La violencia armada se cobra al año más de medio millón de vidas en todo el mundo por culpa de un negocio que mueve anualmente más de 85 mil millones de dólares y que la ONU ha intentado regular a través de este tratado histórico. Hasta el momento no existía ningún tratado internacional parecido para el control de estas transacciones, por lo que organizaciones como Amnistía Internacional llevaba más de veinte años luchando por la creación de uno: «se trata de un logro verdaderamente histórico. Demuestra lo que se puede conseguir cuando los activistas de derechos humanos trabajan a largo plazo para transformar una buena idea en una realidad que salva vidas en todo el mundo«.
El Tratado de Comercio de Armas, conocido por las siglas ATT, busca regular la venta de armas a escala global obligando a los países firmantes a dar cuenta de sus exportaciones e importaciones de armas convencionales a través de informes anuales. Al mismo tiempo, el nuevo tratado prohíbe el comercio de material armamentístico para gobiernos que puedan usarlo para cometer genocidio o crímenes de guerra, lo que permite interpretar las normas y reglas del tratado de forma bien distinta dependiendo de los intereses políticos y económicos de cada país firmante.
El tratado es vinculante de momento para 60 países, de los 130 adheridos. Países europeos como Alemania, España, Francia, Italia o Reino Unido -cinco de los diez principales exportadores de armas del mundo- están en la lista de los 60 países que ratificaron el tratado y se comprometieron a seguir sus estrictas reglas para evitar que sistemas de artillería de gran calibre, helicópteros, aviones, barcos, misiles y lanzaderas lleguen a manos de organizaciones o regímenes que cometan atrocidades.
Estados Unidos, el mayor productor y suministrador de armas, figura entre los setenta países que firmaron el tratado pero que aún no lo ratificaron porque debe ser antes autorizada por el Congreso.
Pero para que el tratado sea realmente vinculante y efectivo, el Secretario General de la ONU, Ban Ki-moon, considera esencial que las naciones que siguen descolgadas como China, Rusia o Canadá se sumen al acuerdo cuanto antes.
Si los países descolgados accedieran a firmar el acuerdo, se unirían al compromiso de no exportar armas de guerra, ni municiones ni determinadas piezas si la ONU ha impuesto antes un embargo contra el país receptor o si el material suministrado será usado para cometer genocidio o crímenes contra la humanidad. Y justo de ahí, de dejar en manos de la subjetividad la prohibición o no del comercio de armas, vienen todas las críticas y desconfianzas que ha suscitado.
La controversia del ATT proviene de la falta de consenso actual entre las principales potencias sobre los países que están violando -o no- los derechos humanos o lo que están atacando -o no- injustamente a su población. En prácticamente todos los conflictos hay dos versiones, dos argumentos y dos ideologías que justifican las acciones llevadas a cabo por cada uno de los bandos. ¿Cuándo fue la última vez que se pusieron de acuerdo China, Rusia, Estados Unidos y Alemania en torno a un conflicto armado? Pensemos en Siria o Palestina y en cómo fue -y sigue siendo- imposible lograr un acuerdo internacional debido a que cada estado se posiciona en función de sus intereses políticos, comerciales y económicos. Por ello, no es tan descabellado pensar que será practicamente imposible que algún día logren ponerse de acuerdo potencias tan antagónicas como Estados Unidos y Rusia.
En el artículo 7 del tratado se puede localizar el argumento que posiblemente provocará más problemas en torno a este supuesto hito histórico. El artículo señala que la venta de armas estará permitida si se hace con fines humanitarios para constribur a la paz y la seguridad. Y con este argumento volvemos a lo mismo de siempre, pues la valoración que algunos países tienen sobre la paz y la seguridad es bien distinta a la que tienen otros estados. Por lo tanto, estamos hablando de un tratado basado en una interpreteación completamente subjetiva que determinará -como ha hecho siempre la ONU- qué guerras son buenas, y qué guerras son malas.
Por otro lado, numerosos estudios y ejemplos han demostrado con la práctica que revisar y controlar el destino de las armas es prácticamente imposible. Un gran problema es, por ejemplo, el largo tiempo que las armas y las municiones siguen siendo utilizables. Cuando se vendieron misiles antitanques germano-franceses a Siria en los años 70, era imprevisible saber en qué se usaría ese material bélico cuarenta años después.
A pesar de las críticas y controversias que genera el nuevo tratado, los expertos coinciden en que el comercio de armas es un negocio que en la actualidad está escasamente controlado, por lo que se considera que esta convención marca un antes y un después. El reto del Tratado de Comercio de Armas será demostrar que realmente protege a la población civil de ser masacrada por las armas que circulan libremente entre países generando millones de dólares al año a costa de miles de vidas civiles.