Henri Falcón, excandidato presidencial y fundador del partido político Avanzada Progresista en Venezuela, desembolsó recientemente 200.000 dólares para hacerse de los servicios del lobby político canadiense Dickens&Madson, y con ello de su director Ari Ben-Menashe, un excolaborador de los servicios de inteligencia israelíes y participante confeso del caso Irán-Contra.
Falcón terminó como el segundo más votado en las elecciones de 2018, evento que ganó el actual presidente de Venezuela, Nicolás Maduro.
El exalcalde de Barquisimeto, capital del estado Lara ubicada al centro-occidente de Venezuela, de la cual también fue gobernador, cargos a los que llegó gracias al apoyo popular que giraba entorno al presidente Hugo Chávez, obtuvo en esos comicios un total de 1 millón 927.958 votos, muy por debajo de los 6 millones 248.864 que adjudicaron a Maduro como Jefe de Estado.
Recientemente el excandidato presidencial, odiado por la oposición radical por supuestamente legitimar el proceso electoral que los partidos tradicionales de derecha decidieron abandonar y no participar en 2018, respondió a la pregunta si le gustaría volver a ser candidato y en una entrevista a BBC Mundo dijo lo siguiente: «No se trata de una cuestión personal, sino de devolverle la gobernabilidad al país».
La respuesta hace pensar que Falcón pareciera no tener intenciones de volver a candidatearse, pero en realidad lo que afirma es que él se aduce como la única opción para «devolverle la gobernabilidad al país«.
Esa postura de Falcón se enmarca a una posición que tiene una parte de la oposición autodenominada como ‘sensata’ y ‘democrática’ en Venezuela, que no reconoce ni simpatiza con el extremismo de derecha que representa la figura de Juan Guaidó -dedicado a buscar salidas violentas e inconstitucionales, como crear un fallido Estado paralelo con el apoyo de Washington- y al mismo tiempo rechaza al Gobierno que encabeza Maduro.
Esa retórica de ser un candidato «distinto», una especie de «tercera vía» y «alternativa» del «consenso», desligada del Gobierno Nacional y de la oposición radical, es parte de su campaña por la Presidencia desde la candidatura hacia las elecciones de 2018.
En aquel momento, Falcón se mostraba con el lema de ser la opción de la ‘Concertación por el Cambio’, que se definió como «una alianza política abierta, inclusiva, con una propuesta verdadera y real con soluciones para los grandes desajustes económicos que atraviesa el país».
Tal grupo estaba acompañado de distintos dirigentes políticos de la derecha conservadora venezolana, referenciada en nombres como Claudio Fermín, Felipe Mujica, Luis Augusto Romero, Julio César Pineda, Timoteo Zambrano, Luis Fuenmayor Toro, Enrique Ochoa Antich y Rafael Simón Jiménez, entre otros.
Todos quieren para mostrarse como «una alianza política que promueve una solución pacifica donde se pueda construir una ruta, con todos los sectores comprometidos con el país, que reclaman hoy respuestas a las necesidades más sentidas: medicinas, comida, canal humanitario, restitución del aparato productivo».
Falcón quiere ser el candidato del ‘consenso’ para Rusia y EE. UU.
Las aspiraciones de Falcón finalmente no se diluyeron en el resultado de 2018. Al parecer su deseo de convertirse en Presidente de la República sigue intacto, pero ahora la misión es convencer a dos poderosos lobbys de poder político y económico: Rusia y Estados Unidos.
Para tal fin, el excandidato presidencial contrató los servicios del misterioso asesor y director de la firma Dickens&Madson: Ari Ben-Menashe, quien tiene amplio portafolio de trabajo ampliamente reconocido en el mundo -amado y odiado-, donde ha sido lobbysta (promotor político) para distintos tipos de negocios y regímenes de gobierno.
Menashe es un «judío-iraní» de 68 años nacido en Teherán, definido por la BBC como un hombre de gran influencia «en el mundo de la inteligencia global», con un perfil «misterioso» y que además de ser excolaborador de los servicios de inteligencia israelíes; fue representante del expresidente de Zimbabue, Robert Mugabe y recientemente asesor de la junta militar que gobierna de facto en Sudán y del autodenominado Ejército Nacional de Libia.
