Dos camarillas de la Casa Blanca luchan por imponer el proyecto de «reordenamiento» imperialista del Medio Oriente, pese a los contratiempos sufridos en Irak. Coinciden en que el triunfo pasa por el desmontaje del régimen iraní, pero difieren en los métodos. Dialécticamente entendido, contención versus destrucción es la alternativa. Venezuela, por su alianza estratégica con Irán, será afectada por el desenlace del proceso.
1. El estrangulamiento
El Departamento de Estado de Condoleezza Rice, confía en que el creciente estrangulamiento económico, financiero, político y mediático, combinado con la subversión paramilitar —por ejemplo, sus terroristas islámicos Fatah al-Islam en Libano y Jundullah en Pakistán— y la amenaza militar-nuclear, doblegarán al gobierno de Mahmoud Ahmadinejad o lo harán colapsar.
La reciente aceptación de Corea del Norte, de sellar su reactor nuclear a cambio de ayuda material y la normalización de las relaciones políticas con Japón y Estados Unidos, ha reforzado sustancialmente la política de contención (containment) de esta facción que considera que un ataque militar contra Irán traería más problemas que ventajas. Su nueva medida, la venta de armamento bélico a Israel y siete países árabes por un valor de 63 mil millones de dólares, obligará a Irán a una carrera armamentista que no podrá sustentar.
2. El golpe militar
La otra facción, que desde el primer gobierno de George W. Bush ha dominado la política de la Casa Blanca, está compuesta por los arquitectos del proyecto de dominación estadounidense de Euroasia: los «neoconservadores» (fascistas) del «Project for the New American Century» (PNAC), el complejo militar-industrial, las poderosas organizaciones sionistas estadounidenses, como el «American Israel Public Affaires Committee» (AIPAC) y la clase dominante de Israel.
Las cabezas más visibles de esta camarilla son el Vicepresidente Richard Cheney, el Presidente de facto de Estados Unidos desde el año 2000, y el Consejero Adjunto de Seguridad Nacional, Elliott Abrams, uno de los principales criminales de guerra de la agresión militar contra el gobierno sandinista. Este grupo quiere la destrucción militar de Irán, forzando por la vía de los hechos, si fuese necesario, la intervención bélica de Bush. El plan de guerra es el siguiente.
3. El plan de ataque
La camarilla belicista ha dado luz verde a Tel Aviv para realizar un ataque de sorpresa contra las instalaciones nucleares de Irán. La agresión se llevará a cabo mediante un ataque aéreo y/o con misiles cruceros disparados desde los submarinos israelitas. Israel, la quinta potencia nuclear, tiene tres avanzados submarinos alemanes «Delfín», que han sido adaptados para lanzar cohetes nucleares en posición sumergida.
La esperanza de la camarilla de Cheney es que Irán responda militarmente a esta agresión. Si no lo hace pierde su autoridad política interna e internacional. Y si lo hace, obliga a Bush a lanzar un ataque convencional o táctico nuclear contra el régimen de la «Revolución islámica» que mutilará la infraestructura del país y lo dejará languidecer, como a Irak después de 1991.
4. La fecha de ataque – Deadline 2007
La preparación de la opinión pública para este escenario lleva años, pero aumenta en la medida en que se acerca el golpe. Cheney había dado la pauta en enero de 2005, en la televisora estadounidense MSNBC, diciendo que «en vista del hecho de que Irán tiene una política declarada cuyo objetivo es la destrucción de Israel, los israelíes perfectamente podrían decidir actuar primero, y dejar que el resto del mundo se preocupe después de limpiar el lío diplomático.»
Hace dos meses, el ministro de Comercio y anterior ministro de Defensa de Israel, General Shaul Mofaz, deliberó con funcionarios del gobierno Bush en Washington, acerca del programa nuclear iraní. En esas conversaciones emplazó a Condoleezza Rice a «aplicar sanciones lo suficientemente severas como para forzar a los iraníes a cambiar su política antes de fin de año».
