Cada viernes por medio, desde el 28 de junio hasta el 15 de noviembre, se llevan a cabo en el Departamento de Filosofía del ex Pedagógico (UMCE) las sesiones del Laboratorio Procesual “De Izquierda(s): performatividad y conflicto”. Organizado por el Grupo de Trabajo Diagrama, su propósito es que se discutan diversos tópicos teóricos relacionados con el devenir histórico y político local. Se invita a estudiantes, investigadores, militantes, gestores culturales, filósofos, teóricos del arte, artistas y público en general a presentar trabajos o intervenir en las sesiones.
El laboratorio procesual está organizado por el Grupo de Trabajo Diagrama, colectivo (post)universitario donde confluyen personas provenientes de diversas disciplinas de trabajo, formando un grupo heterogéneo y transdisciplinar. El año pasado realizó el coloquio sobre Imagen y política en la UMCE y Universidad Arcis, el encuentro de perfomances AFP en un colegio en toma de Macul y una serie de actividades en el Departamento de Filosofía del ex Pedagógico (UMCE). Este año el grupo está abocado a la realización del Laboratorio “De izquierda(s): performatividad y conflicto” que convoca a estudiantes, investigadores, militantes, gestores culturales, filósofos, teóricos del arte, artistas y público en general, a presentar trabajos de investigaciones en curso o a intervenir libremente en las sesiones que se desarrollarán. Este laboratorio está sujeto a una discusión en torno a los distintos ejes y tópicos que han articulado teoría crítica y su vinculación con el devenir histórico y político local. Con ello, a grandes rasgos, se pretende instalar la pregunta por lo político, en estricta relación con una deconstrucción de las condiciones histórico, sociales, telemediáticas, cotidianas, locales, sexuales, virtuales, etc.
CIRCULAR DEL LABORATORIO PROCESUAL
La crítica – tanto performativa como discursiva – que se situó en Chile, corresponde a la fisura y trazo de un devenir político, en directa relación con una data, una singularidad, o más bien a la sobrevivencia de ésta. La data, el acontecimiento, se presta a ser leído pero con una distancia muy clara a lo acaecido el 2003 cuando se cumplían 30 años del golpe de Estado. Aquel año la conmemoración rondó, por una parte, en un debate crítico que consumó aquellos tópicos y trazas que guardaban sintonía con el trabajo de duelo, la memoria, la derrota y la desaparición; por otro lado, el oficialismo de la época trataba de conjurar cualquier espectro posible, y con esto, dar fin al trauma, hacer duelo de lo perdido y cerrar aquello que la sociología local denominó “transición”. Este año, vemos un cambio cualitativo, no existe ni una ni otra afección, dando a entender que el país ha sido sacudido políticamente. Por esta razón, nos parece necesario insistir en la data, pues el golpe de Estado sigue siendo el acontecimiento fundante que circunda y enmarca nuestra “contemporaneidad”. El acontecimiento es este: 40 años que pudiesen bien ser formulados como 40 años de instalación empresarial y bancaria que en su matriz fundacional montó la dictadura y que posteriormente fue gestionada por los gobiernos de la Concertación.
Lo que estamos llamando, en esta circular, teoría o pensamiento crítico, se constituyó en una demarcación que situaba su borde algo “más a la izquierda” de lo que oficialmente se denominó “la” izquierda como tal. No basta más que recordar una oposición nominativa al proceso jurídico-económico e histórico-político llamado “transición a la democracia”, dicha oposición nominativa y crítica se pensó deconstructivamente bajo el término de “postdictadura”. La irrupción de esta escena de discusión se instaló bajo la siguiente constelación contextual: entre una izquierda política/representacional/partidista que desde los 90 se mantuvo dividida en el oficialismo concertacionista (socialismo renovado) y una izquierda extraparlamentaria, donde convivía el Partido Comunista, pero también residuos de los brazos armados de la izquierda como el MIR o el FPMR. De ahí que la izquierda crítica e intelectual pervivió por fuera de ambos polos, desarrollando un pensar que tematizaba conceptualidades como las del “trabajo del duelo”: duelo por la pérdida de un pensamiento de izquierda que llegó a su fin con el golpe de Estado; duelo por las desapariciones, la muerte y la tortura; duelo por la imposibilidad del habla en el escenario de la catástrofe y la desolación total, etc. Dicha cuestión habría donado el tono de una luctuocidad en el pensar de lo postdictatorial. Con ello, en palabras del filósofo Patricio Marchant, el “golpe a la lengua” significaba, a groso modo, una caída de las categorías con las cuales la izquierda había basado el accionar de su praxis (Estado, Historia, Pueblo, Revolución, etc). Es en este sentido que el país abrazaba un nihilismo político de la mano de la gestión neoliberal, operando desde un Estado republicano totalmente en ruinas, lo que funcionaba en paralelo con una crisis de las categorías que solventan un pensamiento político emancipatorio.