Otro dato importante, es que Ben-Menashe estuvo implicado en el caso Irán-Contra, mismo que dirigió el actual «enviado especial de Estados Unidos para Venezuela», Elliott Abrams, (uno de los jefes de Guaidó y miembro del looby proisraelí estadounidense) cuando vendieron armas, de manera ilegal, a grupos contrarios a la Revolución Islámica para intentar frenar el movimiento, que finalmente no pudo ser disuelto.
En aquel momento Abrams aprovechó su cargo de asistente especial del Presidente, Ronald Reagan, y director del Consejo de Asuntos del Cercano Oriente y Norte de África para realizar los negocios del Irán-Contra.
El ahora director contratado por Falcón, también salpicado por el escandaloso caso mencionado, ahora tendrá la función y misión de promover a su cliente como «una solución democrática» para resolver las diferencias entre la oposición radical y el Gobierno venezolano.
La información sobre la contratación de Menashe por 200.000 dólares, la dio a conocer el portal estadounidense Politico, que reseñó que la firma canadiense tiene la misión de «convencer a los gobiernos de Estados Unidos, Rusia y otros de que lo apoyen» de que Henri Falcón es el ‘candidato del compromiso’ para la Presidencia de Venezuela».
Esto implicaría que el lobby que debe realizar Menashe necesariamente necesita tocar las altas esferas de poder tanto en el gobierno de Donald Trump (Estados Unidos) como en el de Vladimir Putin (Rusia).
Según el texto, Falcón sería presentado como la «fórmula para desbloquear una situación política atascada en el pulso entre Maduro y Guaidó».
«La firma se dispone a cabildear al Poder Ejecutivo y/o al Legislativo del gobierno de Estados Unidos y sus agencias en apoyo a los esfuerzos del partido político Avanzada Progresista para elegir a Henri Falcón como Presidente de Venezuela», detalla el documento presentado al Departamento de Justicia estadounidense, que también especifica que el valor del contrato asciende a 200.000 dólares, explica Politico.
¿Qué hay detrás del ‘misterioso’ Ben-Menashe?
Un reporte de la BBC describe a Ben-Menashe como “un viejo conocido en el mundo de la inteligencia global”.
Su trascendencia en temas conspirativos alrededor del mundo se evidencia en los correos filtrados por Wikileaks en 2012, cuando en varios de ellos es mencionado por la compañía de inteligencia estadounidense Stratfor, misma que ha asesorado y aplicado estrategias para derrocar al Gobierno venezolano y ha sugerido planes como el saboteo al sistema eléctrico, aplicado con mayor ahínco este año en Venezuela, y también formó y asesoró a Juan Guaidó y otros miembros de la extrema derecha para generar practicas sediciosos, en ellas se incluye la creación del Estado paralelo.
En uno de esos correos, un periodista israelí señala a Ben-Menashe como “un estafador” y advierte al jefe de seguridad de Stratfor que debería mantenerse “alejado de él”.
Ben-Menashe tiene gran influencia en los círculos dedicados a la seguridad en Israel. De hecho, desde 1977 comenzó a trabajar en la AMAN, la agencia de inteligencia militar israelí, donde, según contó años después, su carrera se vio favorecida por su dominio de los idiomas inglés, árabe y persa.
Dos años después, en 1979, cuando la Revolución de los Ayatolás triunfó en Irán, fue muy útil para la inteligencia israelí, ampliamente interesada en sabotear ese movimiento en su país natal.
Según su propio relato, fue como agente Israelí que se vio envuelto en el caso conocido como Irán-Contra; y luego en 1989 fue arrestado en Estados Unidos al ser acusado de intentar vender tres aviones de transporte a los iraníes.
Luego de salir en libertad, develó parte de su trabajo con los israelíes. Dijo que en 1980, durante el gobierno de Jimmy Cartes, fue uno de los asistentes a las negociaciones secretas para posponer la liberación de los rehenes estadounidenses en la embajada de su país en Irán.
Sobre ese evento denunció que miembros del Partido Republicano, entre ellos George Bush padre, se reunieron en secreto con dirigentes del gobierno iraní para que los rehenes no fueran liberados antes de las elecciones, lo que habría favorecido las aspiraciones de reelección del entonces presidente Jimmy Carter frente a las del candidato republicano, Ronald Reagan.
