La vida de Maria Butina, la ciudadana rusa de 30 años que se declaró culpable de un cargo de espionaje en Estados Unidos parece sacada de una película o serie o de televisión.
La joven de 30 años originaria de Siberia, se mudó a la nación norteamericana con una visa estudiantil para cursar una maestría en Relaciones Internacionales, en la American University de Washington y ahora podría enfrentarse a 6 meses de cárcel y a la expulsión del país.
Butina fue arrestada en julio pasado tras ser acusada de trabajar con un funcionario ruso y dos ciudadanos estadounidenses para infiltrarse en la poderosa Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés), un grupo cercano a políticos republicanos incluido el presidente Donald Trump, y así manipular la política de Washington hacia Moscú.
Sin embargo, la cancillería de la nación euroasiática describió a la joven como una “presa política” y acusó a Estados Unidos de haberla torturado tras imputarle una actuación como agente del Gobierno ruso, reseñó CNN.
El portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov destacó que el cargo por el cual se le acusa es inconsistente “Volvemos a repetirlo, todas las acusaciones en su contra las consideramos absolutamente infundadas “, señaló a la prensa.
Según Washington hay pruebas de que Butina envió mensajes vía Twitter a un funcionario del gobierno ruso, en los que le informaba sobre el progreso de su operación, difundió El Comercio.
En uno de esos mensajes el oficial le escribió a la joven: “Tu estrella política se ha elevado al cielo. Ahora es importante que se eleve al zenit y no se queme (se caiga) prematuramente.”
El abogado de Butina dijo que su clienta ha estado cooperando con las autoridades durante meses para ayudar a esclarecer el caso, mientras que la jueza Tanya Chutkan determinó que seguirá en prisión hasta el próximo 12 de febrero cuando se produzca una audiencia para decidir si es sentenciada.
Espía y celebridad
La historia de esta estudiante rusa, recuerda la de su compatriota Anna Kushchenko, conocida como Ana Chapman, quien hace diez años protagonizó el mayor canje de espías entre Rusia y Estados Unidos desde el fin de la Guerra Fría.
El 8 de julio de 2010 diez agentes rusos fueron deportados de EE. UU, entre los que se encontraba Chapman, al ser canjeados por cuatro espías estadounidenses.
Chapman había sido arrestada por el FBI 27 de junio del 2010, acusada de trabajar para la Agencia de Inteligencia de espionaje exterior de la Federación Rusa y de haberse infiltrado en los círculos políticos norteamericanos a fin de obtener información sobre la política del entonces presidente, Barack Obama, frente a la estrategia nuclear iraní.
Luego de su llegada a Moscú se convirtió en una destacada modelo, diseñadora y estrella de televisión con su propio programa.
Sin embargo antes de estas dos rusas, el mundo conoció la historia de varias mujeres que marcaron pauta en el espionaje.
La leyenda de Mata Hari
Sin duda, la más famosa es Margaretha Geertruida Zelle, conocida como la mítica Mata Hari, célebre bailarina fusilada en 1917 cerca de París tras ser condenada por alta traición.
Cuenta la leyenda que el día en que fue fusilada, Mata Hari lanzó un beso al aire dirigido a, según algunos, los soldados que la asesinaron, y según otros, a su abogado, presente en el lugar de la ejecución, quien fue también su último amante.
Según la versión más difundida, Mata Hari era una espía alemana, que bajo el nombre en clave de H-21, recopiló información de inteligencia para la nación europea.
En 1916, los sistemas de contrainteligencia franceses la capturaron y la convencieron para que realizara una misión para Francia en España.
Pero según algunas informaciones a las que tuvo acceso París, Mata Hari seguía trabajando para Alemania y por ello fue sentenciada a morir fusilada.
Muchos historiadores aseguran que el trabajo de espionaje de Mata Hari, si existió en realidad, fue poco importante, reseña Sputnik.
En su libro ‘Historia mundial de los servicios secretos’, el francés Rémi Kauffer señaló que Mata Hari fue ejecutada más en nombre del “orden moral” que por su actividad como doble agente.
Sin embargo, esta enigmática mujer se convirtió en una leyenda del espionaje mundial, llegando a aparecer en cientos de libros, películas y videojuegos. Hoy en día, el personaje de Mata Hari, interpretado por Greta Garbo, es todo un icono de la historia del cine.
Espías y guerreras
Aunque las historias de las espías más famosas datan del siglo XX, es sabido que en el siglo XVI Mochizuki Chiyome, también conocida como Lady Chiyome, se dedicaba en Japón a entrenar y preparar a mujeres espía.
En 1561, después de que su esposo samurái muriera, Mochizuki, bajo las ordenes de Takeda Shingen, un prestigioso soberano de la época, fundó un orfanato para ayudar a niñas huérfanas.
Sin embargo, aparte de recibir educación básica, las niñas eran entrenadas para realizar tareas de espionaje y aprendían diferentes métodos para conseguir información, así como formación en artes marciales.
“Al terminar su entrenamiento, las muchachas se disfrazaban de monjas de Shrine, lo que les permitía pasar inadvertidas e infiltrarse por sorpresa entre sus enemigos. Esta división de mujeres guerreras pasaría a ser conocida como Kunoichi”, refiere Sputnik.
Ruiseñor del zar
Otra historia relevante es la de Nadezhda Plevítskaia, una cantante callejera que vivía en la pequeña ciudad de Kursk y que fue descubierta por un intérprete de ópera que se la llevó a San Petersburgo.
Gracias a su talento se convirtió en una leyenda, y el emperador Nicolás II, conmovido por su voz la bautizó como ‘el ruiseñor de Kursk’.
Durante la década de 1930, Plevítskaia se mudó a París y fue reclutada por el Directorio Político Unificado del Estado soviético (OGPU). Mientras la cantante daba conciertos en toda Europa, ella y su esposo recopilaban información de los círculos de emigrantes rusos en el extranjero.
Sin embargo, en 1937, la Unión Militar Rusa, descubrió a la pareja y la cantante fue condenada a 20 años de prisión donde falleció tres años después.
Aristócrata y espía
En España, la norteamericana María Aline Griffith, más conocida como «condesa de Romanones» por su aristocrático matrimonio con Luis de Figueroa, reveló en sus memorias los entresijos de su época de agente infiltrada en los círculos de poder del franquismo bajo el nombre en clave de Butch.
Relató que cuando fue reclutada como espía en la década de 1950 la Office of Strategic Service estadounidense, pudo reunirse con importantes miembros de la KGB soviética.
Su perfil encaja en el imaginario colectivo de la mujer atractiva y políglota que mantiene una doble vida: respetable esposa de día e intrigante conspiradora de noche.
Al ritmo del Charleston
Otra bailarina que dedicó parte de su vida al espionaje fue la artista Joséphine Baker, que nació en Estados Unidos y se convirtió en una celebridad en Francia, donde se consolidó como una de las exponentes del charlestón, uno de los bailes más famosos del mundo.
Con la llegada de la II Guerra Mundial, Baker empezó a trabajar para la inteligencia francesa; ya que gracias a su fama y a su encanto podía sacar información a los militares alemanes, japoneses e italianos que habían invadido el país galo.
La información recopilada era después entregada a sus superiores por medio de partituras en las que la bailarina escribía con tinta invisible.
Tras la liberación de Francia, Baker fue galardonada con la Croix de Guerre (Cruz de Guerra), que es una de las condecoraciones militares más prestigiosas de Francia.
Luego de su muerte, un cráter en Venus fue nombrado en su honor.
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