La celebración del día de los trabajadores el 1 de Mayo, trajo consigo un aspecto socio-político muy peculiar con relación a la organización de otros eventos en años anteriores. El evento de este año tuvo la particularidad de ocultar las fronteras entre la esfera institucional y el campo de los antagonismos. La CUT y el Gobierno aparecían como actores convocantes a la magna manifestación, en que el llamado discurso de las demandas comunes (autoridades y trabajadores) no solía confrontar posturas disimiles. El reino de la felicidad, estaba en Chile en que las narrativas del poder y del contrapoder podían convivir en el mismo hospedaje.
Así la marcha y el acto central, configuran una imagen no habitual frente a manifestaciones de años recientes, en que los antagonismos eran nítidos y las fronteras se encontraban globalmente delimitadas. Sólo basta rememorar los últimos actos del día del trabajador en que las demandas de la CUT perseveraban en la indolencia, contra la cautividad de los intereses pequeños de una elite económica, que siente parte de sí, la protección de la autoridad gubernamental de turno. En este caso, podríamos pensar que la escena convocada, tuerce aquellas convicciones de carácter binario entre quienes niegan los antagonismos y quienes demandan derechos seculares. La CUT y Gobierno en él concubinato de la fiesta del trabajador, mapean su propia ruta, aquella que pavimenta una suerte de complicidad político-estratégica, en que los derechos de los trabajadores, a propósito de este acto, quedan en “buenas manos”.
Sin embargo, hay otro aspecto socio-político que merece nuestra atención en la escena “primero de Mayo” y que, a nuestro juicio, es consecuencia de esta complicidad político-estratégica de invisibilizar la línea demarcatoria, entre institucionalidad y antagonismos sociales. Se trata de aquellas prácticas militantes, que siendo herederas de narrativas emancipadoras, paradojalmente apuntan a la visibilidad de líneas demarcatorias, entre aquello que podríamos concebir como narrativas reformistas ancladas en la normatividad y quienes en una práctica política de continuidad (dictadura-transición), persisten y resisten con sus narrativas irruptoras del orden configurado.
En tal sentido, la reciente celebración del día trabajador traslado el campo de disputa hacia el terreno de la subjetividad política, y particularmente “la militante”. Nos referimos a la militancia, como la búsqueda de una vocación por lo político, así estimamos esta aproximación conceptual, porque lo significativo de los movimientos sociales del año 2006 y 2011, fue un declarado énfasis en reposicionar los temas de la educación, salud, medioambiente, pensiones, entre otros, bajo un debate político, que pone en entredicho el modelo económico-político del país. Las múltiples marchas ciudadanas desencadenadas en los espacios públicos desde el año 2011, no sólo eran convocantes y masivas, sino que desactivan las premisas políticas de la transición; aquello que la política se discute sin la política. Estos avances fueron posibles con grandes convocatorias, que por lo general lograron aunar, en un mismo propósito a narrativas políticas, que establecen una línea demarcatoria entre poder y contrapoder.
Es por eso, que la disputa entre militantes socialistas y comunistas con aquellos caricaturizados como “anarquistas” en el día del trabajador, traslada la línea demarcatoria a la subjetividad política. Parece un contrasentido presenciar una confrontación entre militantes disciplinados frente al orden establecido con una subjetividad que no pierde su desborde. Aquí lo interesante, es analizar la mutación política, de los militantes socialistas y comunistas, que entre un año y otro pasan de prácticas contestatarias a prácticas sumisas y orientadas hacia un neoliberalismo corregido. A nuestro juicio, la mutación de estas prácticas no es parte de un itinerario repentino, favorecido por la posibilidad de formar parte del gobierno, sino que esta responde a una trasformación paulatina de sus narrativas emancipadoras que son afectadas, por la crisis doctrinaria que sufren los partidos socialistas y comunistas en nuestra pálida transición a la democracia.
La excesiva instrumentalización de la militancia política durante estas últimas dos décadas, ha configurado una subjetividad política frágil y fácilmente permeable a los vectores de la dominación. El Partido Socialista aparece como la “experiencia piloto”, que permite poner en evidencia, todos los males de la des-ideologización de las orgánicas políticas. Ahí se configura un accionar político que migra sin problemas a las tareas de la gobernabilidad, canonizado en el orden y sin una despensa doctrinaria que le permita pensar en el lugar donde está y a que pertenece. De alguna manera, no parece extraño ver a los militantes de las juventudes socialistas, encarnados en una suerte de guardias que cautelan el orden, y castigan con violencia los “desgarbos” de la disidencia a la dominante neoliberal –más allá de las deseadas correcciones ortopédicas de la nueva coalición-. La construcción del enemigo está ahí, en la misma marcha. Por tanto, la línea demarcatoria ahora tiene rostro de calle.
Los jóvenes comunistas aparecen en otro archivo de la instrumentalización propia de la política, ya que podríamos pensar, que no están en la misma línea de naturalización política por el orden que los jóvenes socialistas. Sin embargo, su ferviente entusiasmo por los desafíos de la administración de Michelle Bachelet, los obliga a certificar conducta frente al gobierno. Su encarnada disciplina a las direcciones partidarias supera toda formación doctrinaria que tengan, y que les permita recrear espíritu crítico. En el fondo, viven su contradicción política vital, con la sumisión al verticalismo, de este otro orden: el interno. El triste espectáculo presenciado en la manifestación del día del trabajador, es un reflejo de la pobreza política e ideológica de las juventudes políticas de la izquierda, que forman parte de la Nueva Mayoría. Su impronta política -si es que la tienen- ha quedado reducida a un matonaje compulsivo por el institucionalismo. Y a no olvidar; todo ello ocurrió el día en que se celebran los derechos universales de los trabajadores.
FREDY URBANO. DEA EN SOCIOLOGÍA, UNIVERSIDAD CATOLICA DE LOVAINA
MAURO SALAZAR. INVESTIGADOR ASOCIADO. UNIVERSIDAD ARCIS