Así ha quedado demostrado en las encuestas, y el descontento se puede ver reflejado en los comentarios de cada noticia que aparece, respecto de los escándalos en los que se han visto involucrados.
Como país estamos entrando en crisis, en donde la relación política-dinero se convirtió en algo que supera a las clásicas disputas entre la derecha y la izquierda o entre la oposición y el gobierno. Esta crisis radica en el rompimiento entre la ciudadanía y las instituciones. Hay un sentimiento general de un “ellos y nosotros” y que esos “ellos” se están sentando en el poder que les fue conferido para velar exclusivamente por sus intereses.
Y es que desde el retorno de la democracia no hemos visto políticas que vayan en beneficio de la población, sino por el contrario. El negocio redondo, que más parece asalto a mano armada, de las AFP, en vez de ser erradicado del país, se fue fortaleciendo. Las Isapres hacen con nosotros lo que quieren. Los precios suben y los sueldos permanecen estáticos por años. El sistema de transporte es una basura que nos tiene sometidos a una pésima calidad de vida y el retail tiene la sartén por el mango. La educación es un bien de consumo. Una especie de inversión a largo plazo que, a la larga, pudimos darnos cuenta de que era una pésima inversión y de apoco, los colores del arcoíris que decoraba el NO se fueron destiñendo hasta que llegaron a escala de grises.
Incluso, la libertad de expresión en Chile es para la risa. Hay un duopolio en la prensa escrita. la radio es de los españoles. Y la TV es una gran antesala para los avisos comerciales. Nada de lo que aqueja realmente a la ciudadanía se visibiliza (como pudimos ver con el caso del paro de farmacias Cruz Verde, el gran auspiciador de todos los medios) porque nadie es capaz de morder la mano que nos da de comer. Y eso se entiende.
Pero los años no pasan en vano y, si bien, nuestra ciudadanía se caracteriza por ser mansa y olvidadiza, no hay mal que dure cien años, ni tontos que lo soporten. Aguantamos cerca de 25 para que recién comenzaran a aparecer los síntomas de que nada de lo que está pasando en Chile está muy bien que digamos.
Ya en el movimiento estudiantil del 2011 aparecieron las primeras arengas de Asamblea Constituyente. Esta idea comenzó a cobrar fuerza y tuvo respaldo de algunos sectores de la política. Sin embargo, el tema se fue deslavando con el chorro del guanaco y con el tiempo que supo poner los paños fríos.
Luego de las promesas electorales y de la elección de Michelle Bachelet, ya no se volvió a tocar el tema. Y en el intertanto nadie se encargó de explicarnos lo que es la Asamblea Constituyente.
Fuimos entonces, a la búsqueda de la explicación.
En palabras del Senador Navarro, (Presidente del MAS y actual vice-presidente del senado) la AC es un mecanismo de modificación de las constituciones, cuyo elemento principal está basado en el hecho de que el constituyente, o sea, quien conforma esta asamblea, ha sido electo de manera popular.
¿Cuáles son los pasos?
Bueno, nuestra constitución debiera contener la posibilidad de un llamado a plebiscito, en algunos casos en los que el gobierno o la ciudadanía estuvieran conscientes de que la ciudadanía deba ser consultada para dicha convocatoria. Lo que no ocurre. Chile no tiene en su constitución, un plebiscito o convocatoria nacional para poder crear la AC. Previa a una convocatoria a una AC debería haber una modificación constitucional que permitiera el llamado a un plebiscito, es decir a una consulta nacional respecto de la creación de una AC que consiste en lo siguiente: fijados el número de constituyentes, se elige entre los ciudadanos de todo el país a los candidatos. Por ejemplo, se decide que serán 100 los constituyentes y entonces se deben elegir a 200 o 300 candidatos, luego hay una votación y se eligen cien personalidades que se van a constituir en un cuerpo legislativo. Durante el período que dura la Asamblea Constituyente, el congreso no cumple funciones pero puede seguir trabajando en temas distintos y, una vez que la AC o los constituyentes, elaboran la propuesta de una nueva constitución, esa nueva propuesta debe ser consultada nuevamente a la ciudadanía. Entonces hay un nuevo plebiscito en donde se le explica a la gente que esto fue lo que determinó la Asamblea Constituyente y el pueblo la acepta o la rechaza.
¿Puede la Asamblea Costituyente, no ser concluyente?
Obvio. Por eso es que la verdadera disputa electoral está en la elección de los constituyentes; es decir, entre quienes conformen la asamblea ya que, dentro de esta instancia, se pueden ir votando uno a uno los artículos por mayoría. Entonces es fundamental, si se quieren cambios reales, que haya una mayoría en quienes conformen la Asamblea. Entonces, es en la elección de los constituyentes, donde se fija la mayoría o el quorum para generar los cambios.