Sin embargo, una comisión de investigación de la Cámara de Representantes de Estados Unidos que lo interrogó largamente concluyó que el relato de Ben-Menashe era una «total invención».
Además, su versión de la historia como agente secreto está en su libro «Profits of War: Inside the secret U.S-Israeli Arms Network», («Los beneficios de la guerra: dentro de la red secreta de armas de EE.UU. e Israel», en español), publicado en 1992.
Luego, en 2002 el antiguo agente secreto volvió a los titulares al estar envuelto en un turbio episodio en plena campaña electoral en Zimbabue.
Morgan Tsvangirai, líder de la oposición, fue acusado de intentar asesinar al presidente del país, Robert Mugabe, y juzgado por traición poco antes de unas elecciones en las que las encuestas lo situaban con ventaja.
La prueba de cargo contra Tsvangirai fue la grabación de una reunión con Ben-Menashe en la que se habló de «eliminar» a Mugabe, quien había contratado al exagente israelí, que para entonces ya se había instalado en Canadá y montado allí su firma de cabildeo.
Pese a que Mugabe es una figura controvertida y se le ha acusado de violaciones a los derechos humanos y crímenes contra la humanidad, Ben-Menashe dijo en una reciente entrevista al programa Newshour de la BBC que se sentía «orgulloso» de haberlo representado.
En la actualidad Ben-Menashe ha estado vinculado a distintos conflictos políticos en África y Medio Oriente.
Jalifa Hafter, quien comanda el autodenominado Ejército Nacional de Libia y que en la pasada primavera lanzó una ofensiva contra la capital del país y el precario gobierno de unidad nacional allí instalado con apoyo de Naciones Unidas, contrató a Ben-Menashe para contar con su asesoría.
De igual forma lo hizo la junta militar que gobierna Sudán desde la caída del presidente Omar al-Bashir en abril pasado, con la misión de lograr “una cobertura periodística favorable y reconocimiento de los gobiernos de los países occidentales”.
Ben-Menashe confirmó que esa junta le pagará 6 millones de dólares, “entre otras cosas”, si logra conseguirles una reunión con Donald Trump.
«Ellos quieren que se establezca un nuevo gobierno encabezado por un economista de prestigio que ponga orden en la economía», dijo recientemente Ben-Menashe, que señaló que su colaboración obedece al deseo de los uniformados de «explicar lo que están haciendo y cuáles son sus objetivos».
Detalles del contrato con Falcón
La contratación de Ben-Menashe por Falcón, busca mejorar la reputación del excandidato en Washington y Moscú y se da justamente después de que presentara un programa “social” que llamó «petróleo por alimentos», en el que Venezuela recibiría “ayuda humanitaria” a cambio de crudo para “así reducir el impacto sobre la población de las sanciones impuestas por Estados Unidos”.
Sin embargo, la contratación de Ben-Menashe aún resulta un poco turbia, pues otro asesor de Falcón, el economista Francisco Rodríguez -residenciado en Estados Unidos y uno de los autodenominados Harvard Boys-, denunciados por el Gobierno de Venezuela de participar en una red que busca adueñarse de los bienes de Petróleos de Venezuela y su filial Citgo en territorio estadounidense que representan al menos 30.000 millones de dóalres.
Rodríguez aseguró que la inclusión de la “aspiración presidencial” en los documentos filtrados por Politico, se debió a un «error administrativo», y realmente lo que buscan es “una solución pacífica a la crisis política, humanitaria y económica de Venezuela”.
Sin embargo, Falcón insiste por su parte que «hay que hacer nuevas elecciones en Venezuela” y agrega que su partido lo que ha hecho es «contratar de manera legal unos servicios profesionales y de representación en el exterior, igual que hacen otras muchas formaciones políticas venezolanas».
Habrá que esperar que evolucione el contrato de Falcón con Ben-Menashe y sobre todo la misión que tiene para convencer sobre las aspiraciones del camaleónico político venezolano que aspira satisfacer y estar al mismo tiempo con Dios y con el diablo.