Hablar de Henry David Thoreau, es hablar de historia y lucha política, específicamente de historia y lucha política en los Estados Unidos de Norteamérica. Es en ese contexto que se ubica el autor, quien mantiene una posición acorde con los padres de la patria de aquella nación. Y en ese contexto y desde ese contexto es que podemos estudiarlo, analizarlo y allí extraer aquello que constituye su legado válido a la civilización en su conjunto, en parte o en el total de su propuesta.
Su encarcelamiento por rehusarse a pagar el impuesto personal, en razón de oponerse a la guerra que Estados Unidos desencadenó contra México en 1846, durante la presidencia de James Polk, tanto como al esclavismo en su país. Lucha contra la esclavitud en la que participó en forma activa, interviniendo en el “tren subterráneo” por el cual se facilitaba la huida de los esclavos hacia Canadá. Conoció a John Brown, el luchador antiesclavista, asesinado en la horca el 30 de octubre de 1860, por quien Thoreau dio su discurso “La oración por John Brown” un día antes de la ejecución.
Thoreau continúa la línea de pensamiento de los patriotas que dictaron la Declaración del 4 de julio de 1776, y la desarrolla en línea y en enfrentamiento con la desviación de la plutocracia norteamericana, que, al amparo del crecimiento como potencia naciente, expropió al pueblo norteamericano del ejercicio del poder.
Desobediencia Civil, la obra que PATRIA PARA TODOS Chile presenta, es la reafirmación de aquellos principios y además, junto a la crítica al gobierno no deja de lado la responsabilidad que le corresponde a cada individuo significante de ser CIUDADANOS siempre y en toda ocasión para JAMÁS SER SÚBDITOS. No “excusa” al pueblo, sino que lo llama a ejercer sus derechos que como individuo corresponden a cada uno.
Específicamente los dos temas que le permiten expresarse son la invasión a México y la lucha contra la esclavitud en una expresión muy clara: “el pueblo norteamericano tiene que cesar de tener esclavos y de hacer la guerra a México, aunque le cueste su existencia como pueblo”.
Plantea el derecho a la revolución, que ejercida por todos los individuos, como la negación al pago de impuestos, llevaría a dejar al gobierno sin recurso para llevar adelante la guerra contra México. Que el pueblo norteamericano no le escuchara, hecho previsto por Thoreau, no llevó a este a dejar a aquel sin responsabilidad, claramente establecida en su pregunta: “¿Cuántos hombres hay por cada mil millas cuadradas en este país? Difícilmente uno”.
No recurre ni justifica el error en el concepto de mayoría o minoría, sino en la consecuencia del individuo con los objetivos profundos de la humanidad al decir “no importa lo pequeño que parezca el comienzo: lo que se hace bien una vez, está hecho para siempre”.
Así Thoreau, actúa en línea con la Declaración de 1776: “Sostenemos como evidentes por sí mismas dichas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre éstos están la Vida, la Libertad y la búsqueda de la Felicidad. Que para garantizar estos derechos se instituyen entre los hombres, los gobiernos que derivan sus poderes legítimos del consentimiento de los gobernados; que cuando quiera que una forma de gobierno se haga destructora de estos principios, el pueblo tiene el derecho a reformarla, o abolirla, e instituir un nuevo gobierno que se funde en dichos principios, y a organizar sus poderes en la forma que a su juicio ofrecerá las mayores probabilidades de alcanzar su seguridad y felicidad”.
El ataque a otro pueblo como en esa oportunidad a México, en un principio sin participación del pueblo norteamericano llevó a Thoreau a ejercer individualmente el derecho a oponerse a esa guerra de dominio. Ejerciendo la libertad desde su propia individualidad, llamaba al resto a no apoyar al gobierno y a cesar en la guerra, también en línea con el definitivo argumento del Inca Yupanqui en las Cortes de 1808: “Un pueblo que esclaviza a otro no merece ser libre”.
Cuando se opone a la esclavitud, cuando llama a la desobediencia civil lo hace en legítima coincidencia con la declaración de 1776: “Pero cuando una larga serie de abusos y usurpaciones, dirigida invariablemente al mismo objetivo, evidencia el designio de someter al pueblo a un despotismo absoluto, es su derecho, es su deber, derrocar ese gobierno y proveer de nuevas salvaguardas para su futura seguridad y su felicidad”.
Acusación inflexible al gobierno, sin absolver a los individuos que no ejercen su derecho legítimo a quitar a los gobiernos que violan sus compromisos por los cuales han asumido en nombre de un pacto, un compromiso de realizar las medidas que cuentan con el acuerdo general.
Ahora bien, hasta ese punto Thoreau, su lucha y sus principios. ¿Resultan válidos sus principios en el presente? La respuesta es afirmativa cuando se analizan distintos gobiernos que han hecho exactamente lo opuesto a lo que motivó su elección.
Cuando podemos ver a simple vista las repetidas injurias y usurpaciones; cuando vemos los incumplimientos que periódicamente ejecutan los gobiernos, hasta transformarse en esa “tiranía” legal a que someten a los pueblos las “representocracias” de vulgares “violadores” de la fe popular”, que por otra parte quieren hacer pasar por “democracias” lo que NO ES DEMOCRACIA; de “oficialismos” y “oposiciones” que obstruyen leyes necesarias, administración de justicia, designaciones de jueces que lejos de consolidar la autoridad de los tribunales dependen de la voluntad de esas “representocracias”, empobreciendo a los pueblos con periódicas estafas y traiciones; destruyendo su trabajo y contribuciones sin acuerdo de los contribuyentes; alterando los objetivos para los que fueron designados; llegando a los casos extremos de imposiciones violentas y derogación de leyes apoyadas por todos o imponiendo leyes rechazadas por todos; cuando abdican los gobiernos al derecho a serlo por abandonar la protección de la Nación permitiendo el pillaje sobre nuestros países y poniendo en riesgo las vidas de los ciudadanos. Entonces podemos decir que Thoreau y el acta de su país, con la que fue consecuente, que existe el derecho a la desobediencia civil válido para todos los pueblos y países luego que “A cada grado de estas opresiones hemos suplicado por la reforma en los términos más humildes; nuestras súplicas han sido contestadas con repetidas injurias”, según lo fundamenta la mencionada acta.
Desobediencia civil, que no se impone por “violencias inconducentes” (que no dejan de ser minorías) sino por la propia fuerza que significa la participación activa de todos los ciudadanos en forma efectiva. Para ejemplificar el concepto: La negativa a pagar tarifas abusivas, es mucho más efectiva que cualquier alteración del orden, porque se trata de simple ejercicio de los derechos por parte de los verdaderos titulares del Poder: Los Pueblos.
Es desde ese punto de vista que presentamos para su consideración, un gran libro de un gran ciudadano y patriota heredero de aquella América del Norte revolucionaria de 1776 que llamó a los ciudadanos concientes que necesariamente harían ser concientes a los gobiernos, expresión de la América de Emerson y Jefferson, antes que la plutocracia la transformara en la América plutocrática de Macharty.
Red de Educadores por una Democracia Participativa