Los quórum de aprobación de las constituciones, en estos casos, son siempre elevados, superiores al 65 o 70 por ciento. En el caso, por ejemplo, de Venezuela, el quorum era de 76,1% de los ciudadanos. Esto quiere decir que los constituyentes elaboraron la nueva constitución , esta fue plebiscitada y aprobada por un 76,1%.
¿Y cuál es la situación de Chile?
Pues que no hay facultad presidencial para llamar a una Asamblea Constituyente. Lo que se tiene que hacer es llamar a un plebiscito en donde se le pregunte a la ciudadanía, si quiere o no Asamblea Constituyente. Eso es lo que puede hacer la presidenta. Y luego, se debe hacer la elección de los constituyentes, para concluír finalmente con el llamado a plebiscito para saber si la gente aprueba y está de acuerdo con la nueva carta fundamental. Como no tenemos instaurado en la constitución el plebiscito como mecanismo de reforma de la constitución, se requiere primero una reforma constitucional que requiere de 25 votos del senado. O sea, ⅔ y hoy en día, la Nueva Mayoría sólo tiene 21 y, con suerte, puede llegar a 23. Por lo tanto, y lo he dicho, este tema de la Asamblea Constituyente no se puede concretar si no es por medio de un acuerdo político. Y yo soy contrario a un acuerdo político con la derecha, porque es hacer una constitución parchada y negociada. Por lo tanto, hoy día no existen los votos para hacer un llamado a Asamblea Constituyente. Creo que el escenario más probable en Chile es que, dado el escenario de conjunto de reformas grandes e importantes que se están haciendo -en estos tres años que quedan- para una nueva constitución, se ve muy estrecho. Y viendo que una Asamblea Constituyente es una de las prioridades más bajas de la ciudadanía, entendiendo que prioriza la gente el trabajo, la seguridad, la salud, etc. creo que lo más adecuado en estos momentos es abrir el debate nacional sobre una nueva constitución y sobre el mecanismo de la Asamblea Constituyente.
Y en las elecciones presidenciales de 2017, el candidato presidencial de la Nueva Mayoría debe pedir al pueblo una mayoría parlamentaria para que pueda existir una asamblea constiuyente y una nueva constitución. Por lo tanto, tienen que pensar en las elecciones parlamentarias y es necesario que a la ciudadanía le quede muy claro de que cuando está votando, junto con elegir a un presidente, está entregando una facultad, a través de una mayoría parlamentaria, para hacer las reformas necesarias, para la construcción de una nueva constitución.
¿Es verdad eso de que el proceso de Asamblea Constituyente sumirá al país en el Caos?
Por ningún motivo. Quienes señalan eso lo hacen con visiones interesadas y mezquinas. Las asambleas constituyentes no son sinónimo de crisis. Para que se instale una asamblea tiene que haber una voluntad de cambios y el establecimiento de la caducidad del consenso básico sobre el que se sientan las constituciones. En muchos casos, las asambleas constituyentes ha estado asociadas a procesos revolucionarios y a profundos cambios de gobiernos, que han obligado la búsqueda de un consenso nacional. En Chile no hay un proceso revolucionario, pero si tenemos una crisis política de representación, de participación y de legitimidad por el que sólo 4 de cada 10 ciudadanos van a votar. Por lo que la solución es la creación de una nueva carta fundamental, con amplia participación ciudadana.
Y ¿Cuánto tiempo dura el proceso de Asamblea Constituyente?
Debiera durar un lapso que vaya entre los seis meses a un año más o menos. No debiera durar más que eso. Porque en el proceso se involucran tres grandes elecciones. Primero, un plebiscito para determinar si la población quiere o no una Asamblea Constituyente. Segundo, se eligen, de manera conjunta, quienes van a ser los constituyentes. Y en tercer lugar, luego de que se elabora la nueva carta, pasado un plazo de unos seis meses, se plebiscita y se le pregunta nuevamente a la ciudadanía, si acepta o no, lo acordado en esta asamblea.
Luego de ver las explicaciones del senador, cabe preguntarse por qué razón entonces, la elaboración de nuestras cartas fundamentales han sido redactadas históricamente por las élites gobernantes. ¿Por qué razón no nos han preguntado -si nosotros habitamos y somos los que paramos, con nuestro trabajo, a este país- la forma en que queremos ser gobernados?
Como ciudadanos, ¿estamos padeciendo de un paternalismo? ¿Somos tan tarados que no podemos buscar entre nosotros a personas que puedan elaborar una asamblea constituyente? ¿No sabemos realmente lo que queremos y tienen que decidir otros la forma en que nos gobiernan?
¿O realmente estamos padeciendo de un asalto a mano armada desde la fundación de nuestro país y las familias poderosas tienen amaestrados a nuestros legisladores para que no exista una soberanía ciudadana y popular?
¿Nos tienen miedo porque somos estúpidos? o nos tienen miedo porque les vamos a quitar la soberanía que les da el hecho de ser los patrones del país?
