Hace algunos días pude leer, no sin un cierto nivel de sorpresa, que una organización que se hace llamar “Red Libertaria”, señalaba un apoyo público al candidato del Partido Humanista Marcel Claude, en la carrera presidencial. Mi sorpresa inicial se produjo por el desconocimiento de dicha organización, pero creo que una buena manera de mantener el compañerismo con quienes se sitúan desde la vereda libertaria, y tienen otra lectura sobre el momento político, es presentar elementos que puedan cuestionar, y si es posible, aumentar el debate entre aquellos que buscamos practicar y fortalecer el discurso y las prácticas libertarias.
Para empezar, creo que el diagnóstico expuesto es correcto en algunos aspectos, tales como; a) que ante las luchas afrontadas por el pueblo en el ciclo político iniciado el 2006, ha habido una cerrazón institucional que ha impedido conseguir avances tan sensibles como la consideración de la educación como un derecho social, y b) la existencia de un bloque hegemónico, que son precisamente las fuerzas que se enfrentaron en las últimas elecciones primarias que representan los intereses del capital monopólico.
Los compañeros luego manifiestan la necesidad de una estrategia de ruptura democrática[1] que caracterizan como la generación de una situación de ingobernabilidad económica y política que genere una situación proclive al desborde social y que permita el ingreso a una nueva etapa de la lucha de clases. De todos modos no llega a ser claro el significado más complejo del concepto, por lo que me parece adecuado pasarlo por alto, rescatando solo lo medular.
Más allá de lo anterior, es debido señalar que luego de su diagnóstico inicial, en su comunicado público de apoyo, desde “Red Libertaria” justifican el apoyo a la candidatura de Marcel Claude, a partir de la presentación de la elección presidencial de Noviembre de este año, como una posibilidad de “referenciar” estratégicamente la opción de la ruptura democrática y de unificar a las fuerzas de izquierda. Dicho esto, creo que es necesario presentar los argumentos que me hacen situarme desde lo libertario como un opositor a la vía electoral, en este momento.
Para empezar, creo que negar lo electoral como una posibilidad, entre muchas otras, no se debe hacer desde un purismo casi religioso, sino que debe hacerse desde una lectura de la realidad en la que se tenga al menos presentes las fuerzas propias y el marco institucional dentro del que éstas fuerzas debieran medirse. En este sentido creo que negarse a una realidad futura en la que instancias intermedias como una, hasta aquí ficcional, institucionalidad municipal que permitiera dispersar el poder estatal, al tiempo que un fortalecimiento de las comunidades políticas organizadas, dentro de un marco de transición en proceso hacia un modo de vida y organización socialista, no podría ser negado a priori. Pero es justamente el cierre institucional actual, además del carácter del Estado en Chile, los que niegan la posibilidad de ver con buenos ojos, el reforzamiento de esta institucionalidad a través de la legitimidad otorgada a la ficción representacional.
El Estado de Chile se ha caracterizado, en su construcción histórica porque se ha impuesto por el uso de la fuerza unilateral, cuestión que salta a la vista si observamos el origen de sus constituciones desde el Estado Autoritario en su origen republicano hasta el que hoy conocemos. Actualmente su legitimación está puesta en duda en cuanto sus administradores y operadores cuentan con una credibilidad cada vez menor, y este agotamiento, el de la legitimidad estatal, no es un elemento positivo en sí mismo para los libertarios y las fuerzas de izquierda en general, pero en un primer momento parece ser una condición que puede posibilitar la construcción de un poder ajeno y en contraposición a éste. Es en razón de lo anterior que resulta contradictorio apoyar las mismas dinámicas de la democracia representativa, si es que estas se afirman en una institucionalidad estatal, a la que nos oponemos en cuanto nos oponemos a su construcción y vigencia histórica.
No obstante lo anterior, es necesario recalcar que el Estado y su institucionalidad siguen presentes, y que intentar hacer una negación de ello sería solo tapar el sol con un dedo. Desde las políticas públicas, a la policía y las instituciones militares, pasando por el estado de derecho y la comprensión de éste como un agente al cual realizar las demandas, siendo esta última una cuestión que queda clara cuando se ven consignas como las del financiamiento estatal de la educación pública. Entonces asumiendo que el Estado existe, pese a la deslegitimación de sus operadores y administradores (la llamada, por algunos, “clase política”), cabe la pregunta sobre cuál debe ser la relación que se conforme entre “lo social” y “lo estatal”, y aquí la clave es comprender que estamos en un momento histórico en el que ha quedado demostrada la necesidad de fortalecer la organización social para disputar el proyecto de sociedad, pero asumiendo que el punto en el que nos encontramos no es tan alentador como nos gustaría.
El movimiento estudiantil ha demostrado tener un techo, tanto en su capacidad de transgredir el cierre institucional que blinda al neoliberalismo, como en su capacidad de sumar otros actores, básicamente porque actualmente ni los trabajadores ni los pobladores, ni algún otro actor social con perspectivas de transformación social revolucionaria están organizados en niveles similares al del estudiantado, asumiendo además que entre estos últimos tampoco hay una homogeneidad ni es posible aspirar a que ello suceda.