De hecho, el fin de 2007 es el límite que Israel y los neoconservadores están dispuestos a conceder a Bush. Según el Canal 2 de la televisión israelí, Mofaz dejó claro ante el gobierno de Bush que Israel bombardearía las instalaciones nucleares iraníes hacia fines del 2007, inicios del 2008, en caso de que las presiones de Washington, de la Unión Europea y de la ONU no lograsen que Teherán abandone sus actividades de enriquecimiento de uranio.
Un mes más tarde, Avigdor Lieberman, Ministro de Asuntos Estratégicos y presidente del partido «Israel Nuestra Casa», reveló —después de reunirse con funcionarios de la OTAN y de la Unión Europea— que había recibido el permiso tácito de Europa y de Estados Unidos para un ataque militar contra las instalaciones nucleares de Irán: «Si iniciamos operaciones militares contra Irán, entonces la UE y Estados Unidos nos apoyan», afirmó Lieberman en la radio del ejército israelí.
El ministro agregó que las potencias de Occidente reconocen la severidad de la amenaza nuclear contra Israel, pero que los conflictos en Afganistán e Irak «impedirán que los líderes de los países europeos y de Estados Unidos… usen la fuerza para destruir las instalaciones nucleares de Irán», aun en el caso de que la diplomacia falle. El mensaje de la OTAN y de la Unión Europea es, en palabras del ministro, que Israel «debe prevenir la amenaza» de Irán. (Israel Today, 11.7.2007.)
5. La justificación del ataque
Todo agresor bélico requiere una justificación para controlar a la opinión pública. Cuando esa apología no existe, tiene que inventarla, tal como hizo Cheney en Irak con las supuestas armas de destrucción masiva. Pero, en este caso, Israel y Washington no necesitan construir la apología del bellum iustum (guerra justa), porque el presidente iraní se la ha presentado en bandeja de plata con sus antiéticas y estúpidas declaraciones sobre la inexistencia del holocausto nazi y la cercana destrucción del Estado de Israel. Es más, no solo les ha proporcionado el pretexto propagandístico necesario para el golpe, sino la base jurídica de un casus belli: la guerra preventiva para abortar una agresión planeada.
6. Fin de la hegemonía venezolana
Norman Podhoretz, miembro del grupo fascista de Cheney, resumió recientemente en The Wall Street Journal, «Las razones para bombardear Irán». La principal es que Teherán busca «el reemplazo del actual orden internacional». Habiéndose declarado Venezuela aliado estratégico de Irán que comparte el proyecto de un nuevo orden internacional sin supremacía estadounidense, una eventual derrota de Irán tendría un costo político considerable para el gobierno bolivariano; tanto más, cuanto que coincidirá con el debilitamiento estructural de la influencia venezolana en la integración subcontinental que se evidencia en los últimos posicionamientos geopolíticos de Kirchner y Lula.
Defendiendo su política de acercamiento de México al Mercosur, Kirchner dijo durante la última visita del Presidente Chávez, el 6 de agosto: «Creemos en la consolidación del Mercosur, creemos que el aporte de Venezuela es muy importante, pero más allá del contenido político ideológico de cada país, pensamos que es muy importante acercar a la hermana República de México». El mensaje de la pareja Kirchner no podría ser más claro: ganaremos las elecciones de octubre 2007 con el apoyo de Washington, Madrid, Tel Aviv y de la City, mas no con el bolivarianismo, el ALBA o el socialismo cristiano de Caracas.
Más directo fue Lula en cuanto a la admisión plena de Venezuela en el MERCOSUR y los respectivos comentarios del Presidente Chávez sobre «la derecha» brasileña: «Para entrar hay que tener reglas. Para salir, no hay reglas. Si no quiere quedarse, que no se quede».
Los inequívocos posicionamientos de Lula y Kirchner indican el fin de la hegemonía relativa que el Presidente Chávez disfrutó durante cierto tiempo en el desarrollismo regional latinoamericano. No se va a romper la alianza desarrollista porque le conviene a ambas partes. Pero, Brasil y Argentina, recuperados de sus crisis temporales, no aceptarán interferencias de Caracas en sus modelos de acumulación ni en sus proyectos geopolíticos.
¡Ojala, que las diplomacias de Venezuela, Cuba y Bolivia estén a la altura de este nuevo desafío estratégico!
Heinz Dieterich.