Para buscar una respuesta más aclaradora, buscamos a representantes políticos para que nos explicaran el mambo, pero lo cierto es que algunos no estuvieron disponibles. Otros se enfermaron. Otros no contestaron el teléfono.
Sin embargo, Esteban Silva, presidente del Movimiento Socialista Allendista, si estuvo para nosotros y para responder a esta pregunta.
Él señala que la resistencia política a que exista una Asamblea Constituyente, radica principalmente en 3 razones:
La primera razón, es que el modelo económico chileno, que es neoliberal, de libre mercado, de privatización extrema y de acumulación, y por tanto, de concentración económica, está sentado y basado en la constitución actual y esta consagra al Estado como subsidiario de la economía. Por tanto, el punto central está en que el poder legislativo es funcional a la reproducción del modelo económico neoliberal. Aquí hay una cohabitación entre la élites políticas, la casta política e institucional, con el empresariado chileno, que es el precursor y potenciador de que esto suceda, para mantener una institucionalidad inmodificable. Ese es el primer punto y el más importante del por qué las élites, las clases empresariales y también las políticas, se benefician de la reproducción del sistema y por ello se resisten a la idea de una Asamblea Constituyente.
La segunda razón es el tema de la democracia. porque cuando la democracia es únicamente representativa y formal, es una democracia que, no sólamente es limitada, sino que es una democracia de baja intensidad que impide el hecho de que sea participativa, que impide las revocatorias de las propias autoridades (ya sea por corrupción o porque pierden la representación de los intereses de los chilenos) y que además, instala un tipo de democracia restringida y neoliberal en un sentido bien profundo, que incluye un ámbito cultural ya que, al mismo tiempo, esto también consagra a un Estado unitario que impide la diversidad, no sólo en cuanto a intereses de clases, sino también culturales, de género, étnicos, etc. O sea, la prueba más clara es, no sólo la falta de reconocimiento y de representatividad del pueblo mapuche y de los pueblos originarios en general, sino que además, es una constitución que está al servicio, justamente, del despojo desde el punto de vista de las tierras. Y eso es para fortalecer la acumulación en la minería, es decir, en el uso de aguas y la extracción de minerales; y las forestales, en la región sur de nuestro país.
Y la tercera razón, es la consecuencia de las dos primeras. Y es que la manera en que se financia la política es subsidiaria del modelo económico y no tiene nada que ver con la representación de intereses que son diversos y que, por lo tanto, vayan a abrir un tipo de modelo económico que pueda ser distinto.
Ahora, en Chile nunca ha habido una constitución democrática y representativa del poder soberano de la gente. Nunca. Porque en Chile se ha negado siempre la constitución y la refundación del poder constitucional desde la diversidad o desde el pluriclasismo.
¿Es verdad, entonces, eso de que la clase dominante le tiene temor a la ciudadanía?
Completamente. Primero que nada, están financiados por los grandes empresarios y los grandes capitales. La mayoría del duopolio Alianza-Concertación, al final, es lo mismo. Más allá de que puedan tener matices y un poquito de reformas por aquí y por allá, todo está hecho para reproducir esto mismo. Entonces, evidentemente, el devolverle la soberanía y el poder al pueblo chileno, significa el cambio de verdad de la noción misma del Estado.
¿Y esta dinámica responde a un tema netamente de paternalismo? ¿Nos niegan la soberanía porque somos tarados o netamente por un tema económico?
Yo creo que se trata un poco de ambas cosas y además de un tercer factor, que es la construcción de un pensamiento único. La constitución y todo el aparato ideológico -llámese a eso, medios de comunicación, formas de relacionarse, mecanismos institucionales, todo- están hechos para reproducir siempre lo mismo. El sentido común y la inducción a este es que, lo único posible, de que lo único, institucionalmente viable, es el actual modelo económico que tiene Chile. Por lo tanto, importa menos que la gente vote, si se sigue en este contexto; porque, finalmente, la debilidad de acceso a los grandes medios de comunicación y a la red de las visiones críticas o alternativas, los hace ser marginales y, por lo tanto, funcionales a que se siga reproduciendo el sistema. Que entren uno o dos parlamentarios que digan que son distintos es lo mismo a que una golondrina no hace verano. El sistema tradicional de partidos terminó anquilosamente siendo el administrador de esto, incluyendo a los viejos partidos de izquierda, que en el pasado, a través de la combinación entre lucha social y reforma política, lograban, en un estado, que era bastante más amplio, lograban que los intereses de las diversas clases sociales, pudieran negociarse de una manera distinta, dentro del aparato. Eso se aniquiló en el año 73 y luego hubo un retroceso mucho mayor.
Hoy en día, hacer reformas a la actual constitución, sin un cambio estructural, sólo consigue fortalecer el actual modelo.
En Twitter: @AngelaBarraza