Vladimir Putin, actual primer ministro, ganó ampliamente los comicios del domingo y es el presidente electo de Rusia. La noticia no por previsible dejó de caer muy pesada a Washington y la Unión Europea.
Mal que les pese a las potencias occidentales, la Comisión Electoral Central de Rusia informó de los resultados de la elección presidencial del 4 de diciembre. Putin ganó con el 63 por ciento de los votos; el comunista Gennadi Ziuganov fue segundo con el 17 por ciento; el multimillonario Mikhail Projorov llegó tercero con el 7 y luego se escalonaron el ultraderechista Vladimir Zhirinovs y el socialdemócrata Serguei Mironov con guarismos menores.
El órgano electoral informó que el porcentaje de participación superó el 65 por ciento. Con su cosecha de más de 45.6 millones de votos, el actual primer ministro se convirtió en mandatario electo y jurará el 7 de mayo próximo.
Así las cosas, Putin, que ya gobernó el vasto país entre 2000 y 2008, y queluego dejó ese lugar hasta hoy a su delfín Dimitri Medvédev, volverá al tope del Kremlin por los próximos 6 años. Esta dupla Putin-Medvédev decidió el enroque en un congreso de “Rusia Unida” a fines de setiembre de 2011, cuando se decidió candidatear al primero, por propuesta del segundo.
La amarga queja de los opositores de adentro y sobre todo de afuera del país, es que esta alternancia supondría una cuasi “dictadura” o mismo gobierno perpetuado en el tiempo con dos caras que se intercalan. La crítica es incorrecta en cuanto a lo “dictatorial” de su naturaleza política, pues tanto uno como otro presidente han sido elegidos en elecciones básicamente democráticas, fiscalizadas por la justicia rusa y numerosos observadores internacionales.
Más, en 2008 el candidato fue Medvédev porque Putin respetó el impedimento legal o limitación de dos mandatos sucesivos. En este sentido sus títulos son perfectamente legales. Y el comicio del domingo pasado, ganado con 46 puntos de ventaja sobre el segundo, Ziuganov, tampoco deja lugar a dudas sobre lo legítimo de su victoria.
Las críticas a la elección rusa se centraron en que el candidato oficialista dispuso en el proceso previo del 70 por ciento de la propaganda mediática, en tanto sus rivales se debían repartir el resto. Pero en casi todas las competencias electorales del mundo capitalista suceden cosas parecidas o peores, sin que la Casa Blanca y sus aliados se desgarren las vestiduras.
Esos intereses occidentales también llamaron la atención sobre la influencia de las autoridades del Estado en todos sus niveles, directores de empresas y demás organismos, en el voto de sus empleados o subordinados.
Esto se llama vulgarmente “utilización del aparato” estatal y formas clientelares de la política, por supuesto muy criticables. Pero esta es una constante en la abrumadora mayoría de comicios donde domina el capital, sin que por eso se pueda descalificar la voluntad popular o tildarla de “fraude”.
Otra cosa, que sí sería una seria irregularidad, es la denuncia de opositores rusos y observadores europeos, de que había varios miles de casos donde los electores podían votar en lugares indistintos, presumiéndose que lo hicieron en más de una vez. ¿Eso explica los 46 puntos de luz entre Putin y Ziuganov?
Verdaderas razones
Las verdaderas razones del amplio triunfo de “Rusia Unida”, así como su victoria holgada en las legislativas de diciembre del año pasado, deben buscarse en otro lado. No se explican por “trampas” en las urnas.
Para la mayoría de los rusos, no todos por supuesto, los gobiernos desde 2000 a la fecha, con Putin en la mayoría del lapso y una fracción con Medvédev, han mejorado relativamente su situación económica-social.
Este es un hecho, que los opositores y los imperios de afuera explican como mera consecuencia del empinamiento de los precios del petróleo y el gas.
Rusia es un fuerte productor y exportador de esos recursos. Por ejemplo, aspira a producir 10 millones de barriles de crudo diarios según un plan de inversiones que tiene en marcha. Por otro lado tiene acuerdos con países europeos y China, para abastecerlos con nuevos gasoductos hacia el sur y Siberia, respectivamente.
Esa crítica a Putin es la misma que la derecha venezolana y mundial le hace al presidente Hugo Chávez. La cotización del barril sería la exclusiva explicación de la mejoría de los ingresos de la mayoría de los venezolanos.
Al mandatario ruso electo le pegan con el mismo garrote, como si su política de este decenio para que el Estado ruso recuperara capacidad de decisión en cuanto a sus recursos energéticos no tuviera ningún mérito.
