Para sus intereses energéticos, comerciales, para su desarrollo nacional y para lograr un mejor desplazamiento de los factores productivos, Chile debe mejorar su asociación hacia América Latina, pero no desde la improvisación sino desde una posición política de Estado.
Resulta difícil coincidir con el criterio de varios opinólogos sobre lo positivo de la conducción de Alejandro Foxley en la Cancillería. En virtud del cuoteo político existente, Relaciones Exteriores está en manos de la DC desde que Ricardo Lagos fue Presidente y uno tiende a pensar que dicho sistema resulta nocivo para la conducción de una política de Estado. En más de una ocasión, era evidente que los criterios de la Presidenta Bachelet no eran los de su Canciller, que al parecer tuvo muchas dificultades de someterse al principio de jerarquía que establece el Derecho Administrativo. Y Foxley tuvo más de una salida “de madre”.
La política exterior nacional enfrenta en ese sentido un desafío complejo. ¿Pueden cohabitar los desafíos estratégicos con el cuoteo político?
El punto es complejo. Recordemos por ejemplo el ingreso de Chile a la Comunidad Andina de Naciones en el 2006. Esta asociación fue resultado de la invitación de Alan García, presidente de Perú. Se efectuó el tramite en tiempo record, sin embargo, nunca formó parte del Programa del Gobierno ni tampoco figuró ese año en el informe presentado por el propio Foxley ante el Congreso Nacional sobre política exterior y se produjo al tiempo que Venezuela formalizó su solicitud de ingreso al MERCOSUR.
Un año después de la asociación de Chile a la CAN, García afirma que llevará a Chile al Tribunal Internacional de La Haya, hecho que recientemente concretó. Frente a lo anterior, nuevamente el ahora ex Canciller improvisó causando mayores estragos para los intereses nacionales. De haber tenido un gesto menos impulsivo y menos motivado ideológicamente, no se tendría ese sabor amargo que hoy se tiene con respecto a Perú. Sin embargo, el sello de Foxley siempre fue de poca prolijidad, de poca preocupación por los intereses nacionales y más en imprimir a la política exterior, su visión ideológica: asociarse a países desarrollados y alejarse de cualquier Estado con vinculación con partidos de izquierda, posición que ni siquiera un gobierno declaradamente de derecha, como el de Colombia, sigue.
Al fin y al cabo, Foxley llevó al país a tener posiciones cada vez mas aisladas e irrelevantes en América Latina y la visita a Cuba fue la mayor demostración de lo añejo de su visión de mundo. En China existe un Partido Comunista en el poder, en Estados Unidos hay un Presidente negro y a la economía inglesa, la están penetrando los capitales hindúes. Ese es el mundo de hoy y sea de izquierda o de derecha, Chile se ubica en América Latina. Para sus intereses energéticos, comerciales, para su desarrollo nacional y para lograr un mejor desplazamiento de los factores productivos, Chile debe mejorar su asociación hacia América Latina, pero no desde la improvisación sino desde una posición política de Estado.
Chile ya ha tenido suficiente de políticas exteriores basada en visiones ideológicas sesgadas y prejuiciosas. Durante la dictadura de Pinochet, nuestro país fue sistemáticamente denunciado por violaciones a los derechos humanos y aquí se dijo que todo era invento del marxismo internacional, cuestión que la historia ya colocó en su lugar y luego, con Lagos, se dijo que el país sería favorecido por el TLC con Estados Unidos y no ha pasado absolutamente nada relevante.
La Cancillería, aunque haya cuoteo político, debe centrar su mirada en el interés nacional de la mayoría de los chilenos, en las necesidades de desarrollo nacional y no en visiones que la entorpecen porque la soberanía, según la teoría moderna, radica en la voluntad popular y el interés nacional que debe expresarse en una política responsable de Estado. Es de esperar que Mariano Fernández abandone el discurso sostenido en las incertidumbres del mundo y avance hacia un discurso integrador, de crecimiento y desarrollo, de cooperación y diálogo y de fortalecimiento de las democracias sudamericanas y así restablecer la soberanía desde donde Foxley la alejó.
Carlos Arrue
Analista internacional