En el ciberespacio cobra mayor importancia la manera en que se relacionan las personas, tanto en el campo personal, como también en el ámbito político
En la actualidad, el número de personas con acceso a Internet ronda los 4.156 millones en el mundo, cifra que constituye el 54 % de la población mundial.
La penetración media en la región de América Latina es 13 puntos superior a la global, y alcanza el 67 %, por lo que el número de personas que son usuarios de la red supera los 440 millones.
Según datos de Internet World Stat de 2018, el crecimiento del acceso a Internet ha sido exponencial: Argentina se sitúa a la cabeza con 93 %, seguido de Ecuador con 80 %, Chile con 78 %, Perú con 68 % México con 65 %, Colombia con 63 %, y Venezuela con 53 %.
Por ello, en el ciberespacio cobra mayor importancia en la manera en que se relacionan las personas, tanto en el campo personal, como en el ámbito político.
El pasado viernes 17 de mayo se celebró el Día Mundial del Internet y las Telecomunicaciones, y en una conversación con El Ciudadano, el periodista, especialista en Ciencias Políticas y Comunicación Digital, Lenín Maury, ofreció un panorama sobre las realidad actual del Internet, en materia de acceso, privacidad y desarrollo. Así como el papel que juegan las redes sociales para el debate político.
¿Cuáles son los desafíos que se presentan en la actualidad con el Internet?
El fenómeno de Internet nos ha cambiado la vida en muy poco tiempo. Estamos hablando de que el “www”, este protocolo de los hipertextos, está disponible desde 1995. Eso es muy poco tiempo, menos de 30 años, pero este concepto de la web de la interacción vive su auge y ha sido un cambio muy importante en nuestra sociedad por una gran cantidad de motivos , que en su mayoría son muy positivos.
En una perspectiva más local, hablando de nuestro continente, hay varias cosas que están en riesgo y que se han derivado de cómo Internet se ha convertido en un mercado en el que los datos de los individuos son la mercancía principal.
Internet está operada por seres humanos, empresas privadas, entes públicos, múltiples partes interesadas y por eso hay varios desafíos.
Lo primero es la seguridad, entendida como la responsabilidad que tienen los que proveen servicios -Estados, empresas privadas, entes públicos y ONG- de proteger todos esos datos que están allí, que nos pertenecen a nosotros como ciudadanos y que están siendo mercadeados.
Hay un cambio importante que está ocurriendo en el mundo, ya que se está tratando de entender este fenómeno y ver cómo nos aseguran que nuestras transacciones (entendidas como el ingreso a un computadora, teléfono o una tableta, para interactuar con ciertos protocolos y obtener información, diversión y entretenimiento) puedan ocurrir de manera segura.
Esto es un gran desafío, sobre todo a raíz de las revelaciones que ya se sospechaban, que ya era conocidas, pero que faltaba que llegaran a los grandes medios y se convirtieran en esa explosión que nos dio a todos en la cara con las revelaciones comandadas por WikiLeaks, a través de las filtraciones de Edward Snowden y de los ciberactivistas.
Esa gente nos hizo ver que los gobiernos desde hace mucho tiempo estaban construyendo estructuras paralelas, muy funcionales por demás, para construir un Estado de vigilancia no sólo para los ciudadanos, sino contra otros Estados rivales, y esto nos coloca a las puertas de un mundo muy peligroso.
¿Algún ejemplo en concreto?
Por ejemplo, en el caso de Venezuela, el Gobierno aduce que tanto el gran apagón que ocurrió hace dos meses, como los subsecuentes, se derivaron de un sabotaje de sistemas inteligentes a través de virus informáticos.
¿Qué peligros acechan la neutralidad en la red?
El otro desafío que presenta Internet es conocer qué tan abierta es. Hoy, con Estados Unidos a la cabeza, se está retrocediendo en el tema de la neutralidad en la red, que no es más que la posibilidad de que todos podamos acceder a ella por igual y tener la oportunidad de sacar el máximo provecho. La neutralidad de la red está pendiendo de un hilo, a nivel mundial.