Las movilizaciones sociales estalladas en el 2011, que no fueron sino el relámpago de una movilización que se contuvo por casi 20 años, se encuentran instaladas en una tensión. Entre el paso a una política representacional, no sólo de sus antiguos dirigentes sino que también de sus demandas, y por otro lado en el pliegue infinito de la multitud en las calles. Sin más creemos que la “muchedumbre”, la “manada”, la “multitud”, son la escena que nos constituye y que de cierta forma asedia cualquier trabajo especulativo o teórico que se puede hacer en términos políticos. Por esta razón, si este escenario, estos 40 años, o del 11 de septiembre que no ha dejado de ocurrir, puede ser definido como el despliegue total de la mercantilización, que no sólo anega el estrato estudiantil y las parcelaciones de la vida gestionadas al vaivén de la acumulación, sino y ante todo, ha anegado lo político sin más. Es desde este frente que la pregunta por la existencia de un pensamiento de izquierda se nos hace pertinente en la performance de su desborde. La(s) izquierda(s), la desplazamos en esta circular, como un resto vacilante, que al modo de una insistencia resiste tanto a las totalizaciones del sentido como a la maquinaria de la representación soberana que intenta gesticular la inminencia de su aparecer. Ahí donde decimos izquierda(s) vemos un flujo que escapa a todo intento de gobierno o de capitalización precisa, lo que a su vez remite a que izquierda(s) es el nombre para la irrupción de lo menor bajo todos sus devenires. Sin embargo, el planteamiento que intentamos abrir se formula de la siguiente manera: esta concepción de una política de izquierda(s) contendría, en principio, una exigencia. Esta exigencia es un mínimo, un mínimo de articulación, así como de un mínimo de organicidad y representación. Este mínimo entra en directa discusión con la teoría crítica local (que tematizó el fin o la caída de la representación) pero también con estos 40 años de (pos)soberanía bancaria y gestional. Lo que a su vez significa entrar en total relación con la derrota del único proyecto político de izquierda acaecido en Chile, la Unidad Popular.
OBJETIVO DEL LABORATORIO
El diagnóstico a modo de encuadre antes descrito es la escena que interpelará incansablemente los múltiples vectores del laboratorio estableciéndose con eso su carácter procesual.
El objeto se desprende a partir del acontecimiento de las movilizaciones estudiantiles y sociales, pues creemos necesario abordar esta reconfiguración política bajo un desplazamiento de los presupuestos en los que pervivió el pensamiento y la teoría crítica en Chile, dado que ellos, como instancia crítica y reflexionante guardan más de una relación con el entramado de los modos de subjetividad que hoy yacen en juego. Estos presupuestos tienen relación, entre una multiplicidad siempre exhaustiva, con una filosofía del acontecimiento, con las firmas de la deconstrucción, con el enfoque de la biopolítica y el análisis de la gubernamentalidad, con las teorías de lo minoritario en general (postfeminismo, diferencia sexual, crítica cultural, subalternismo e indigenismo, etc), así como la problematización entre arte y política, la indiferenciación entre obra y crítica o entre imagen y pensamiento, etc. Del mismo modo es necesario atender al respiro que nociones como las de “resto”, “montaje”, lo “espectral”, el “choque de los modos de producción”, el “pensamiento del otro”, las “fronteras de exclusión/inclusión” y “los modos de (de)subjetivación”, así como el psicoanálisis y la semiótica en general, tendrían como remanente usual y catálogo obligado para repensar el estado de cosas de nuestra actualidad.
PROPUESTA DE TRABAJO
El laboratorio procesual tiene como modus operandi la instalación permanente de un espacio de discusión. Ahí donde decimos procesual pensamos en un cambio permanente a nivel cualitativo del mismo laboratorio, como un espacio de movilización continua. Cada eje contará con sesiones de desarrollo donde en cada sesión se contará con uno, dos o tres exponentes, que darán cuenta de su trabajo investigativo. Sin embargo, estas intervenciones estarán supeditadas a las condiciones mismas de posibilidad que el laboratorio estará promoviendo. Es decir, pensamos al laboratorio como un espacio de movilización en el sentido que los discursos y prácticas que se discutirán en cada uno de las sesiones armarán un trazo que instigará las sesiones ulteriores. De esta manera, el formato del laboratorio no estará modulado bajo el formato de conferencia o seminario, sino que como un espacio estrictamente de exposición y discusión. Cada expositor será también oyente, y todo oyente estará en la posición potencial de ser un expositor.
Las sesiones estarán abiertas a todo público y se están realizando viernes por medio, desde el 28 de junio hasta el viernes 15 de noviembre en la Escuela de Filosofía de la UMCE.
Cualquier propuesta de trabajo, consulta o requerimiento, dirigirse al mail [email protected]
laboratorioprocesual.wordpress.com
GRUPO DE TRABAJO DIAGRAMA