Se cerró el escenario electoral donde la izquierda de transformación social vinculada a los movimientos sociales y a sus luchas decidió presentarse dividida en dos candidaturas. Ambas se metieron ahí a sabiendas que serían perdedoras en votos, pero igual, cabezas gachas, testarudas y llenas de voluntad decidieron ir por separado con Marcel y Roxana. Fueron con las mismas demandas sociales de carácter democrático, antineoliberal y anticapitalista que habían sido instaladas por los movimientos sociales en este nuevo ciclo de luchas.
Por lo mismo, lo fundamental ya está jugado. Y si de votar se trata hay que hacerlo por una de las dos candidaturas populares. Da lo mismo, porque desde ahora habrá que sumar y no restar para pensar en el futuro. Empero, lo más importante es que Marcel y Roxana lancen un mensaje claro de unidad para el escenario de las movilizaciones en las que habrá que participar y construir unidos, si lo que se predica también se practica. Y que inviten a Eloísa González a acompañarlos en el llamado. ¿Y por qué no?
De Marcel, Roxana y sus comandos se espera mucho más que justificaciones. Si sumados llegan al 8%, valió la pena. Menos, hay que hacerse muchas preguntas para el futuro.
Por supuesto que vimos tentativas de vincularse directamente con las luchas, pero las candidaturas de Marcel Claude, el Partido Humanista y de Todos a la Moneda por un lado, y de Roxana Miranda con el Partido Igualdad y sus movimientos de pobladores y apoyos en el mundo sindical, por el mismo ángulo izquierdo, fueron incapaces de generar una dinámica unitaria de los que luchan. No fue evidente.
Al menos quedó claro que el vacío político dejado por el PC fue inmediatamente ocupado por corrientes políticas extraparlamentarias.
Y si somos críticos aunque moleste, como hay que serlo para avanzar y construir alternativa, habrá que decir que tampoco las candidaturas populares supieron construir una pedagogía o programa de la articulación de las demandas de los estudiantes, pobladores, trabajadores y mujeres. Algo así como prefigurar un sujeto sociopolítico por los cambios en el imaginario colectivo. Tanto en la lid electoral como para lo que viene después.
En efecto, con un dispositivo mediático en contra, ninguna de las dos candidaturas pudo impugnar ni subvertir el escenario electoral configurado por la legalidad heredada de la dictadura. Incluso, un observador exterior despistado pudo haber elogiado el sistema político chileno porque permite la expresión de voces disidentes. Sin olvidar que en el plano de las candidaturas parlamentarias, Giorgio Jackson, de Revolución Democrática, que pactó con la Nueva Mayoría, tendrá, por eso mismo, chances de romper con la camisa de fuerza del binominal.
En la lógica del espíritu autocomplaciente, que ojalá no derive en el de secta poseedora de la verdad, podrá objetarse que por primera vez se plantó el discurso autónomo y «transgresor de los de abajo» del partido Igualdad y, que a Marcel, lo apoyaron significativas organizaciones de pobladores, trabajadores, estudiantes e intelectuales. Que éste fue el único en plantear la renacionalización del cobre. No obstante, cabe agregar que los comandos de Marcel y Roxana sucumbieron a la lógica trituradora de la política dominante. En la práctica, no zafaron de la trampa de los incentivos neoliberales de la competencia electoralista, que los llevó a querer ocupar los mismos nichos de ciudadanos electores. Esperamos que en ninguna de las dos haya prevalecido el ánimo de contabilizar el valor de un voto en pesos.
Por supuesto, en las dos campañas se pudo constatar empuje y voluntad, pero no se vio atisbo de aprendizaje de los errores del pasado. La división debilita. Y habrá que ver si hay inteligencia política para lo que viene: preparar lo que habrá que hacer desde el 18 de noviembre tras el objetivo de hacer avanzar y fortalecer la causa compartida.
Y ante un electorado potencialmente de izquierda y ecologista, que también vota por la Concertación, el PRO de Marco Enríquez-Ominami, Sfeir y, que se deja confundir por Parisi, era necesario presentar una sola candidatura, con una sola voz poderosa y artesanos de campañas coordinados; si se tiene vocación de poder y se defiende la unidad de los movimientos sociales como sujeto de los cambios. El mensaje subliminal enviado con dos competidores de izquierda fue de incapacidad de acordar juntos posiciones que permitieran aprovechar la coyuntura electoral para proyectar las luchas y demandas unitarias en un escenario adverso, adaptado a las necesidades de las pugnas interburguesas y al formato mediático de exacerbación del detalle sensacionalista en la competencia política.
