Al revisar las imágenes de Bitar o de Lagos la duda que teníamos respecto de la capacidad de autocrítica de su actuar se confirma. Creyeron que la estaban haciendo bien. En su corte de tecnócratas, orejeros, amigos del asado de fin de semana o entre sus nietos, nadie intuyó algún cuestionamiento cuando regalaban el país.
El Invierno Chileno me ha permitido comprender el cuento corto más conocido en el mundo. Ese de Augusto Monterroso titulado ‘El Dinosaurio’, que decía ‘Y cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí’. Haciendo la analogía el despertar de las multitudes en esta temporada acá en el sur del mundo choca con la casta de dinosaurios de la política que ¡todavía están allí!
Son los Lagos Weber, los Velasco, los Bitar o los Girardi, a los que mi generación desde que somos pequeños los vemos en la tele dando las directrices sobre los destinos del país. Pero hoy, con tres meses de movilizaciones en todo Chile la salida no es la puerta que se apresuran en abrir la casta política que ha gobernado el país en los últimos 20 años. El Gobierno cuenta con un escaso 26% de apoyo y a la Concertación no la respalda más que el 17% de la ciudadanía.
Para los políticos forjados en las ansias de liderazgo, en las retóricas grandilocuentes o en las figuras carismáticas la salida que esperan dar como establishment político chocan con el muro de una forma de hacer política, estrenada por las organizaciones estudiantiles el 2006, que prefieren tener voceros con consulta permanente a sus bases en vez de dirigentes. De esta nueva gramática los dinosaurios no tienen idea.
Así vimos el enojo del ex ministro de Educación, Sergio Bitar, luego de que un estudiante le dijera que dejara de ser el brazo político de los bancos; al ex presidente Ricardo Lagos arrancando de estudiantes de una universidad privada en Viña del Mar; o el nerviosismo del presidente del Senado, Guido Girardi, cuando en Estación Central los vecinos los pifiaron y les gritaban que “en 20 años la Concertación no hizo nada”.
Es el desapego de la ciudadanía respecto de toda la casta política que ha dirigido los destinos del país en los últimos años. Según la encuesta Latinobarómetro en Chile sólo el 16% de las personas confía en los partidos políticos; un escaso 21% cree que las instituciones funcionan bien (ideal republicano de Lagos) y el 71% de los ciudadanos cree que el país está gobernado por unos cuantos grupos poderosos que actúan en su propio beneficio.
EL DESPLOME DEL MITO
Las movilizaciones estudiantiles están derribando en sus cimientos la vieja política del ponerse de acuerdo entre cuatro paredes, la de los consensos que tan mal nos hizo, que alcanzó a invitar a la mesa en sus extremos hasta a las directivas de la CUT y del PC en sus tiempos de gloria concertacionista.
Es el muro institucional consensuado en torno a la Constitución de 1980, escrita por Augusto Pinochet y perfeccionada por Ricardo Lagos, que está a punto de caerse inundado por el mar de ciudadanía.
Horas antes del derrumbe, el patriciado político criollo aún cree que el chileno promedio se deja seducir con la invitación a ser un país desarrollado. La promesa fue el horizonte concertacionista hecho a comienzos de la transición, allá por los ’90, y sería cumplida en esta década. Cada año que pasaba la meta se posponía.
Luego fue el discurso de la focalización y de ‘combatir la extrema pobreza’ y esa frase de Lagos que decía que la desigualdad se supera con Educación, luego de que los empresarios le rayaran la cancha. Así el Estado mantenía su perfil asistencialista heredado de la dictadura con los más pobres y para el resto ese mismo Estado gestionaba créditos bancarios.
Por otro lado se daba libre cancha a la iniciativa privada con la sola función de cumplir formalidades como un Estudio de Impacto Ambiental o un Plan de Mitigación. Así vimos cómo una trasnacional destruye tres glaciares claves en un ecosistema contiguo al desierto para sacar oro y llevárselo del país, la inundación de territorios mapuches por represas y plantaciones de monocultivos y los llamados a media noche de embajadores extranjeros a ministros de Bachelet para que les aprueben a una empresa gringa instalar una termoeléctrica en una zona ya saturada de contaminación y donde en una escuela la sangre de niños y profesores tienen altos índices de plomo.
