Je suis Charlie Chaplin

“La lectura del Corán es repugnante

Je suis Charlie Chaplin

Autor: Arturo Ledezma

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“La lectura del Corán es repugnante. Desde que nace, el islam se distingue por su voluntad de someter el mundo. Su naturaleza, es someter…»

(Michel Houellebecq, citado el 31 de agosto de 2001).

Nada justifica un asesinato, aún menos un asesinato masivo cometido a sangre fría. Lo que ha ocurrido en París, a comienzos de enero, constituye un crimen absolutamente inexcusable.

Decir algo semejante no contiene nada original: millones de personas piensan y sienten de la misma manera. Sin embargo, a la luz de esta horrible tragedia, una de las primeras preguntas que se me ocurren es la siguiente, a pesar del profundo disgusto experimentado por los asesinatos, ¿es obligatorio identificarse con las acciones de las víctimas? ¿Tengo que ser Charlie porque las víctimas eran la encarnación suprema de la ‘libertad de expresión’, como ha declarado el presidente de la República? ¿Soy Charlie no solo porque soy un ateo secular, sino también por mi antipatía fundamental hacia las raíces opresoras de las tres principales religiones monoteístas occidentales?

Ciertas viñetas publicadas en Charlie Hebdo, que he visto hace mucho tiempo, me parecieron de mal gusto. Solo unas pocas me hicieron reír, ¡pero ese no es el problema! En la mayoría de las viñetas sobre el islam publicadas por el semanario durante la última década, he percibido una irritación manipuladora que se proponía seducir aún más a los lectores, obviamente no musulmanes.

La reproducción por Charlie de las caricaturas publicadas en la revista danesa me pareció espantosa. En 2006, ya había percibido como una provocación pura el dibujo de Mahoma portando un turbante combinado con una bomba. No se trata de una caricatura contra los islamistas, sino de una estúpida amalgama del islam con el terrorismo, ¡es equivalente a identificar el judaísmo con el dinero!

Se ha afirmado que Charlie, arremete imparcialmente contra todas las religiones, pero es mentira. Ciertamente, se burla de los cristianos y, a veces, de los judíos. Sin embargo, ni la revista danesa, ni Charlie se permitirían (afortunadamente) publicar una caricatura presentando al profeta Moisés, portando kipá y flecos ceremoniales, con el aspecto de un astuto prestamista, sobrevolando la esquina de una calle. Es bueno que en la sociedad que en estos días se denomina «judeocristiana» (sic) ya no debería ser posible diseminar públicamente el odio a los judíos como sucedía en un pasado no demasiado lejano. Estoy por la libertad de expresión mientras me opongo al mismo tiempo a la incitación racista.

Admito, gustosamente, que tolero las restricciones generalizadas impuestas a Dieudonné por su «crítica» y sus «chistes» contra los judíos. Por otra parte, me opongo positivamente a los intentos de controlarlo físicamente. Y si, por casualidad, algún idiota lo ataca, no me espantaré demasiado… pero no llegaré a enarbolar una pancarta con la inscripción «yo soy Dieudonné».

En 1886, se publicó en París La France juive de Edouard Drumont. Y en 2015, el día de los asesinatos cometidos por los tres idiotas criminales, aparece bajo el título de Soumission la France musulmane, el libro de Michel Houellebecq. El panfleto La France juive fue un auténtico éxito de ventas a finales del Siglo XIX. Incluso antes de su aparición en las librerías, ¡Soumission ya es un éxito de ventas!

Estos dos libros, cada uno en su época, han gozado de una considerable y calurosa cobertura en los medios de comunicación. Hay, ciertamente, diferencias entre ellos. Entre otras cosas, Houellebecq sabe que, a principios del Siglo XXI, ya no es aceptable generar temor ante una amenaza judía, pero que sigue siendo fácilmente aceptable vender libros implicando una amenaza musulmana. Alain Soral, menos hábil, no ha comprendido las «reglas», y por este hecho se le margina en los medios. ¡Tanto mejor! Houellebecq, por otra parte, ha sido invitado, con mucha fanfarria, a aparecer en el codiciado programa de las 8 de la noche (journal de 20 heures) de la televisión pública francesa, mientras su libro es simultáneamente responsable de diseminación del temor al islam.

