Jacques Lagas: el olvidado héroe chileno de la revolución cubana

De Arturo Fernández Vial pasamos a Marmaduke Grove; continuando con la serie dedicada a militares chilenos “progresistas”, democráticos, constitucionalistas, dejamos con ustedes al piloto Jacques Ernesto Lagas Navarro, el héroe olvidado de la Fuerza Aérea Rebelde cubana y de Playa Girón

Jacques Lagas: el olvidado héroe chileno de la revolución cubana

Autor: Wari

De Arturo Fernández Vial pasamos a Marmaduke Grove; continuando con la serie dedicada a militares chilenos “progresistas”, democráticos, constitucionalistas, dejamos con ustedes al piloto Jacques Ernesto Lagas Navarro, el héroe olvidado de la Fuerza Aérea Rebelde cubana y de Playa Girón.

La portada de Memorias de un capitán rebelde (1964), del piloto chileno Jacques Lagas Navarro, hace referencia a la bandera rojinegra del Movimiento 26 de Julio, la guerrilla que liberó a Cuba de la dictadura de Batista en 1959. Quien llegara a ser capitán de la Fuerza Aérea Rebelde (FAR) de Cuba y héroe de Playa Girón, fue un uniformado que se identificó con el planteamiento libertario del socialismo chileno.

En abril de 1961 La Habana debió enfrentar un intento de invasión proveniente desde los EUA, traducido en el masivo desembarco de tropas irregulares en sectores costeros. En este ataque, la aviación cubana jugó un destacado papel en la búsqueda de la superioridad aérea y la expulsión de los intrusos, y dentro de ella brilló un piloto chileno que, por sus acciones de guerra, alcanzó el estatus de Héroe de Playa Girón. Esta es su historia.

Lagas, oriundo de Iquique, fue marino, militante socialista y aviador comercial. Jacques Lagas se entrenó en EUA para volar B-26, y luego de servir en compañías civiles locales, fue contratado por Cuba en 1959 para formar nuevos pilotos, por la escasez de éstos. Combatió en Bahía Cochinos piloteando un B-26 como sustituto del Jefe del escuadrón de Bombarderos Silva Tablada; realizó 8 misiones (el 5° lugar por cantidad). Luego pasó a trabajar en Cubana de Aviación. Más tarde se fue de Cuba, y se mató en Chile en un accidente aéreo, el 25 de mayo de 1971.

EL ÚLTIMO VUELO

Cuando recién había recogido el tren de aterrizaje, elevado a cien metros de altura, el viejo Curtis C-46 (en la foto) acusó una falla en su hélice derecha. Una falla que la detuvo en seco. La nave de carga de la empresa Alfa, con dos tripulantes y dos pasajeros a bordo, había despegado a las 4:23 de la madrugada desde Los Cerrillos y tres minutos después, ante la porfía de un motor, se precipitaba en los terrenos del fundo Vista Alegre, a dos kilómetros del aeropuerto.

La primera cuadrilla de rescate presenció un espectáculo aterrador. Aún sujeto a la butaca del avión, que se había partido en dos y ardía en llamas, estaba el piloto Edgardo Osses. Había muerta de forma casi instantánea. Los otros tres que iban a bordo seguían con vida, pero sus cuerpos humeaban y se retorcían en el campo. Uno de ellos era el piloto chileno Jacques Lagas Navarro, ex capitán de la Fuerza Aérea Rebelde de Cuba y protagonista de los combates aéreos que derivaron en la derrota definitiva de las fuerzas anticastristas, que moriría horas después en la Asistencia Pública.

Su muerte, ocurrida el 25 de mayo de 1971, fue cubierta por la prensa chilena, pero pasó inadvertida en Cuba. Aunque su papel había sido decisivo en los combates de Playa Girón y Bahía Cochinos, al punto de ser condecorado por Fidel Castro, el piloto chileno se desencantó tempranamente y volvió renegado a su país, tras una penosa pugna con la oficialidad.

A 38 años de su muerte el hombre ha sido olvidado casi por completo. En Cuba fue borrado de la historia oficial; y acá, pese a que es de los pocos pilotos chilenos, sino el único, que ha peleado en una guerra de verdad, no engalana panteón alguno.