Las tareas futuras de la izquierda sociopolítica
Por suerte, todo indica que el pueblo que puja por luchar organizado en sus movimientos sociales lo seguirá haciendo tras sus objetivos de satisfacción de sus demandas estudiantiles, ambientalistas, laborales, pobladoras y también feministas bajo el Gobierno II de Bachelet. Así pues, las demandas unen; los partidos y las dirigencias dividen, cuando no hay democracia ni debates internos programáticos ni estratégicos. ¿Palabras grandilocuentes? No, son conceptos que conviene recrear.
Habrá entonces que impedir que se dispersen las fuerzas políticas que les dieron vida a las dos candidaturas. Evitar que se vean aquejadas del síndrome del agotamiento post electoral. Si eso sucede, el vencedor será el mismo régimen político que pretendieron denunciar y combatir desde sus propias entrañas. En este caso se habrá caído en la trampa, pese a haber gritado fuerte, «somos el pueblo que lucha».
Por lo que habría que enviar un mensaje o signo claro de madurez.
¿Es mucho exigir que en nombre de la causa de los que luchan y de la necesidad de potenciar sus demandas, Marcel y Roxana juntos, llamen a continuar la lucha en la calle que, acaban de dar cada uno con oratoria y por separado en las tribunas mediáticas?
Asamblea Constituyente: La tarea unitaria
Desde marzo 2014 la Concertación desde el Gobierno —con todo el apoyo empresarial— tratará por todos los medios de desvirtuar y manipular las demandas populares. Es el juego de toda oposición tradicional: hacer promesas de cambio para después, en el poder, imponer una propaganda de la imposibilidad de cumplir esas mismas promesas programáticas. No por algo son tan ambiguas.
Ahora habría que pasar a las tareas del momento y pensar en construir el futuro en un escenario de luchas sociales reales y no en el simulacro de contienda permitido por el sistema y el binominal.
En la coyuntura que se avecina todos los mensajes potentes de unidad en la diversidad serán necesarios para retomar la iniciativa política y profundizar las tibias reformas que la Concertación renovada atinará a presentar en el consabido juego binominal.
Es por la acción colectiva que se afirma y desarrolla lo que deseamos: la sociabilidad y la recomposición del vínculo social fracturado por las figuras de la subjetividad producidas por el régimen neoliberal y sus fetiches: el individualismo competitivo y el crédito que amarra al sistema. Para salir de un paisaje vacío y fragmentado y construir nuevas relaciones sociales hay que privilegiar el estar-juntos-en-el-mundo. Eso que los grandes movimientos sociales que agitan el mundo desde el 2011 son capaces de recrear.
Al menos una gran tarea puede generar una dinámica unitaria de luchas. Hay condiciones reales de posibilidad para generar un movimiento político-ciudadano amplio por una Asamblea Constituyente; única manera de garantizar que la nueva Constitución incorpore contenidos sociales, bienes comunes y derechos universales. Empujar hasta allá la timorata iniciativa concertacionista. La llamada «vía institucional» o entregarle el poder constituyente al Congreso nominal.
Alianza y Concertación: Aliados estratégicos
En sus grandes líneas el escenario político ya está trazado. Las demandas populares en manos de la Concertación serán defraudadas por la misma Concertación + el PC. La derecha comienza ya a elaborar políticas en el marco que impone el realismo de las derrotas electorales inminentes y del alza de las expectativas del pueblo y los trabajadores. Sus ideólogos consideran que debe procederse a un «aggiornamento» o actualización en las ideas: «[…] ser menos dogmática en lo económico, menos temerosa en lo político y menos conservadora en lo valórico». Los más lúcidos ven así el escenario post «luna de miel» de la Nueva Mayoría en el futuro gobierno y sus relaciones con ésta: «[…] analizando objetivamente el cuadro —una vez terminada la luna de miel (del Gobierno de la Concertación)—, la tarea se ve muy compleja. Pese a que este posible cambio en la dirección del viento beneficie a la derecha, apostar al fracaso de Bachelet sería riesgoso y contraproducente». (Francisco José Covarrubias, El Mercurio, 9 de noviembre).
El Concertacionismo renovado es la carta de los sectores empresariales y del capital extranjero para salvar el neoliberalismo. Han comenzado por cambiarle de nombre. Alberto Arenas, el socialista y jefe programático de Bachelet lo llama «capitalismo con desarrollo inclusivo», como Jorge Awad, el patrón de los banqueros. Un sector de la derecha lo tiene clarísimo. Para éste, el concertacionismo conservador es un aliado estratégico. Y el adversario y enemigo designado de la derecha de la Alianza y de la Concertación será la oposición antineoliberal de los movimientos sociales en la calle.
Leopoldo Lavín Mujica