El agotamiento de este modelo cuyo costo era el endeudamiento masivo de amplias capas de la población, la devastación ambiental y una desafección cada vez mayor por los asuntos públicos es lo que demostraron las movilizaciones ciudadanas que partieron contra Hidroaysén y continúan por el derecho a una educación pública de calidad.
LLEGAMOS PARA QUEDARNOS
“Este movimiento llegó para quedarse” -le dijo Francisco Figueroa, vicepresidente de la Fech a Sergio Bitar en el programa ‘Mitos y realidades de la educación’ de CNN Chile. El ex ministro se alteró. Figueroa agregó que “los bancos fueron a tocar la puerta de la derecha y la Concertación para que le aseguraran un nicho de negocios rentistas. El ministro Bitar le abrió la puerta”.
Bitar, ya furioso, lo interrumpe y dice es “una insolencia de suponer que tú tienes la moral y que los demás no hemos luchado… No puedes decir eso”.
La respuesta de Figueroa no se dejó esperar: “La Concertación y la Derecha deben dejar de ser el brazo político de la Banca”.
Bitar, ya enceguecido interrumpió al estudiante y apuntándole con el dedo le gritó: “Yo fui ministro de Allende, fui exiliado, viví en el extranjero, me torturaron… No voy a aceptar que un cabro chico (sic) como tú me diga… ”
En fin, el cuento de siempre…
Al revisar las imágenes de Bitar o de Lagos la duda que teníamos respecto de la capacidad de autocrítica de su actuar se confirma. Creyeron que la estaban haciendo bien. En su corte de tecnócratas, orejeros, amigos del asado del fin de semana o hasta entre sus nietos, nadie intuyó algún cuestionamiento. Juraron de guata que el destino del país estaba en ese mito del desarrollo, esa película en colores que con que les ensoñeaban los empresarios cada vez que compartieron un cóctel, una reunión sabatina en La Moneda o el intermedio de un reunión de directorio.
Hace rato que suena fuerte en las calles y en las redes sociales. Pero parece que hace poco estos dinosaurios políticos se dan por enterados. Debe costar pues aceptar que gobernaron durante 20 años para beneficio de los grupos económicos y cada avance en políticas sociales lo hacían a costas del endeudamiento, negociar con la derecha y portarse bien para que después los invitaran a posar sus verijas en los directorios de las grandes trasnacionales.
Cuando vemos la vena de Bitar hinchada frente a un estudiante debemos aceptar que el tipo se las creyó que lo estaba haciendo de oro cuando convirtió en un negocio muy rentable para los bancos los sueños de estudiar de un adolescente.
No se explica de otra manera esa arrogancia con que responden a los cuestionamientos de los más jóvenes. Bitar no acepta que este “cabro chico” le venga a cuestionar su ‘exitosa política pública’ y Lagos saluda a los estudiantes que lo pifian como si estuviese frente a sus electores de los ’90.
En sus cabecitas quizás traten de entender qué les pasa a estos mocosos sin sentido de país, sin cuidado por la institucionalidad y sin respeto a sus aburridos rituales y al orgullo con que los dinosaurios contemplan sus oxidados 20 años de gobierno.
Falta ahora la madre de todas las batallas. Los estudiantes ya le enviaron un Memorex a esa señora de la sonrisa y que hoy es embajadora de ONU Mujeres y que guarda sibilino silencio. Veremos quizás en las próximas entregas de esta zaga bochornos más sabrosos que el enojo de Bitar.
Son las nuevas generaciones, pueden ser hasta sus nietos. Y eso es quizás la gran tristeza de su derrota. No hay vuelta que darle. Es un hecho irrefutable: los más jóvenes siempre son los que definen el rumbo del país y escribirán la historia.
Así que la mejor recomendación para la casta política es que se vayan para la casa y hagan sus trámites de jubilación. Aprovechen ahora que no les van a descontar el 7% y guárdense en sus cuarteles de invierno para que cuando los más jóvenes terminemos por levantarnos del sueño neoliberal, todos estos viejos fomes pagados de sí mismos simplemente no estén allí.
Mauricio Becerra R.
@kalidoscop
El Ciudadano