Un mal viento, un fétido viento de peligroso racismo, ronda por Europa: existe una diferencia fundamental entre el cuestionamiento de una religión o de una creencia dominante en una sociedad y el ataque o a la incitación contra la religión de una minoría dominada. Si desde el seno de una sociedad «judeomusulmana» [no menos ridícula que la etiqueta judeocristiana] en Arabia Saudí, en los Emiratos del Golfo, hay un mar de fondo de protestas y advertencias contra la religión dominante que oprime a miles de trabajadores, y millones de mujeres, tenemos la responsabilidad de apoyar a los manifestantes perseguidos. Ahora, como sabemos perfectamente, los dirigentes occidentales, lejos de alentar a los e sabe perfectamente, dirigentes occidentales, lejos de alentar a los «voltairenses y russonianos» en Medio Oriente, mantienen su total apoyo a los regímenes religiosos más represivos.

Por otra parte, en Francia o en Dinamarca, en Alemania o en España, pobladas por millones de trabajadores musulmanes, frecuentemente obligados a realizar los peores trabajos, en la parte baja de la escala social, es necesario mostrar la máxima prudencia antes de criticar al islam, y sobre todo no ridiculizarlo de modo grosero.

Actualmente, y sobre todo después de esta terrible masacre, mi simpatía va hacia los musulmanes que residen en guetos adyacentes a las metrópolis, quienes corren considerable riesgo de convertirse en las segundas víctimas de los asesinatos perpetrados en Charlie Hebdo y en el supermercado Hyper Cacher. Sigo tomando como referencia el ‘Charlie original’: el gran Charlie Chaplin, quien nunca se burló de los pobres y de las personas con menos formación.

Además, y sabiendo que lo que uno escribe siempre ocurre en un contexto, ¿cómo no presentar el hecho de que, durante más de un año, hay tantos soldados franceses presentes en África para «combatir a los yihadistas», cuando no se ha realizado ningún debate serio en Francia sobre la utilidad o el daño de esas intervenciones militares? Al gendarme colonial de ayer, que tiene una responsabilidad indiscutible en el patrimonio caótico de fronteras y regímenes [arbitrarios], se le «hace volver» hoy para reinstalar «la ley y el orden» mediante su gendarmería neocolonial contemporánea.

Francia se unió a la coalición militar en Irak, junto al gendarme estadounidense responsable de la enorme destrucción del país sin haber expresado jamás el más mínimo pesar y participa en los bombardeos de las bases del Estado Islámico. Aliada con la «ilustrada» dirigencia saudí y otros ardientes partidarios de la «Libertad de expresión» en Medio Oriente, [Francia] preserva las fronteras de la partición ilógica que ha impuso hace un siglo según sus intereses imperialistas. La llaman para bombardear a los que amenazan las preciosas reservas de petróleo cuyo producto consume, sin comprender que al hacerlo invita al riesgo de ataques terroristas en el corazón de la metrópolis.

Pero, en realidad, es posible que ese proceso se comprenda bien. El Occidente ilustrado no puede posiblemente ser una víctima ingenua e inocente, como adora presentarse. Por supuesto, para que un asesino mate a sangre fría a gente inocente y desarmada es necesario ser cruel y perverso. Pero es necesario ser hipócrita o estúpido para cerrar los ojos ante los hechos que han creado los fundamentos de esta tragedia.

También es prueba de una ceguera que más vale que comprendamos: este conflicto aumentará aún más si no trabajamos todos juntos, ateos y creyentes, para abrir caminos verdaderos de vida conjunta sin odiarnos mutuamente.

Shlomo Sand es autor del libro How I Stopped Being a Jew [Cómo dejé de ser judío], Verso, 2014. En noviembre de 2014 a le negaron la oportunidad de hablar en una Universidad en Francia (fuente de la libertad de expresión). La UJFP resume el asunto aquí .

Una versión anterior de este artículo se publicó en la web de la Union Juive Française pour la Paix   y se reprodujo en Mediapart . Traducido del hebreo al francés por Michel Bilis y al inglés por Evan Jones.

via Rebelión


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