A Jacques Lagas, hijo de inmigrante holandés, nacido en Iquique en 1925, no hay dónde ubicarlo. Fue expulsado de la Marina y de Lan Chile lo despidieron por sumarse a una huelga. Militó en las filas del Partido Socialista y abrazó solidariamente la causa de la Revolución Cubana. Y aunque murió convencido de que había que defender esa revolución, gustoso habría peleado después contra Fidel.

SU PROPIO AVIÓN

Si hoy se conocen las hazañas de Jacques Lagas es porque él mismo se ocupó de que no se olvidaran. A su retorno a Chile, en 1962, comenzó a escribir un libro que publicó dos años después con el título de Memorias de un capitán rebelde. Narrado con pluma segura, en caliente, y la frente en alto, es un valioso documento histórico que no deja títere con cabeza. Ni siquiera a su autor: la guerra dejó traumas que se fueron agravando con su progresivo desencantamiento.

A Cuba llegó a principios de 1959, una vez que Castro conquistó el poder, y de los chilenos que se enrolaron en la Fuerza Aérea Revolucionaria -FAR- fue el único piloto que entró en combate directo. Los dos primeros años estuvo dedicado fundamentalmente a misiones de instrucción y transporte, pero en abril de 1961, con la invasión estadounidense de Bahía Cochinos, y ante la escasez de pilotos de guerra, pasó a la primera línea.

En esos días Lagas mostró valor, aparte de ingenio. El historiador aeronáutico Iván Siminic, uno de los pocos que se han ocupado del personaje, escribió que frente al desastroso estado de la flota aérea castrista, el piloto construyó un particular B-26 (en la foto), a partir de aviones dados de baja, un modelo de bombardero sin bombas, «cuyo único armamento consistía en seis ametralladoras de calibre .50 en la nariz, cuatro a estribor y dos a babor». Y para hacerlo más suyo, en el fuselaje gravó su nombre y rango, una bandera chilena y el lema ‘Por la razón o la fuerza’ distintivo dentro de un rayo rojo. Con este aparato, que bautizó El Caballo –igual que el apodo dado a Fidel Castro-, se lanzó a la gloria.

En su libro escribe que un día voló sin escolta, «en un cielo infestado de aviones enemigos que, según nos enteramos después, eran 16 en total. Dieciséis contra uno. La cosa era seria». En otra batalla se enfrentó solitario a una flota de 13 barcos. «Era cosa de locos, y yo era más loco, por intentarlo», escribió. Se habituó a esquivar y recibir fuego amigo y enemigo (ambos bandos tenían el mismo modelo y color de avión), y al término de nueve misiones exitosas, varias heroicas, el piloto chileno, junto a seis cubanos y un nicaragüense fue condecorado por Fidel Castro. El honor le duró poco.

PENOSO RETRATO

Terminada la batalla final, Lagas empezó a tener serios problemas con algunos compañeros, particularmente con aquellos que, según el libro, ascendían y copaban los primeros puestos sin haber disparado un tiro. O peor: que habían sido leales a Batista. El mérito empezó a ser partidista, acusa, y a medida que era pasado a llevar y el régimen se abanderizaba con Moscú, su antibolchevismo se tornó crónico.

En sus memorias cita varios hechos que en su óptica fueron afectando la honra y ética militar de las FAR, pero de sus quejas se adivina que la desilusión se originó en asuntos más personales que políticos. Así, las desavenencias derivaron en lo que describe como una «persecución sistemática y organizada» en su contra.

El retrato que hace de sí mismo es penoso, a veces patético. Oficialmente siguió siendo capitán de las FAR, de uniforme verde oliva, galones y pistola al cinto, pero en los hechos terminó viviendo encerrado en un departamento de La Habana, ahogando sus penas en alcohol. Dos veces intentó suicidarse, y una cubana, que sería su esposa y madre de sus dos hijos llegó a salvarle la vida.

Los últimos meses de este período se los pasó escribiendo cartas a Ernesto Che Guevara y Raúl Castro -quienes nunca acusaron recibo- y haciendo guardia en las oficinas de Punto Cero para intentar entrevistarse con Fidel, a quien recuerda «rodeado de su cohorte de aduladores y guardaespaldas». Un día, por cansancio, este lo recibió, y ahí Lagas, según cuenta, le soltó todo, que cientos de ex combatientes habían sido «vejados y humillados» por no estar afiliados al PC cubano, que habían sido víctimas de «injusticias y canalladas», que la FAR estaba maleada. Fidel lo escuchó atento y terminó ofreciéndole una casa y un auto para que se tomara unas buenas vacaciones, pero el chileno, a esas alturas, no quería más guerra.