En vista de lo anterior, y atendiendo la necesidad de aumentar la organización social y la politización popular, para algunos podría presentarse como una posibilidad atractiva la de apoyar a un candidato que presentará un programa que contiene reformas importantes, como la renacionalización de los recursos naturales, y que vincula a varias organizaciones de izquierda, como lo es la de Claude. Sobre ese punto, la pregunta que cabe es si no apostar por una candidatura como la del candidato apoyado por el Partido Hmunaista significa inmediatamente atentar contra la unidad de la izquierda. Creo que no, y más que eso, creo que la clave está en que los libertarios, y las organizaciones que hemos construido, seamos capaces de sumar y no ser sumados, seamos capaces de apostar a la unidad programática de la izquierda, al tiempo que seamos capaces de demostrar que la ansiedad es una cualidad que apartamos al momento de hacer política, siendo capaces de demostrar que la autonomía de clase, solo será posible en la medida en que la clase se dote de organizaciones que le permitan actuar autónomamente.
Pensar el momento electoral como favorable en cualquier circunstancia, sin tener en cuenta que participar de las elecciones significa fortalecer la dinámica representacional como la manera en que se hace política, como si no se hiciera política cuando salimos a la calle, cuando ejercemos la solidaridad pública o cuando actuamos en el día a día, es fortalecer la distinción entre lo social y lo político, y asumir que la coyuntura electoral es siempre favorable, es desconocer el actual panorama de deslegitimación del Estado y quienes lo manejan.
Será tarea de los tiempos futuros la de demostrar cuáles son las alternativas que se orienten a liberarnos de la opresión del Estado y del capital, pero de todas formas debemos tener claro que nuestra acción presente es la que seguramente ayudará a delinear dichos escenarios. Y en ese sentido, refuerzo la idea de que el papel actual de los libertarios y las libertarias en conjunto con las fuerzas revolucionarias, en general, es la unidad, mucho más allá de la coyuntura electoral de noviembre, esta unidad no significa solo confluir en cuanto a los cambios a los que debemos aspirar, sino también en cuál es el camino desde el que construiremos la posibilidad de que esos cambios se concreten; si la alternativa escogida es la electoral, quienes apoyan ese camino deberán asumir que se suman a la legitimación de un proyecto ajeno a los intereses populares, al Estado basado en el uso ilegitimo de la fuerza y asentado sobre la democracia representativa, y en ese sentido la refuerzan. Porque no se trata de cambiar un presidente, sino que de transformar una sociedad, la tarea es no reforzar las lógicas que alienta el Estado dentro de su democracia representativa , es asumir que estamos en un momento de re-articulación que se debe orientar a la construcción de nuevas formas de sociabilidad, que nos permitan primero, y a través de complejos procesos de lucha, hacer reformas que mejoren nuestras condiciones actuales, no a través de la petición sino que a través de la exigencia popular, sin descuidar que la tarea de construcción estratégica es la de un mundo nuevo, que iremos forjando a pulso, sin recetas mágicas, pero con claridades conceptuales que no nos hagan perder el norte.
Para terminar, creo que es un deber adelantar una respuesta a algunas visiones críticas que de seguro podrán plantear que en esta columna hace falta una tesis contrapuesta a la que manejan los compañeros que apoyan la candidatura de Claude, desde el mundo libertario ya que hay un trecho enorme entre la afirmación de la necesidad de construir una sociedad comunista libertaria, por decir algo, y el simple reconocimiento de una tarea actual como lo es la de la organización social y popular, y ese trecho podría recibir muchas recetas (u orientaciones táctico-estratégicas si no se me excusa la licencia) que están disponibles a ser analizadas en su éxito o fracaso de acuerdo al tránsito histórico futuro. Sin embargo, me parece que no es menor reconocer una idea que se expuso, no con derrotismo, sino que con pretensión de realismo; no debemos sobre-dimensionar nuestras fuerzas, no debemos dejar de reconocer que la dictadura y la transición post-dictatorial han significado profundas derrotas para las fuerzas de izquierda, pero que aun desde esas derrotas es posible observar con buenos ojos que nos es posible dar pasos que nos orienten hacia transformar la realidad socio-política en el territorio chileno y con ello contribuir al necesario proceso de transformaciones revolucionarias americanas y mundiales. Si desde el 2006 han surgido movimientos estudiantiles con altos niveles de convocatoria y radicalidad, han aumentado los niveles de organización sindical e incluso territorial, no por eso debemos creer que estamos en un momento de madurez, ya que solo si nos concentramos en avanzar por un camino propio, podremos analizar con cautela cuáles son los caminos que en tiempos futuros nos permitirán caminar por los caminos de la vida, el socialismo y la libertad.
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[1] “el desarrollo de un trazado estratégico de mayorías en que la clase trabajadora y el pueblo movilizado sea capaz de generar una situación de ingobernabilidad económica y política que permita golpear al capital monopólico nacional e internacional y generar una situación interna proclive al desborde de la vocación de poder popular constituyente y constituido en todos los ámbitos de ejercicio del mismo, abriendo de esta forma una nueva etapa en la lucha de clases en nuestro país”.
Por Ulises Castillo
Estudiante Pedagogía, Universidad Católica de Chile
Publicado en Perspectiva Diagonal