Por mucho que se quiera escamotear el sentido de los porcentajes del último sondeo de la Universidad Diego Portales, ahí se configura una porfiada realidad: de manera general la percepción de los encuestados apunta a un desfase entre los cambios prometidos en campaña y apoyados por los ciudadanos, y las tibias reformas que se están impulsando con mucha alharaca en un año de Gobierno de Bachelet II. O lo que es casi lo mismo: que en la Nueva Mayoría sigue vivita y coleando el espíritu de la Concertación. Por eso los encuestados tienen más confianza en el movimiento estudiantil que lucha (23%) que en el Gobierno y en su ministro de Educación (19,8%). (*)
Pero donde el sondeo UDP muestra la pusilanimidad del Gobierno para realizar cambios estructurales en educación, es cuando “56% de los encuestados considera que los colegios particular-subvencionados deberían pasar a ser del Estado”; que “48% considera que no deberían haber colegios particulares sino sólo públicos” y que “59% considera que todas las universidades debieran pasar ser del Estado”.
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Caramba.
Lo menos que puede decirse es que estos porcentajes revelan una disposición ciudadana al cambio que cualquier gobierno inteligente y consecuente con su retórica sabría aprovechar para realizar transformaciones estructurales auténticas en educación.
Lo que falta es voluntad para hacerlos. Pero cuando los torpedos vienen del frente interno …
Ahora bien, lo que hay son reformas de cocina, de baja intensidad. Estas se arreglan en su tiempo, según el clima político de la coyuntura, tras cada ofensiva derechista-mediático-empresarial. Así se maneja y termina por acotar el carácter de las demandas populares. Además, la derecha deja en claro que la Nueva Mayoría no es una fuerza política capaz de cumplir con lo prometido (lo propio de la política sería “hacer creer” más que realizar). Que es fácil trabarla y que la cúpula DC es un aliado táctico y estratégico en el trabajo de zapa, como lo fue el 73, y que es mejor que esté en la Nueva Mayoría, para frenar los ímpetus de algunos.
Por dónde se la mire y adónde sea, la actual Nueva Mayoría sigue consensuando y transando las reformas y demandas exigidas por la ciudadanía con el estridente bloque de derecha-mediático-empresarial. O como en el caso de las demandas históricas del magisterio, dándoles la espalda. No es el juego de la democracia: es el juego de los intereses de los grupos de poder.
Eso que se designa como “falta de claridad” o conducta errática de la coalición bacheletista y sus ministros, es el resultado consabido y con retraso en el tiempo político de un pacto electoral que no dio cabida a un proyecto programático asumido y compartido. En parte, porque las fuerzas políticas hegemónicas en la NM son alérgicas al conflicto político con sus oponentes. Y en ese marco la DC es funcional a un proyecto de estabilización del modelo.
Y si muchos pensaron que la presencia del Partido Comunista era una garantía de respeto de las demandas y del programa, los hechos muestran que el PC pacta y se somete. Que sus representantes en el mundo social como en la CUT o en el movimiento de profesores impiden la movilización por la conquista de derechos. El PC cumplió con lo prometido: “la gobernabilidad (a Bachelet) se la entrega el partido” (dixit: Camilo Ballesteros). El partido de Teillier siempre termina subordinándose a la resultante del juego de fuerzas internas que se expresa en la línea conciliadora, apoyada por El Mercurio, de Bachelet-Peñailillo-Eyzaguirre-Arenas-Girardi-Andrade, etc.
El espíritu de la política de los acuerdos con la ultraderecha (UDI, RN y satélites) ha estado presente en la reforma tributaria, en la reforma educacional y laboral; ya se sabe que también está en “la reforma laboral” (la gran conjura de la ministra DC Javiera Blanco con el empresariado cuenta con la “indiferencia” de Bárbara Figueroa), en las reformas a la Constitución pinochetista y en la negociada que viene de los sistemas de previsión y de salud.
El juego político persiste desde eso que llamaron “transición”. Y cada vez que el capitalismo mundial se sacude por sus contradicciones internas, las clases dominantes cierran filas detrás del gran empresariado. El discurso del chantaje a quienes deben trabajar para vivir de un salario y saldar sus deudas cobra un renovado vigor.
Este tipo de política negociada, que no es un misterio para un gran sector del pueblo chileno, beneficia a los de siempre. Según el sondeo de la UDP, un 35,2% de los encuestados sostiene que las políticas del Gobierno de la Nueva Mayoría-Bachelet beneficiarán a la clase alta. A esto se agrega, como lo indica la encuesta, que el 2009, al finalizar el primer gobierno de Bachelet, el 53,5% de los encuestados señaló que sus políticas beneficiaban a la “clase baja”. Ahora, en noviembre 2014, un 42,9% de los consultados afirma que el principal beneficiario de la reforma tributaria será la clase alta.
Este fenómeno se llama de manera elegante “decepción de las expectativas ciudadanas” o políticas de colaboración de clase, para ser expedito.
Aquí no hay cambios estructurales; se está procediendo a ajustes dentro del modelo que generan fricciones entre quienes han lucrado y quieren seguir haciéndolo, pero se mantiene su dinámica general que consiste en concentrar la
riqueza y generar desigualdad. Más que avances, hay mucha declaración para confundir. La retórica ha reemplazado a la acción efectiva. De otra manera el sistema no aguanta.
La encuesta de la UDP expresa ese rechazo a la imagen televisiva y al sensacionalismo que se sustituye al análisis, mientras los periodistas son despedidos por COPESA y PRISA. A la política de la elite y a la institucional; no a la que se hizo en el 2011 desde la calle con movilización social que obligó a las elites partidarias del PC, PDC, PS, IC y PPD a hablar de “cambios estructurales” para acceder al Gobierno, pero muy conscientes, que en el camino arreglarían la montura, se dijeron. Había que evitar una “explosión de las expectativas” se le sermoneaba a la misma candidata Bachelet.
El ambiente enrarecido es lo propio de la política binominal y del espectáculo para la galería. Así pues, mientras que el pleno DC —dicen— que desautorizaba a Gutenberg Martínez en su arremetida contra el círculo Peñailillo-Bachelet, El Mercurio del sábado 8 de noviembre, en una entrevista inocua de contenido —si no es reiterar “todas las facilidades al mundo privado”— construía un aura de estadista al Ministro Peñailillo del Interior, ungido Vicepresidente de la República por gracia de El Mercurio (***). Publicidad gratuita. Una manera bien mercurial de decirle a su clase, cuidado, este es el Gobierno que tenemos y que nos da garantías ¿no han visto acaso cómo maneja a los estudiantes, a los trabajadores, a los usuarios del transporte y a los ambientalistas?
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(*) http://encuesta.udp.cl/descargas/publicaciones/2014/Principales%20Resultados%20Encuesta%20UDP%202014.pdf
(**) http://www.theclinic.cl/2012/11/14/bachelet-puede-salir-sin-el-pc-pero-la-gobernabilidad-se-la-entrega-el-partido/
(***) http://impresa.elmercurio.com/Pages/NewsDetail.aspx?dt=2014-11-08&dtB=08-11-2014%200:00:00&PaginaId=2&bodyid=3