Entre quienes intentan «rebeldemente» bajarle el perfil a lo de la muñeca inflable se repiten argumentos como los siguientes: «¿Y si hubiese sido un consolador?… Yo no me habría sentido ofendido como hombre», o «¿y cómo las mujeres se ponen penes de cotillón en las despedidas de soltera?»…
Bueno. Eso es no entender que acá el intentar empatar la polémica en términos de afectación a uno u otro género simplemente no va, no funciona, se desinfla fácilmente, está fuera de lugar, out, chao! Y la razón es simple: La imagen, el símbolo que proyecta el «regalo», la «broma» de Asexma, va a contrapelo con un sentir, con un anhelo, con una urgencia hasta mortal que es experimentada real y cotidianamente solo por las mujeres.
Para que el asunto se entienda mejor: Por más que uno quiera y se esfuerce por empatizar con su lucha diaria, al final de la jornada no es a los hombres a quienes nos han cosificado, no es a nosotros a quienes nos puntean en el Metro, nos tocan el culo en una ciclovía, nos dejan caer una lluvia de garabatos desde el piso 15 de un edificio en construcción o nos empalan entre tres mujeres luego de violarnos.
Es en ese escenario en el que también lo que para algunos no pasa de ser una «sutileza» o un «detalle» adquiere una connotación tremendamente violenta y que en este caso se manifiesta en colocar el papel con la frase «para estimular la economía» tapando la boca de la muñeca que emula a una mujer. Todo, en medio de un «conspicuo» plató que de un momento a otro se convierte en una jarana del club de Toby con puros hombres de billetera gorda sintiéndose mandatados para «levantar» la economía, tarea para la cual la mujer quedó reducida a un simple estimulante.
¿Se entiende la idea? ¿Se cacha por qué la comparación es mala mala?…
Tan mala quizás como las explicaciones del mentor de la «broma», el presidente de Asexma, Roberto Fantuzzi, quien para defenderse echó mano al viejo argumento de que yo también «tengo esposa, hijas y nietas», como si la sola condición de mujer y persona no alcanzara para ser merecedora de su respeto.
No se trata de darle color ni ponerse graves. La repulsa a lo de Asexma responde a que cuando por fin se ha generado un contexto, una oportunidad de cambiar las cosas en beneficio de un sector de la sociedad histórica y fatalmente subestimado, vulnerado y abusado, un grupo de astutos son incapaces de ir en contra de su incontinencia falocéntrica y terminan convirtiendo de un sopetón a este país que intenta ser un poco más digno para tod@s, en un capítulo de los más rancios de Morandé con Compañía.
Por Daniel Labbé Yáñez