Si se mide en la cantidad de daños y víctimas, podría decirse que Israel ganó. En 7 semanas mató a más niñas y niños palestinos que en los últimos 5 años; y diez veces más que en la brutal operación “Escudo defensivo” sobre Cisjordania en 2002. Pero si se mide en la legitimidad ganada o perdida ante la opinión pública mundial, no cabe la menor duda: en 50 días Israel ha perdido décadas de credibilidad, y todas sus pérdidas han sido cosechadas por la causa palestina. Numerosos análisis se refieren estos días al exponencial crecimiento del movimiento global de BDS, y sus efectos ya están alarmando a Israel.
En efecto, la imagen internacional de la “única democracia de Medio Oriente” está en su punto más bajo. Y dentro de casa, tampoco las cosas son fáciles para Netanyahu, que encabeza una coalición de gobierno (y un gabinete) sumamente divididos (los sectores más ultraderechistas criticaron su decisión de negociar), de cara a una sociedad que en un 70% quería continuar la agresión y ahora está furiosa ante esta claudicación. Israel terminó haciendo concesiones que hace dos meses ni siquiera estaba dispuesto a empezar a discutir. Incluso los analistas israelíes califican el resultado no ya como derrota sino como hundimiento. El diplomático Barak Ravid afirmó en Haaretz que Netanyahu “vio la oportunidad de huir de Gaza, y la tomó”, calificando el acuerdo firmado como “regresión”: “Esa regresión se resume en las 69 víctimas israelíes, las 2000 víctimas palestinas (la mayor parte de ellas civiles inocentes), los miles de cohetes sobre nuestras comunidades en el sur, los cientos de misiles en el centro del país, las comunidades desiertas, la pérdida de confianza en el ejército y en el gobierno entre los habitantes del sur, los perjuicios económicos [el sector turístico perdió miles de millones esta temporada] y los costos diplomáticos y políticos que son imposibles de cuantificar”.
Por contraste, la resistencia palestina surge moralmente victoriosa: en 50 días de agresión, Israel fracasó en la incursión terrestre y tuvo que replegarse, no consiguió destruir el arsenal palestino ni que los cohetes dejaran de caer sobre su territorio, no logró aniquilar a Hamas y tuvo que terminar negociando con una resistencia que dio la pelea hasta el final y que, a pesar de las atroces pérdidas sufridas, no estaba dispuesta a rendirse.
“Sobrevivir a esta agresión es una nueva vida. Vivir durante 51 días de misiles y bombas continuas es una victoria“, dijo a Electronic Intifada la joven escritora gazawi Malaka Mohammed. “Verse obligados a dejar su casa más de siete veces y volver al día siguiente es una victoria; mantenerse fuertes y resistentes después de correr sobre los cadáveres de vecinos, amigos y familiares es una victoria. Vivir en Gaza estando en la primera línea de la resistencia contra el sitio y la agresión no es más que una victoria“.
Motivos de preocupación
Pero los motivos para celebrar no son tantos, no sólo por el inmenso costo en vidas humanas y en infraestructura civil (la destrucción de Gaza no tiene precedentes), sino por varias razones más.
En primer lugar, ¿qué hacer con la impunidad de Israel? ¿Esperar que su máquina de guerra se recomponga hasta el próximo ataque? ¿Cómo hacer para que por una vez el Estado de Israel –ese niño malcriado de la comunidad internacional que se convirtió en el matón intocable del barrio– tenga que rendir cuentas ante los tribunales internacionales por gravísimos, masivos y reiterados crímenes de guerra y de lesa humanidad? ¿Cómo hacer para que el informe que va a elaborar el panel designado por el Consejo de DDHH de la ONU bajo la responsabilidad del jurista canadiense William Schabas no termine archivado como el Informe Goldstone de 2008-2009?
En segundo lugar, porque algunas de las más sensibles demandas palestinas quedaron para ser negociadas más adelante: la reconstrucción del aeropuerto y el puerto de Gaza, y la liberación de los presos canjeados en 2011 por el soldado Gilad Shalit y re-arrestados recientemente (y ya sabemos cómo terminan los temas que se dejan para más adelante; pregúntenle a la población refugiada o a la de Jerusalén). No hablemos del espinoso tema del desarme de la resistencia palestina, exigido por Israel, sin que siquiera se mencione cómo desactivar el desmesurado poder bélico que Israel descarga periódicamente sobre Gaza…
En tercer lugar, porque aun en caso de que se dé efectivamente una gradual apertura de los pasos fronterizos y se alivie el bloqueo que Gaza sufre desde hace 7 años, ¿quién va a definir lo que se permite entrar o no, qué se considera “materiales de reconstrucción”, “ayuda humanitaria” y demás? Y como dijo la analista Rania Masri en su cuenta de Facebook: “¿Y qué hay de la reconstrucción de la economía? ¡No queremos caridad!”