En diciembre de 1961 el piloto volvió a Chile y fue recibido como un mito viviente, asistiendo a cuanta cena y acto se organizó en su honor. Pero Lagas no estaba para homenajes; quería acción, y a principios de 1962 volvía a la isla dispuesto a terminar la tarea. «Había que recuperar esa revolución, costase lo que costase», escribió.

Mientras, sus memorias ya estaban listas para ser publicadas. Después de pasar por los «expertos» del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas y los de la policía política cubana (G-2), el documento «se vio reducido en dos terceras partes». Pero aún le faltaba el censor del Partido –entonces Aníbal Escalante-, que quería arrancarle otro trozo, porque todavía presentaba «lagunas políticas». Luego de un áspero intercambio de criterios, Lagas le espetó: «¿Qué sacamos, compañero Escalante, con decirle al mundo que aquí existe completa libertad de prensa, en circunstancias en que usted hace censurar todo lo que se dice, se piensa y se habla en este país? ¿Quiere acaso hacer la historia a su manera?».

Sin duda daba en el clavo. Como suele suceder, las peripecias de la censura ayudaron a enriquecer el libro, junto a los numerosos testimonios de lo que en Cuba ocurría y que negaban los principios en que se había educado el aviador. Finalmente, por su negativa expresa, por la vergüenza que significaba el esqueleto informe en que habían convertido su obra, el público natural al cual estaba destinada nunca la leyó.

Cuando Memorias de un capitán rebelde llegó a las manos del lector chileno, ya aquel hombre valiente, que se había brindado de manera absolutamente voluntaria a participar en los combates de Playa Girón, a volar los viejos B-26 que otros pilotos rehuían, había regresado a su patria, no sin antes enfrentar enormes obstáculos. La herida de Cuba nunca le cicatrizó, aunque murió amando, en su esposa y su hijo, a la tierra de las palmas y los sufrimientos.

ÚLTIMOS DÍAS

No queda claro qué pretendía hacer exactamente de vuelta donde no lo querían,: con suerte consiguió un puesto menor en Cubana de Aviación. Lagas, el héroe de Playa Girón (foto), era porfiado y demoró unos ocho meses en darse cuenta que había ido a perder el tiempo. a enfermarse de los nervios y ganarse más problemas que no terminaron una vez que estuvo de vuelta en Chile, a fines de 1962.

Se separó de su mujer, quien partió a vivir a Miami con sus dos hijos y se encerró a llorar sus penas en un departamento de la calle Londres. Su sobrino, Ariel Lagas, recuerda que llegó a pesar 40 kilos y que tuvo que ser rescatado por su hermano René, padre de Ariel, para que no se perdiera. «Estaba mal el tío», dice el sobrino, que vivió con él y guarda su bitácora y unas pocas fotos de su época de gloria.

No se conservan imágenes de sus últimos días, pero es seguro que estaba un poco mejor. Jacques Lagas Navarro había vuelto a volar, y aunque estaba en una compañía menor y era copiloto, ya no pedía más. En su caso, después de todo lo vivido, la cosa era esa: morir con las botas puestas.

RECONOCIMIENTO COMUNAL

En 2008, en la comuna de Los Cerrillos, se bautizó a una calle con el nombre del piloto civil chileno Jacques Ernesto Lagas Navarro (de destacada participación en la Fuerza Aérea Rebelde en la Cuba de los años ’60, especialmente durante los acontecimientos de Playa Girón, también conocidos como Invasión de Bahía Cochinos).

El lugar elegido es adyacente al sitio donde el 25 de mayo de 1971 cayó el avión Curtiss Commando C-46 matrícula CC-CAZ, hecho en el cual encontrara la muerte Lagas y su tripulación, y en el cual se instaló (o renovó) también un monolito con placa recordatoria (en la foto) con los nombres de las víctimas de ese luctuoso hecho, mismo que da origen al reconocimiento logrado a través del otorgamiento del nombre a dicha vía pública.

