Gran Bretaña: Problemas económicos o bandidismo

Los grandes disturbios ocurridos en varias ciudades de Gran Bretaña en la primera quincena de agosto tienen un trasfondo mayormente económico y social, y no problemas de bandidismo como ha insistido en catalogarlos el gobierno conservador del primer ministro David Cameron

Gran Bretaña: Problemas económicos o bandidismo

Autor: Mauricio Becerra

Los grandes disturbios ocurridos en varias ciudades de Gran Bretaña en la primera quincena de agosto tienen un trasfondo mayormente económico y social, y no problemas de bandidismo como ha insistido en catalogarlos el gobierno conservador del primer ministro David Cameron.

Londres, Birmingham, Manchester y otras importantes ciudades inglesas vieron oleadas de manifestantes, en su mayoría jóvenes, que se lanzaban a las calles, saqueaban comercios y oficinas con miras puestas en la precaria situación económica y social que están padeciendo.

La represión policial no se hizo esperar, mientras Cameron sostenía que no habría ninguna tolerancia con los participantes en los disturbios callejeros.

Cerca de 3.000 manifestantes resultaron detenidos y cientos heridos por la furia policial. Como ejemplo de escarmiento, dos jóvenes fueron condenados a penas de cuatro años de cárcel por usar las redes sociales para incitar a un motín al que nadie asistió, una sanción que varios abogados han tildado de extrema pues ese delito no conllevaría ni tan siquiera la privación de libertad.

Datos del Ministerio de Justicia indicaron que el total de reos en Inglaterra y Gales ha llegado a su máximo alcanzado hasta ahora: 86.654, y que con las rápidas condenas a los participantes en los disturbios se puede generar una crisis penitenciaria a largo plazo.

Ya en la primera quincena de noviembre de 2010, más de 50.000 jóvenes ocuparon las calles de la capital y un centenar penetró en la sede del Partido Conservador para rechazar la subida de las matrículas universitarias.

En esa ocasión, los jóvenes enfurecidos rompieron ventanas y penetraron en el vestíbulo del edificio ubicado en la 30 Millibank, a orillas del Támesis, en el céntrico barrio de Westminster.

Ese mismo noviembre vio aparecer numerosas manifestaciones decretadas por los sindicatos ingleses que rechazaban las medidas económicas impuestas por el gobierno conservador de los Tories, las que Alan Jhonson, portavoz del Partido Laborista, calificó de injustas e insensatas.

Aunque al parecer la reciente revuelta se ha ido aplacando, todos comprenden que el ambiente en el país es bastante tenso con posibilidades de volver a estallar en cualquier momento.

El premio Nobel de Economía, el estadounidense Joseph Stiglitz había pronosticado, en julio de 2010, el fracaso que conllevaría la aplicación de los recortes presupuestarios en esa nación europea, que se pusieron en vigor en noviembre de ese año.

Stiglitz, profesor de economía y finanzas en la Columbia Business School señaló al diario inglés The Independent, que la propuesta presentada en junio de 2010 por el ministro de Finanzas, George Osborne, provocaría una recesión profunda y afectaría a millones de británicos. El tiempo le dio la razón.

Con la entrada en vigor de las reducciones, al estilo de la más extrema política neoliberal, la mayor afectación fue directa al corazón del gasto público con graves consecuencias para los estratos sociales más desfavorecidos del país.

Las rebajas son radicales y alcanzan hasta el 40% de los presupuestos de algunos ministerios para un período de cinco años, es decir, mucho más del 10% al 25%, que había anunciado el jefe de Finanzas del gobierno.

Antes de poner en marcha las medidas se desató una extensa campaña propagandística por parte de la Oficina de Responsabilidad Fiscal (ORF) creada por el gobierno conservador.

La ORF sentenció que para 2015 la deuda acumulada estaría en los 2.000 millones de dólares y los intereses a pagar a los acreedores rebasarían los 100.000 millones de dólares anuales.

Los Tories están empeñados en eliminar gastos por 80.000 millones de libras (126.000 millones de dólares) hasta el final de la legislatura en 2015, los cuales afectan directamente a las capas pobres.

El paquete puesto en marcha determina: aumento del impuesto al consumo del 17,5% al 20%; congelación de los gravámenes municipales; tributo a los bancos por unos 2.000 millones de libras; subida de impuestos al capital en posesiones no empresariales tales como segundas casas; recorte del subsidio a la vivienda; reducción del 40% de los gastos de algunos Ministerios.

Reducción de los subsidios sociales por 18.000 millones de libras (28.000 millones de dólares), con lo cual los conservadores se encaminan a desmantelar el Estado de bienestar social instaurado tras la Segunda Guerra Mundial.

Con las fórmulas neoliberales en acción, la propia Oficina de Responsabilidad Presupuestaria señaló que se perderán 1.200.000 puestos de trabajo, lo que aumentará la tasa de desempleo en la nación a casi el 10%. A la par, los subsidios a los desempleados, se reducen a una sola categoría de trabajo.

En cuanto a la educación, cada vez pasa a ser una posibilidad alcanzable solo para las clases ricas de la sociedad. En el caso de las matrículas universitarias se triplicaran sus costos pues pasaron de un tope de 2.390 libras a 9.000 libras (14.000 dólares), cifra que no podrán pagar más del 60% de los estudiantes que no encuentran trabajo y tienen que depender de lo que puedan darles sus familiares.

Ciertamente con las medidas de autoridad impuestas por el gobierno de David Cameron aumentará la tasa de desempleo, bajará el monto de recaudación por impuestos, disminuirá la actividad económica por la contracción en las inversiones, caerá la venta mercantil a la población, recortará los ya débiles programas sociales, elevará la pobreza dentro de la población y no habrá suficiente dinero para pagar la deuda pública.

En resumen, la culpa de las revueltas que han estremecido a Londres y otras importantes ciudades de la otrora antigua primera potencia económica y política mundial, la tienen las drásticas medidas neoliberales dentro de un sistema social cada vez más obsoleto.

Hedelberto López Blanch
Rebelión


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