Y lo que es más importante (mucho más que los términos y alcance del acuerdo): ¿quién va a asegurar que Israel, que tiene una larguísima historia de acuerdos incumplidos con los palestinos, cumpla lo acordado?; empezando por los ficticios Acuerdos de Oslo en 1993, hasta cada alto al fuego que puso fin a cada agresión a Gaza (también prometió levantar el bloqueo en noviembre de 2012 y nunca lo hizo). ¿Quién va a monitorear que Israel respete las 6 o más millas náuticas que ahora prometió a los pescadores gazawis? (no olvidemos que los Acuerdos de Oslo les otorgaron 12 millas, pero Israel unilateralmente y a fuerza de ataques desde sus naves militares las redujo a menos de 3, hasta hoy).
Nada se ha hablado de lo que los palestinos vienen reclamando desde hace décadas e Israel rechaza categóricamente: el establecimiento de una fuerza multinacional de la ONU que monitoree el cumplimiento de los acuerdos por ambas partes. Mientras no se establezcan mecanismos eficaces de vigilancia, Israel podrá continuar violando todos los acuerdos firmados sin pagar ningún precio por ello.
Hay otros aspectos por demás preocupantes y peligrosos: la desprestigiada ANP con Mahmud Abbas a la cabeza sería la encargada de controlar los pasos fronterizos en lugar de Hamas (esto también lo exige Egipto para abrir el paso de Rafah) y de administrar, junto con los donantes internacionales, la reconstrucción de Gaza. En una palabra, ‘cisjordanizar’ a Gaza; una perspectiva nada alentadora… Precisamente lo que ha llevado al total desprestigio de la ANP es su corrupción en el manejo de los fondos internacionales, la profundización de la dependencia de ellos (condicionados a ‘portarse bien’) y la nefasta ‘coordinación de seguridad’ con Israel para desarticular toda resistencia, lo que la ha convertido ante los ojos de la población en un “agente de la ocupación”. ¿Es ese el futuro que queremos para Gaza, después de haber pagado con más de 2100 vidas (500 o 600 niñas y niños)? Lo único que le falta a la sufrida y heroica población gazawi es que los corruptos gobernantes ficticios y sus socios occidentales lucren con su desgracia…
Y ya que hablamos de eso, conviene recordar que mientras Israel llevó adelante la masacre sobre Gaza, también acentuó la represión en Cisjordania y en Jerusalén Este, donde se están viviendo situaciones que algunos analistas califican de ‘pre-intifada’. De hecho, desde el 8 de julio el ejército de ocupación asesinó a 15 adultos y 2 menores (o 32 personas si contamos desde el 13 de junio) e hirió a 2139 personas allí. También desde junio ha detenido a unas 2000 personas, y solo en agosto a casi 600.
La lucha continúa
En cualquier caso, el escritor gazawi Rifat Alarir considera que el acuerdo alcanzado representa “una victoria simbólica sobre un poder colonial brutal; un paso para Gaza y un salto para Palestina”. Y agrega:
“Es una victoria porque Gaza no se arrodilló, porque demostró que Israel puede ser disuadido y aislado, porque Gaza expuso el horrible rostro del apartheid israelí y el de EE.UU., que nunca dejó de enviarle armas, y porque más y más personas ahora se están uniendo al BDS en todo el mundo y están más decididas a poner fin a esta injusticia por todos los medios eficaces (…) en lugar de solo mandar oraciones y buenos deseos.”
Pero Alarir también recordó que, mientras la población de Gaza comienza el arduo camino hacia la recuperación física, emocional y mental de los horrores indescriptibles infligidos por Israel, el trabajo por la justicia no puede detenerse. Israel no habría podido perpetrar semejantes atrocidades sin el apoyo y la complicidad de tantos gobiernos, empresas e instituciones en todo el mundo. Los esfuerzos por mantener esta ocupación colonial y racista son globales, y por eso la lucha para derrotarla –especialmente a través del BDS- tiene que ser global también.
En otras palabras, no podemos dejar que las demandas se reduzcan a levantar el bloqueo a Gaza mientras Israel continúa la ocupación y colonización implacable en Cisjordania, la judaización violenta de Jerusalén y las políticas de apartheid al oeste de la Línea Verde. Como afirma el analista y activista Ali Abunimah: “El fin del apartheid y la colonización israelíes y la fundación de un país para todos y todas sus habitantes –en donde los refugiados y refugiadas, no más excluidos por leyes racistas, puedan regresar a su tierra– es el único monumento que vale la pena construir en honor de tantas personas cuyas vidas fueron arrebatadas violentamente”.
Acción de boicot a productos israelíes en Sainsbury, la segunda gran cadena de supermercados del Reino Unido:
Fuentes: Al Jazeera, Reuters, Electronic Intifada, Haaretz, Middle East Eye.
Acerca de María Landi
María Landi es una activista de derechos humanos latinoamericana, comprometida con la causa palestina. Desde 2011 ha sido voluntaria en distintos programas de observación y acompañamiento internacional en Cisjordania: EAPPI (en Yanún/Nablus), CPT (Al-Jalil/Hebrón), IWPS (Deir Istiya/Salfit) y Kairos Palestine (Belén).
Fuente: María Landi, Blog Palestina en el Corazón