En estos días, se viralizaron unas fotos en las que, por un lado, se ve a tres adolescentes embarazadas y, por el otro, se contrapone una familia «feliz» de estereotipados rubios de ojos celestes. Resulta que esas tres chicas existen y tienen una vida; son alumnas de una docente que, indignada, escribió la siguiente carta abierta.
Estoy escribiendo esta carta frente a una imagen que me escandaliza y me llena de indignación. Es la foto de tres jóvenes mostrando con orgullo su embarazo a las que se le han agregado mensajes discriminatorios. Tres jóvenes que eligieron con todo el amor del mundo a sus hijos. Dos de esas tres jóvenes son alumnas de mi escuela. Son madres amantes de sus hijos que ya tienen 3 años y que se llevan 15 días. Los hijos de esas tres jóvenes son amiguitos, como sus madres. También tengo en mi celular la foto de los niños. Con la mayor de sus sonrisas, con sus cabecitas juntas y abrazados, posan. Un regalo que mis alumnas me hicieron para que yo pueda entender y alcanzar el final feliz de toda la historia. No quiero difundirla porque temo que gente inescrupulosa use la foto, como lo hicieron con la de sus madres, para atacarlos, para violar su inocencia, para mancillar su alegría.
Porque esa foto de sus mamás embarazadas que está viralizada en todas las redes sociales, los trata de «wachos», sin saber que sus papás jamás los abandonaron, que son padres presentes. Y que esos niños tienen detrás familias incondicionales que los adoran, que los cuidan, para que sus madres puedan terminar su secundario porque saben, me lo dicen, lo ratifican, «es lo mejor para nuestros hijos».
Sus hijos son el fruto del amor, de padres que los eligieron. Esas mujeres nunca fueron víctimas. La única violación que sufrieron es la de la indiferencia y el desprecio de un grupo de misóginos, que representa una pequeña parte de una sociedad enferma de prejuicios (que son tan viejos como la misma raza humana) y que las trataron de putas, de villeras, de embarazarse por un plan social que no cobran (aunque tendrían derecho a hacerlo), porque sus padres o ellas mismas trabajan en blanco.
Todo esto es así aunque podría no haber sido. Podría haber sido peor. La nefasta historia de la mujer sometida a lo largo de los siglos, violada y asesinada, tratada como despojo, como objeto y posesión de los hombres, acallada y olvidada por propios y extraños. ¿Autorizaría, si la situación hubiera sido esa, a que se las volviera a mancillar en las redes sociales? De ninguna manera.
Vuelvo a la foto. Sí, no fue realizada en una edición especial de la revista Gente. No son modelos o artistas famosas que acostumbran mostrar sus panzas en producciones espectaculares, Photoshop incluido. No es un costoso «Baby Book» regalado en un «Baby Shower». Pero esa foto también representó para esas chicas un momento único, irrepetible, esencial, femenino y humano.
¿Qué lee la sociedad en ese mensaje que contrapone las fotos de mis alumnas con la de una familia rubia, de ojos celestes? ¿Cómo ayudar a estas hermosas chicas que tengo frente a mí y que se sienten indefensas, mancilladas, cada vez que la foto que se sacaron tres años atrás es subida con un nuevo mensaje descalificador, cruel, violatorio, humillante? ¿Cómo explicarle que esta es la grieta que divide al género humano desde que el mundo es mundo? Ardua tarea la del educador que debe enseñar a tener voz al que no sabe que la tiene. Me siento incapaz. Busco ayuda en aquellas voces poderosas y esclarecidas que hablaron por «los nadies» al mundo entero:
(…) Los nadies: los hijos de los nadies, los dueños de nada.
Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos:
Que no son, aunque sean.
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no profesan religiones, sino supersticiones.
Que no hacen arte, sino artesanía.
Que no practican cultura, sino folklore.
Que no son seres humanos, sino recursos humanos.
Que no tienen cara, sino brazos.
Que no tienen nombre, sino número.
Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local.
Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata.
Eduardo Galeano
M. Gabriela Mac Maney
EES Nº 21 Tupac Amaru II
Villa Ballester
Gral. San Martín