EXTRACTOS del libro Memorias de un capitán rebelde:

El 19 de abril de 1961, vuelo mi avión de combate sobre el pueblo de Playa Girón. Había despegado por tercera vez en ese día a las 16:50 horas. Recuerdo las instrucciones que he recibido antes de elevarme: «el enemigo se hace fuerte en el mismo pueblo de Playa Girón, y hay que liquidar esa batalla antes de que caiga la noche; de los contrario pueden reembarcar o recibir repuestos al amparo de la oscuridad».

Llamo a mi bombardero: «mire Cuadrado, tome nota tranquilamente. Vamos a bombardear a 6.000 pies de altura. De sur a norte, con una velocidad de 250 millas por hora; el viento es del norte de 15 nudos. No hay deriva. ¿Entendido bien? -Sí Capitán, copiado todo correcto- Recuerde- agrego- o pone las cuatro bombas en el pueblo, o le parto la siquitrilla llegando a la base… Cuadrado, lo que ve directamente adelante y pegado a la costa es Girón. Desde aquí ya se puede apreciar el pueblo, la pista y el camino, ¿lo ve?- Si jefe… Por el intercomunicador me llega la voz tensa de Cuadrado: «-cuatro bombas fuera, capitán, Cayeron medio a medio en el pueblo-agrega a media voz, a lo mejor sintiendo lo que habíamos hecho.

Miro hacia Girón. El pueblo no se ve; está envuelto en una inmensa nube blanca que se eleva a más de dos mil pies de altura. Las cuatro bombas de 500 libras cada una hicieron blanco directo. Son las 17:35 horas del miércoles 19 de abril de 1961. Según supe después el enemigo se rindió incondicionalmente a las 17:40 horas de ese mismo día. Exactamente cinco minutos después del bombardeo.

El 19 de abril de 1962 y a pesar de que ya estaba curado de espanto, casi me caigo del asiento en la cafetería Marakas, al ver las fotografías de los destrozos que yo había ocasionado en Playa Girón, cuando bombardée dicho pueblo por orden de Fidel, el miércoles 19 de abril de 1961, a las 17:35 horas, como producidos por efectos del «brutal bombardeo del imperialismo yanqui». Aparecían las fotografías acompañadas de grandes titulares de la Revista Verde Olivo, en los periódicos Revolución y Hoy. Miraba atónito, incrédulo y asombrado las fotografías. No podía dar crédito a los que estaba viendo. Engañar y mentir de esa manera caía ya en lo ridículo. Miles de hombres habían sido testigos de aquellos trágicos y sangrientos bombardeos.

De repente vino a mi mente la conversación sostenida con el camarada César Escalante, cuando insinuó insistentemente que cortara la parte de mi libro en la cual yo relataba ese hecho. Ahí estaba por fin el verdadero motivo por el cual mi libro había sido censurado totalmente.

Nuevamente la mentira, el engaño y la burla cruel que se hacía al pueblo de Cuba, al permitir que viudas, huérfanos y adoloridas madres, depositaran ofrendas florales en esos falsos monumentos, productos de nuestras propias bombas y que se atribuían al imperialismo yanqui, para exasperar a los pueblos del mundo. El asco y la repugnancia que tal procedimiento me produjo, se transformó en complejo de culpabilidad y complicidad. Decidí de ese instante, hacer lo inhumanamente posible para abandonar Cuba y contar al mundo LA VERDAD HISTÓRICA…

Por Jacques Lagas (Chileno, capitán del Ejército Rebelde, piloto de Combate de las FAR cubanas y Héroe de Playa Girón)

Varios personajes importantes de la revolución cubana que han roto con la dirigencia bolchevique no se fueron a Miami y siguieron fieles al ideario del Movimiento 26 de Julio. Entre ellos podemos mencionar a Carlos Franqui, quien rompió con el castrismo definitivamente en 1968, al oponerse a la invasión del Pacto de Varsovia sobre Checoslovaquia. A los 88 años, hoy vive exiliado en Puerto Rico.

FUENTES:

Cristóbal Peña /La Tercera, 2006

Iván Siminic /El observador aeronáutico, 2006-2008/ Fotos: Juan Carlos Velasco

Miguel Cabrera Peña /Cubaencuentro.com, 2003

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