Olivier Besancenot lidera la Liga Comunista Revolucionaria y está ganando una fama inesperada con una estrategia “moderna” que incluye hasta ir a los programas de moda. El raro caso de un izquierdista “duro” y muy mediático.
Por Eduardo Febbro
El anticapitalismo está de moda. Aunque la palabra “capitalismo” haya perdido su vigencia y sea su equivalente, el liberalismo, quien ocupe hoy la mejor escala de la terminología, la popularidad de un hombre político francés de extrema izquierda puso a esta corriente ideológica en el horizonte de las tendencias de moda. Mucho más a la izquierda de esa izquierda socialista de corbatas liberales y sueños igualitarios están los trotskistas franceses de la Liga Comunista Revolucionaria, LCR, liderados por un personaje joven y simpático, cartero de profesión, que restauró la imagen de la izquierda radical sin cambiar de discurso pero haciendo algunas concesiones mediáticas a la legendaria estrechez de los trotskistas. Olivier Besancenot acude sin remordimientos a los programas de televisión adonde abundan los cantantes de moda, las top models, los cómicos y todos los descendientes y ascendientes de la farándula nacional e internacional. El líder trotskista conquistó dos estatutos contradictorios: revolucionario y estrella de los medios. El uso de la frecuencia catódica lo propulsó a niveles inéditos de popularidad que, en menor medida pero de manera consistente, se reflejan en las urnas.
Mientras los socialistas franceses prosiguen con su insoluble mascarada, el líder trotskista se da el lujo de ser hoy, en los sondeos, el opositor más sólido del presidente conservador francés, Nicolas Sarkozy. Hay que reconocer que el Partido Socialista ha contribuido a ese mérito. Por ejemplo, en pleno giro liberal, los socialistas inventaron una nueva definición de su difusa propuesta política. Bertrand Delanoë, el intendente socialista de París y aspirante a la investidura presidencial del PS, confesó que era al mismo tiempo “liberal y socialista”. El intendente de la capital francesa también explicó que milita para que el Partido Socialista sea, “al fin, un partido de managers”. Olivier Besancenot es un fenómeno moderno que se inscribe de manera anacrónica pero eficaz en el telón movedizo de las ideas. Pocos ejemplos hay en Occidente iguales al modelo político francés. En los últimos años, Francia vio cómo intelectuales e izquierdistas revolucionarios de antaño vestían las camisas y las ideas de la derecha. El último año ha sido aun más contundente: dirigentes socialistas de peso histórico pasaron a formar parte del gobierno de derecha de Nicolas Sarkozy. Besancenot permanece fiel a los enunciados trotskistas, a la demolición sistemática de ese gran robo universal que es el liberalismo y a la defensa de una clase obrera que aunque ya no exista en el vocabulario moderno sigue siendo real. Simpático, metódico, suave y sin concesiones ante sus adversarios, Olivier Besancenot acaba de lanzar el NPA, Nuevo Partido Anticapitalista. El líder trotskista se propone mucho más que un partido con identidad de izquierda radical. Según explica con una sonrisa comprensiva de maestro de escuela primaria, se trata de ampliar la actual Liga Comunista Revolucionaria y hacer del NPA “una prolongación de todas las resistencias sociales”. El Nuevo Partido Anticapitalista será creado oficialmente en enero de 2009 pero ya tiene un inédito horizonte de posibilidades confirmadas semana tras semana por las encuestas de opinión y la movilización de los electores. Aunque parezca una boutade, la pregunta que se hacen hoy los analistas consiste en saber si acaso no será la corriente trotskista encarnada por Olivier Besancenot quien represente a la izquierda en las próximas citas electorales de envergadura.
El último sondeo de opinión no sólo lo define como el mejor adversario de Sarkozy sino como un hombre político al que los franceses les gustaría que tuviese “más influencia en la vida política del país”. Los simpatizantes de este personaje poco común se identifican no sólo con su perfil sino también con sus ideas. “Siempre voté por la izquierda pero sabiendo que esa izquierda, que era la única que había, no representaba la verdadera izquierda con la que soñaba. Ahora siento que esa izquierda ideal existe”, dice Jean Pierre Decente, un joven informático del este de París. De hecho, el NPA ocupa el lugar dejado vacante por los socialistas e incluso los comunistas. Mientras el PC corre detrás de su agonía y el PS se desgarra para disimular su tendencia liberal, Olivier Besancenot siembra el fértil terreno abandonado por la izquierda tradicional. Para él, la meta es construir “una izquierda de combate anticapitalista, internacionalista, antirracista, ecologista, feminista, indignada por todas las discriminaciones”. Incluso el PS empieza a reconocer que Olivier Besancenot ha conquistado el lugar que el histórico partido de la rosa dejó vacante. La Fundación Jean Jaures, un cenáculo cercano al PS, dice: “En momentos en que el PS debate sobre su estrategia de alianza y sobre la oportunidad de hacer suyo cierto liberalismo, la corriente política encarnada por Olivier Besancenot podría abrirse nuevas perspectivas”.
Esas perspectivas se miden en las urnas de las encuestas con un abanico que oscila entre 45 y 60 por ciento de opiniones favorables. Los responsables de las encuestadoras reconocen que “algo serio está pasando, no se trata solamente de una burbuja de jabón”. Olivier Besancenot le debe mucho de su popularidad a la mediocridad del discurso político actual, a la aterradora imagen que se desprende de los debates televisivos donde todos dicen casi lo mismo y parecen amigos de infancia, a la no menos escalofriante cobardía de los periodistas del sistema, incapaces de hacer una pregunta peligrosa, de corregir un error o interrumpir ante una mentira. El joven trotskista reparte golpes y denuncias con una tranquilidad de eclesiástico. Sin dudas falta aún que esa popularidad se transforme en peso electoral específico. Pero una parte del camino –milagro– está recorrido. Que un trotskista tenga hoy más credibilidad y suscite más simpatías que los socialistas dice mucho sobre el estado en que se encuentra la izquierda oficial. Y el sueño de Olivier Besancenot es precisamente ese: montar un partido capaz de acaparar todo el amplio sector que está a la izquierda del PS. El trotskismo francés detenta un verdadero peso electoral. Su discurso capta no sólo lo que está a la izquierda del PS sino, también, a todo aquello que ronda en torno de los movimientos sociales. El caso francés no es único. En Alemania, el Die Linke, el partido que surgió en 2007 con la fusión entre la izquierda del SPD y el PDS, ex Partido Comunista de Alemania del Este, es hoy la tercera fuerza política del país con 14 por ciento de intenciones de voto. En Dinamarca, el Partido Socialista Popular (extrema izquierda), SF, le hace sombra al Partido Social Demócrata. Las izquierdas radicales de antaño se afirman allí donde los socialismos históricos invocan el pasado al tiempo que inscriben sus plataformas según los mandatos del presente liberal.
Página 12