A las 20:23 horas del 26 de julio de 1952, en el Hospital de Avellaneda, Buenos Aires, el cáncer de útero acabó con la vida de Eva Duarte de Perón, Primera Dama argentina y adalid de los «descamisados», como se conocía en aquel entonces a los pobres y necesitados y por los que luchó incansablemente. El final de su vida señaló también el nacimiento de un mito, el de cómo una niña pobre se convirtió en una de las mujeres más poderosas del siglo XX, un ícono de la cultura popular argentina elevado a cuotas cercanas a la santidad, al menos para algunos. Para otros, Evita Perón representa el mejor ejemplo de una mujer que supo explotar sus atributos femeninos para lograr sus metas.
Nacida en Junín, un empobrecido pueblo de la Pampa, el 7 de mayo de 1919, María Eva fue la menor de cinco hermanos, todos hijos naturales de Juana Ibarguren y su amante, un rico estanciero (latifundista) llamado Juan Duarte, del que los cinco vástagos cogieron el apellido. En su acta de nacimiento y, como era costumbre en aquellos tiempos, fue registrada como «hija ilegítima», un apelativo discriminatorio que ya en su etapa como Primera Dama, luchó para derogar, aunque no se consiguió hasta dos años después de su muerte. La pobreza fue también una asidua visitante en el hogar de Juana, especialmente cuando Juan falleció en 1926 y tuvieron que abandonar la casa que él les había proporcionado. El hecho de ser hija ilegítima siempre fue una carga de vergüenza social para Eva, y pronto buscó la forma de escapar a su oscuro pasado.
Cautivada por las estrellas de cine de la época, la joven soñaba con imitarlas y hacer fama y fortuna en el mundo del espectáculo. No muy buena estudiante, Evita si destacaba cuando se trataba de organizar y actuar en las fiestas del colegio, especialmente declamando poesía. A sus maestras les contaba que quería irse a Buenos Aires para ser actriz, nada anormal entre las adolescentes de muchos lugares del mundo.
Como suele suceder con las vidas de famosos, los hechos se confunden con la leyenda y es muy difícil separarlos, sobre todo cuando se sabe que el personaje en cuestión manipuló algunos documentos para borrar o acomodar su biografía a una que estuviese más de acuerdo con la imagen que quería representar. Por ejemplo, ya en el poder, Evita cambió su acta de nacimiento para quitarse tres años de vida, y cambió su apellido por Ibarguren a Duarte. Asimismo, su llegada a la Capital está envuelta por el misterio, y hay dos versiones contradictorias.
Según algunos biógrafos, cuando Eva tenía quince años, Agustín Magaldi, un apuesto cantante de tango apareció por el pueblo y ella no dejó pasar la oportunidad, seduciéndolo y convenciéndolo de que la llevara consigo a Buenos Aires. Otros sostienen que nunca se ha encontrado ningún registro de dicha actuación en Junín y la misma hermana de Eva afirma que no hubo ningún hombre y que viajó acompañada de su madre. Lo que sí queda claro es su llegada a la Capital el 3 de enero de 1935, a la edad de 15 años.
A pesar de que pronto encontró pequeños papeles en los teatros de la ciudad, Eva tuvo que vivir los primeros meses de la ayuda que consiguió. Su situación económica no mejoró hasta que empezó a trabajar de modelo y apareció en diversas revistas y reportajes. La radio le dio también su oportunidad, y Evita encontró el éxito participando en las muy populares radionovelas de los años treinta. Fue en esa época cuando decidió teñir sus negros cabellos para convertirse en rubia, identidad que mantendría hasta su muerte.
Su ascenso por la escalera de la fama convirtió a la joven estrella en invitada asidua a fiestas y eventos de sociedad, no muy diferente a lo que sucede ahora. Muchos hombres llevaron del brazo a la atractiva actriz. Entonces, el 22 de enero, durante una gala de premios organizada por la Secretaría del Trabajo, Eva Duarte conoció al Coronel Juan Domingo Perón. Alto, apuesto y viudo desde 1938, Perón había accedido al gobierno después del golpe de estado de 1943. Su inclinación política hacia el socialismo (fue agregado militar en la Italia de Benito Mussolini, cuyo régimen fascista admiraba y definía como «un ensayo de socialismo nacional, ni marxista ni dogmático») y sus contactos con las centrales sindicales le habían convertido en una estrella en ascenso en la política Argentina. Al flechazo entre los dos aspirantes pudo haber contribuido que Eva también se había involucrado en el activismo político, llegando incluso a ser una de las fundadoras de la Asociación Radial Argentina, sindicato del que fue elegida presidente poco después de conocer a Perón. Para febrero, Eva y Juan Domingo vivían juntos.
