Es cierto, si converso de estas cosas con alguien de la generación de mi padre, lo más probable es que caigamos en aquella discusión infértil del “tu no viviste lo que yo si”, “no puedes opinar si no lo viviste” y todos esos argumentos que, por válidos y actualizados que parezcan, nos imposibilitarían estudiar la segunda guerra y opinar sobre ella o incluso, si nos basáramos firmemente en ellos, alcanzaría para eliminar la religión de nuestras vidas, pues: ¿Cómo creen en Jesucristo si nunca lo vieron?, es casi casi lo mismo ¿no?.
Lo que no se puede negar es que en términos de expresión si, por escribir una columna encendida podría haber sido perseguido, secuestrado o visitado sorpresivamente en mi casa por agentes del estado, como en los tiempos del teniente Cheyre. Pero eso no podría pasar ahora aunque, ¿quién puede asegurarme que eso no va a pasar?. ¿Alguien podría asegurarme hoy que eso no me pasaría?.
Sin ir tan al Sur, en la Araucanía tenemos hoy a un fotógrafo detenido. Un fotógrafo cuyo único delito ha sido documentar y declarar, por ejemplo, “desde que llegué a la Araucanía que puse mi cámara al servicio de los peñis”, ¿Alguien podría decirme cuál es el delito verdadero de Felipe Durán? ¿Por qué en verdad sigue detenido?. Y es que en estos gobiernos, coincidentemente en los de Bachelet, ha habido artistas que, por documentar el nuevo genocidio araucano, han sufrido la persecución policial del estado. En el periodo anterior fue el turno, lamentablemente, de nuestra amiga Elena Varela, ¿se acuerdan?.
Y las preguntas que me hago, sobre todo en tiempos de elecciones (cuando más demócratas se ponen), son las que se podría hacer un ciudadano común y corriente que le interesa el futuro de su país, preguntas como la que preside esta columna, además, por ejemplo, me pregunto: si la reforma educacional propuesta por el gobierno cumpliera básicamente con lo prometido ¿Por qué sigue habiendo marchas estudiantiles? ¿por qué los estudiantes no están contentos?. Si la educación gratuita fuera uno de los “pilares fundamentales” de la reforma, ¿por qué los rectores de las universidades que se manifiestan a favor de la gratuidad deben soportar presiones políticas?. Si tanto les interesa la vejez de los chilenos, ¿Por qué no terminan de una vez con el sistema de AFPs?.
Lo más probable es que más de algún tecnócrata pudiera llenarme la cabeza de cifras y decirme que “la cosa no es tan fácil” y lo más probable es que así lo sea, pero vaya, me siento parte de los que piensa que la tan mentada democracia de la que hablan se ha reducido nada más que al derecho a votar y elegir por aquellos que, como nos hemos ido enterando, ya no gobiernan para los intereses de la ciudadanía, sino que con boleta en mano, como cualquier trabajador “a honorarios”, han aceptado la redacción de leyes por parte de las mismas empresas que buscan favorecer sus intereses en el parlamento.
Hace unos días discutía con un personaje que nos pedía por favor “no basureen la política” y me costaba creer que, siendo seguidor y militante del partido del senador que en televisión reconoció mover dineros del mercado negro, nos dijera a nosotros, válidos protestantes y hastiados, que no basureáramos la política que ellos mismos pudrieron con su dedocracia de favores mal pagados y corrupción.
¿De qué sirvieron todas las luchas contra el dictador?, ¿En qué sitial tienen a sus muertos?, ¿Por qué aceptan que la política y la empresas intervengan un poder tan noble como el de educar?, ¿Por qué nos niegan la posibilidad de hacerlo? (aunque una carrera universitaria cueste un peso, siempre habrá alguien que no pueda pagarla), ¿Hasta donde llegan sus tentáculos?. ¿Cuánto más seremos capaces de aguantar?.
Son preguntas que quisiera que el tiempo y el devenir de sus actos me fueran explicando, pues todos aquellos que desde hace muchos años hemos trabajado fuera de sus duopolios macabros y coludidos, venimos intentando ejercer la democracia que nos heredaron los que si le dieron las luchas en las calles al dictador, aquella que permite la autodeterminación y el libre albedrío, aquella que nos da la posibilidad de opinar sin que un decreto nos calle la boca o peor, sin que una bala nos calle la boca. Aquella que nos hace sentir que fotografiar o cantar no es un delito, sino un aporte. Aquellos que hemos transitado por las veredas a pie, sin temor ni escoltas, créanme que hemos tratado a cada rato, en cada verso, de limpiar la política que ellos nos ensuciaron.
Entonces les vuelvo a hacer la pregunta, ¿Por qué nos hablan, con tanta tranquilidad, de democracia?.