doceava vez.
Entonces, estamos repitiendo la historia. Es como se dice: si un pueblo no conoce su historia, la repite. Pero, ¿qué cabe hacer hoy, después de 200 años del mismo cuento que se repite?
La conclusión que uno saca y es lo que planteo en este libro (el testamento) , es que hoy día, el pueblo no sabe cómo hacer para (concretar) lo que quiere y lo que necesita. Porque, en 200 años, nadie le ha enseñado y nadie le ha permitido hacer lo que necesita. Es de suma urgencia que la ciudadanía se re-eduque, se eduque a sí misma, en soberanía.
Eso, por un lado, y, por otro lado, es evidente que, si no se redacta una Constitución que refunde un Estado no vamos a cambiar de situación. Vamos a seguir repitiendo la misma historia.
Por eso el libro, en la parte final, al observar todo esto, uno se interna un poco en la indignación que es el principio de la dignidad y para caminar hacia la dignidad necesitamos deliberar entre nosotros mismos
¿Qué hacer?
La ciudadanía sigue rechazando la clase política. Eso es importante. Todas las encuestas dicen que hay un 96 por ciento de rechazo hacia los políticos. La encuesta del CEP, de diciembre del año pasado, posterior al rechazo, 96% de rechazo hacia la clase política.
Si un 96% del pueblo está rechazando la clase política, quiere decir que el rechazo gano lo que gano, pero el pueblo sigue rechazando en un 96% a la clase política. Y ese es un dato que indica que ahí pueden venir varias cosas: uno, otro estallido social: dos, otro proceso constituyente elaborado desde las bases: tres, que, en esta situación de impasse, ¿Cual es el rol que toman las FFAA?…
¿Qué va a hacer el 7 de mayo, día de las elecciones constituyentes y por qué?
Bueno, voy a ir a votar porque no quiero que me castiguen a pagar una multa que me han dicho puede llegar a los 600 mil pesos. Yo no pienso gastar eso por esa elección. Voy a ir a votar, pero voy a votar nulo, porque es un voto de protesta, y será un rechazo -que debiera de ser peor que el del 4 de septiembre- a este proyecto de los políticos.
Revisa la entrevista completa en https://tinyurl.com/2m3z8dxx
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