La relación le vino muy bien a la actriz. Gracias a la intervención de su nuevo amante, Eva consiguió que le doblaran el sueldo en más y mejores papeles en la radio, incluyendo un programa que difundía y alababa las políticas sociales y laborales implementadas por la Secretaría del Trabajo, a cargo de Perón. Todo parecía irle muy bien a la pareja, hasta que la convulsa situación de la Argentina dio un vuelco a su destino.
El 8 de octubre de 1945 un nuevo golpe de estado dio con los huesos de Perón en la cárcel y todo parecía que su carrera política había terminado. Pensando más en Eva que en su futuro, Perón escribió una carta a un amigo militar prometiendo retirarse para casarse e irse a vivir «al diablo», tan pronto como lo liberaran. El 22 de octubre cumplió parte de su promesa firmando el acta de matrimonio en Junín y dos días después sellaba la alianza en una ceremonia católica en la ciudad de La Plata. Ahora Eva Perón era una mujer «legítima».
Pero la pareja no se olvidó de la política, todo lo contrario, y tres meses después Perón era elegido Presidente, no sin la ayuda de su atractiva esposa, que fue la primera mujer de un político argentino en participar en una campaña electoral.
Es innegable la influencia que Evita tuvo en el desarrollo político e ideológico de la presidencia de su marido, especialmente en lo concerniente a los derechos de los trabajadores y los de las mujeres. Entre los logros más significativos, podemos mencionar la ley que equiparaba los derechos jurídicos entre hombres y mujeres y el voto universal. En 1949, Evita fundó el Partido Peronista Femenino y poco después ella misma redactó el artículo 37 de la Constitución de 1949, en el que se aseguraba la igualdad jurídica de los cónyuges y la patria potestad, aunque esta fue derogada en 1955, después de un nuevo golpe de estado y la equiparación de derechos no volvió hasta 1985.
No obstante, la actividad que le granjeó más adeptos fue la que desarrolló a favor de los más pobres, de aquellos que vivían en los márgenes de la sociedad, de los «descamisados», como solía llamarlos cariñosamente. En 1947, después de una gira por Europa, Evita organizó una campaña de ayuda social que desembocó en la creación de la Fundación Eva Perón, dirigida a socorrer a los estratos más necesitados, niños, ancianos y mujeres solteras, como había sido su propia madre. La fundación construyó hospitales, escuelas, asilos y otorgó becas y ayudas a la vivienda. Todavía hoy existen numerosas instituciones médicas y de asistencia que llevan el nombre de su admirada benefactora.
Evita tuvo sus críticos, principalmente aquellos que se oponían a que una mujer tuviese un papel público tan destacado, pero también los que ponían el dedo en la llaga sobre su actitud maternalista y, peor aún, el cuidado que ponía en su imagen física, acudiendo a actos benéficos vestida en abrigos de pieles y enjoyada hasta la coronilla, lo cual no dejaba de ser una «hipocresía». Las críticas no impidieron que los sindicatos la propusieran como candidata a la vicepresidencia en las elecciones de 1951, la primera vez que las mujeres podrían, no solo votar en Argentina, sino también ser elegidas. Sin embargo, Evita rechazó la candidatura.
Es muy probable que su negativa se debiera a su estado de salud, que ya le había dado más de un susto. A principios de 1950 se le detectó un cáncer de cuello uterino que la fue debilitando poco a poco y limitó sus apariciones públicas. En noviembre de ese mismo año, fue intervenida quirúrgicamente por un médico norteamericano y se le sometió a un tratamiento de radioterapia. Pero eso no evitó que en julio de 1952 entrara en coma y falleciera el día 26.
Su cuerpo fue embalsamado y el gobierno declaró un luto nacional de 30 días, pero el dolor de la nación argentina no fue tan fácil de paliar, y el pueblo la convirtió en la imagen misma de la santidad.
Evita Perón nació en la pobreza, siendo el infortunio y la deshonra sus más fieles acompañantes en sus primeros años. Sus logros en la ayuda a los desamparados le consiguieron la gloria y la fama que el mundo del espectáculo le había negado. Posiblemente, haya estado más allá de quienes quieren ver en ella una mujer despiadada; permanecen, de todos modos, sus obras.