Apenas dos días después de la entrada en vigor del alto al fuego entre Israel y Hezbollah, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) han lanzado un nuevo ataque en el sur de Líbano, poniendo en entredicho el verdadero compromiso de las partes para cesar el conflicto. Este reciente bombardeo sobre un almacén de cohetes de Hezbollah, en la localidad de Shebaa, refleja la fragilidad del acuerdo y la inestabilidad de la tregua. El pretexto ofrecido por Israel —una supuesta «actividad terrorista» detectada en la zona— resulta insuficiente para justificar una violación tan evidente del pacto alcanzado, que debía proporcionar un respiro a una región devastada por más de un año de combates.
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El ataque no solo cuestiona la sinceridad de Israel en cumplir con los términos del alto al fuego, sino que también parece ser una táctica premeditada para mantener la tensión en la región. No es la primera vez que las FDI atacan en medio de un acuerdo de cese de hostilidades, pues se han reportado otros incidentes de fuego abierto contra vehículos y personas en la zona fronteriza. Estas acciones no solo tensan las negociaciones de paz, sino que ponen en peligro la seguridad de los civiles libaneses que, según el mismo ejército israelí, aún no deben regresar a sus hogares debido a la presencia de tropas en el sur de Líbano.
El acuerdo, que contaba con el respaldo de Estados Unidos y la comunidad internacional, tenía como objetivo crear un periodo de transición de 60 días para que el Ejército libanés retomara el control del territorio invadido por Israel, mientras las fuerzas hebreas se retiraban gradualmente. Sin embargo, los recientes movimientos militares israelíes parecen apuntar a una estrategia de mantener el control territorial bajo la excusa de combatir amenazas terroristas, lo que erosiona la confianza en un proceso de paz sostenible.
El ministro de Defensa de Israel, Israel Katz, ha sido claro al ordenar «acciones enérgicas» para evitar el retorno de Hezbollah a las aldeas del sur de Líbano, lo que sugiere una política de agresión continuada más que un compromiso real con la paz. Estas maniobras, lejos de desmantelar la infraestructura militar de Hezbollah, podrían estar provocando una reactivación del conflicto, generando un círculo vicioso de violencia que condena a la región a la inestabilidad y el sufrimiento.
La comunidad internacional, especialmente los garantes del acuerdo, deben tomar una postura más firme frente a las violaciones cometidas por Israel, que no pueden seguir siendo justificadas como «medidas preventivas». El éxito de esta tregua depende de la voluntad real de las partes para cumplir los compromisos establecidos, y de una presión diplomática que frene cualquier intento de sabotaje a la paz.
Si Israel continúa con su política de ataques bajo el pretexto de autodefensa, la tregua no será más que un espejismo, y el sur de Líbano seguirá siendo un campo de batalla donde los civiles paguen el precio más alto.
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