Guerrerismo. Impunidad imperial. Excepcionalismo estadounidense. Hipocresía y mentira. El presidente estadounidense Barack Obama renovó este miércoles, con marcada agresividad, los argumentos imperiales durante su alocución en la Asamblea General de Naciones Unidas. Mientras las fuerzas militares de su país bombardean Siria, antes de presidir en persona el Consejo de Seguridad, instó a los líderes mundiales a unirse en una nueva cruzada sobre Oriente Medio. Arremetió contra Rusia por la crisis en Ucrania y se adjudicó la responsabilidad de hacer frente a la epidemia de ébola en África.
Cargado del “excepcionalísimo”, Obama dedicó gran parte de su intervención a explicar la estrategia internacional necesaria para combatir al Estado Islámico (EI), en la que -según consideró- EEUU cumple un rol crucial. Pero su objetivo fue, claramente, dejar en claro qué papel juega EEUU en el escenario mundial, y que su lenguaje es el de la fuerza y la violencia.
Impartió acusaciones hacia Rusia, Siria, Irán. Justamente, EEUU, el país que está llevando adelante decenas de conflictos bélicos en gran parte del mundo.
Anunció que fortalecerán la alianza militar de la OTAN, para defenderse cuando sea necesario. Aunque esa tesis fundante de la OTAN nuca haya sido comprobada. De hecho, el presente de esa alianza militar desnuda justamente lo contrario, que sus objetivos son ofensivos. Así ha quedado demostrado desde Yugoslavia para acá.
Se encargó de recalcar que el objetivo de su ofensiva sobre Siria e Irak es supuestamente “degradar y destruir” la organización terrorista Estado Islámico, pero se olvidó decir (tal como le recordó luego la presidente de Argentina, Cristina Fernández) que esa es una organización que la propia potencia norteamericana ayudó a nacer. Para ello indicó que sería necesario, además de lanzar un ataque aéreo para respaldar sus fuerzas terrestres indígenas (los kurdos peshmergas), cortar las vías de financiación y el flujo de combatientes en sus filas. Sin embargo, poco antes del discurso, Obama se encontraba reunido justamente con los mandatarios de distintos países que financian de hecho y abiertamente a distintas organizaciones terroristas que operan en la región.
Con centenares de militares desplegados en la región, aún así, el jefe del estado imperial se animó a decir que su país no enviará tropas terrestres a Irak ni Siria. Se “limitará” a capacitar y equipar a las fuerzas que están combatiendo en esos territorio, al tiempo que llamó a otras naciones a unirse a las acciones militares iniciadas desde Washington tras asegurar que 40 países apoyan su campaña. Al hablar de Siria, reforzó sus deseos (abiertos deseos) de derrocar al Gobierno de Bashar al Assad tras advertir que “una transición política incluyente” es la única solución duradera para poner fin al conflicto en ese país. “Junto a nuestros aliados de otros países, EEUU está entrenando y equipando a la oposición siria, para contrarrestar el terrorismo del EI y la brutalidad del régimen de Al Assad”.
La hipocresía de su discurso llegó a los límites del paroxismo al decir que “Estados Unidos es y seguirá siendo una potencia pacífica, promoviendo la paz, la estabilidad”. En seguida sostuvo que “Madres, hermanas e hijas han sido objeto de violación como arma de guerra. Niños inocentes fueron fusilados. Cuerpos fueron arrojados a tumbas masivas”. ¿Hablaba de las acciones de las tropas norteamericanas en la guerra de Corea o Vietnam? Pareciera. Hablaba en verdad del Estado Islámico. Pero la identidad es llamativa.
Explicando cuáles serían los pasos a seguir, Obama expuso que es necesario luchar contra el adoctrinamiento de jóvenes por parte de organizaciones extremistas bajo “un falso Islam”. Se refirió a los conflictos sectarios (que su propio país se encargó de generar y fomentar) hacia el interior de los países de la región como la causa de la inestabilidad político-social a partir de la cual se originan las organizaciones terroristas y exigió a la ONU presentar planes concretos de combate. Con hipocresía, eludiendo todo tipo de responsabilidad, nunca consideró la invasión militar estadounidense en Irak, la cual que se extendió por más de diez años, como la verdadera razón de la inestabilidad en la región.
Tras afirmar el “potencial” de los pueblos árabes y la necesidad de ofrecer una “alternativa” al terrorismo mediante el refuerzo de la democracia, aseveró “ni vamos a tolerar los [países] refugios de terroristas ni vamos a actuar como potencia ocupante…Vamos a tomar medidas contra las amenazas a nuestra seguridad -y nuestros aliados- mientras construimos una arquitectura de cooperación antiterrorista”.
Renovó sus acusaciones sobre Rusia y argumentó que las acciones de la potencia euroasiática en el marco de la crisis ucraniana desafían el orden mundial, por lo que llamó al resto de las naciones a ponerse “en el lugar correcto de la historia” y apoyar a EEUU. “Rusia tendrá que pagar un precio por su agresión”, sentenció Obama y aseguró que su actitud “recuerda los días en que las grandes naciones pisotearon los pequeños en la búsqueda de la ambición territorial”. A su vez, destacó su apoyo a Ucrania y prometió el refuerzo de sus aliados de la OTAN, como parte de la estrategia de cercar a Rusia.
Por otra parte, en el marco de la recolonización del continente africano, hoy solapada en el combate de la lucha contra el ébola, el jefe de Estado norteamericano instó a los líderes mundiales a potenciar el plan de lucha contra la epidemia a partir del cual EEUU encabeza el despliegue de militares detrás de médicos y científicos.
Afortunadamente para las Naciones Unidas, Barack Hussein Obama prometió que EEUU “permanecerá conectado en la región” anunciando que están “preparados para afrontar ese esfuerzo…Puedo prometerles que los EEUU no se verán distraídos ni serán disuadidos de lo que tenemos que hacer. Somos orgullosos herederos de un legado de libertad, y estamos preparados para hacer todo lo que sea necesario hacer para asegurar ese legado para las próximas generaciones”. Todavía considera que la hegemonía imperial se sotendrá en el tiempo. Y queda claro que harán todos los esfuerzos para ello.
La arrogancia imperial, en el discurso de Obama, a pesar de la decadencia, sigue intacta.