Este no es un debate del pasado pisado. Es muy actual, porque en el programa de Putin en la última compulsa se destacó su propuesta de aumentar los salarios de médicos, educadores, militares y policías.
Sus detractores estimaron que esas promesas salariales equivaldrían a más del 2 por ciento del PBI de Rusia y las tildaron de difícil cumplimiento, salvo que siguiera aumentando la cotización internacional del crudo. Como sea, fueron propuestas del ganador y que tuvieron mucho que ver con el voto de una amplia franja del pueblo.
Es más, pareciera que los que votaron a Putin fueron las franjas más humildes, porque capas medias de Moscú, en cambio, le dieron la espalda. Del 63 por ciento nacional bajó al 47 en la capital, por el alejamiento de ese sector social, paradojalmente uno de los que más se favoreció estos años.
Hay otro punto que también explica la amplia victoria: la política internacional. En los tiempos de Mijail Gorbachov y Boris Yeltsin, la desfalleciente Rusia fue tratada como una mucama por las potencias vencedoras de la “Guerra Tibia”. En cambio Putin tuvo su costado nacionalista, caro al pueblo ruso. Le cantó las 40 a George Bush en la Conferencia de Seguridad de 2007 y rechazó sus radares y misiles en República Checa y Polonia. Esto también le reportó apoyo y votos, de militares y de rusos sin uniforme.
Miente, miente….
De todos los críticos a Putin, el que tiene más validez para hacerlo es el Partido Comunista de la Federación Rusa. Ziuganov polemiza con el gobierno desde posiciones socialistas y del rescate de lo mejor de los 70 años de sociedad que tuvieron como dirigentes a Lenin y Stalin. El número 2 de Ziuganov, Iván Mélnikov, declaró que -si las elecciones hubieran sidolimpias- la segunda vuelta hubiera sido inevitable. “El señor Putin ha recibido un 15% de votos que no le correspondían”, aseguró en conferencia de prensa. Esas observaciones críticas merecen ser tenidas en cuenta.
En cambio, las de Hillary Clinton y la Unión Europea, que deploraron la elección rusa por fraude no demostrado, son hipócritas. EE UU avaló el golpe en Honduras, en junio de 2009, para derrocar al mandatario constitucional, entre tantos atentados contra la democracia. No tiene autoridad moral ni política para levantar el dedo admonitorio contra las urnas de Moscú.
Y lo mismo se puede decir que algunos medios de prensa de Argentina, que fueron partícipes del golpe militar-cívico de 1976 y de los gobiernos entreguistas y privatizadores de los ´90.
“Gaceta Ganadera” y su columnista Mariano Grondona han escrito sendos editorial y columna sobre Rusia. La tribuna de doctrina pentagonista mintió: “en estas elecciones hubo fraude, circunstancia que curiosamente fue admitida por el propio Putin” (“Rusia: el «zar» nunca se fue”). Lo que había declarado el electo a un foro de abogados en Moscú, según la agencia rusa Novosti, fue: “por supuesto, hubo violaciones (irregularidades).
Tenemos que identificarlas, eliminarlas y aclarar todo para todo el mundo”. Ese editorial agregó: “La primera década del siglo XXI ha sido negativa para Rusia en el plano económico. En el de la política, las cosas han sido peores. El resultado de las recientes elecciones presidenciales no hace sino aumentar la preocupación por la falta de democracia y por una constante violación de las libertades esenciales del pueblo ruso”. La columna de Grondona, ex asesor de la Aeronáutica durante la dictadura, reiteraba esos mismos conceptos.
Tratar de “zar” a un presidente electo con 46 millones de votos, es una opción política y periodística reñida con la verdad. Decir que la primera década del siglo XXI fue negativa económicamente para el país es también faltar a la verdad en forma grosera. Fueron los años en que Rusia se recuperó y creció, formando el grupo BRIC con Brasil, India, China y Sudáfrica. Eso se tradujo en desarrollo económico y multipolaridad.
La alusión a la falta de democracia es un discurso dictado por el Departamento de Estado. A éste le molesta que Moscú se alíe a China y obstaculice sus planes de agresión a Siria e Irán. Le preocupa que Putin emprenda un programa de fortalecimiento del ejército ruso por 790.000 millones de dólares hasta el año 2020. No le agrada que el BRIC analice ahora la creación de un banco propio. Y ya se sabe, lo que no le gusta al imperio tampoco le cae bien a “La Nación”.
Por Emilio Marín
El Ciudadano