Entendemos que Estados Unidos es la punta de lanza, porque la economía de Internet se basa ese país y específicamente en Silicon Valley, California, donde se encuentran las empresas que motorizan la economía web, más allá que existe un ecosistema mundial.
Pero lo que sucede en Silicon Valley va marcando la marcha. Estados Unidos le otorgó a los proveedores de servicios de Internet, (ISP, por su sigla en inglés) la posibilidad de que puedan cargar con tarifas diferenciadas a ciertos prestadores de servicio.
Si como usuario quieres conectarte a YouTube, quizá dentro de poco tiempo vas a tener que pagarle una tarifa diferenciada a tu proveedor de servicio.
Eso puede hacer muy cuesta arriba el acceso, y cualquier persona que tenga una iniciativa similar disruptiva, como fue en su momento Netflix o Spotify, hoy será muy difícil que lo pueda lograr.
Eso tiene que ver con quien también puede triunfar en la red. En Internet se puede triunfar con una buena idea, con una conexión estable y la capacidad de gestionarla.
Sin embargo, eso se hace cada vez más cuesta arriba, porque pareciera que Internet está dejando de ser ese gran espacio, al estilo del salvaje oeste en el que cada quien podía salir con su carreta y en la medida en que llegaba podía establecer su territorio.
Ya sucede y estamos llegando a una especie de sociedad feudal, donde los que tienen más poder (acá de incluyen políticos y transnacionales) son capaces de alimentarse de los peces pequeños que están generando su crecimiento.
¿Qué sucede con los emprendedores?
Uno de los grandes paradigmas en Internet es que se está induciendo a los emprendedores a crear algo que se sea medianamente funcional, que tenga potencial, para de inmediato venderlo o llevarlo a una oferta pública donde ganan un montón dinero y le derivan esa solución a alguien más.
¿Quién controla Internet?
Existe la ficción que como es pública y porque tiene tantos millones de usuarios es completamente libre, pero esto no es así. Existe una categoría de personas que pueden controlar Internet, incluidos los Estados.
Por ejemplo, Rusia está construyendo su propio Internet para protegerse de ataques externos y tener un control sobre los contenidos de la ciudadanía. Así mismo ocurre en China.
No hay que ser ilusos, en Estados Unidos, Facebook es uno de los grandes proveedores de contenidos de Internet, contenidos que producen sus usuarios, y responde a la legislación de norteamericana.
Los contenidos de Internet están controlados por los Estados, por los gobiernos, pero incluso hay sitios controlados por la propiedad privada.
Twitter, Facebook, Snapchat e Instagram deciden qué se puede y qué no se puede ver, de acuerdo con unos parámetros que no responden a una consulta mundial.
La discusión en este momento se basa en descifrar por qué si esas plataformas responden y se alimentan de usuarios en todo el mundo, las decisiones en cuanto a la moderación de contenidos se siguen tomando dentro de una oficina.
Eso, suponiendo de manera bastante ligera que todos los cientos de personas que trabajen allí y se dedican a los contenidos son las más brillantes del planeta, que por supuesto no lo son. Esto no nos permite entender cada una de las peculiaridades que existen dentro de cada uno de los países que reciben esos contenidos.
¿Cuáles son esas peculiaridades?
Por ejemplo, existe la diatriba sobre lo que se considera discurso del odio en África, o en América Latina o en Estados Unidos. Hay parámetros diferentes y contextos para entender esas realidades y poder medirlas.
¿Cómo influye el uso de Internet y las redes sociales en lo político, sobre todo en América Latina?
El uso de Twitter, Facebook e Instagram y aplicaciones de comunicaciones punto a punto como Whatsapp y Telegram, presenta un panorama importante, porque ahora la inmediatez es lo que está dominando.
Un estudio realizado por la consultora Pew Research Center evaluó cómo las redes sociales influyen en la visión de la política y el acceso y consumo de noticias en 11 países, entre los que se encontraban naciones de habla hispana como Venezuela, Colombia y México.
En el caso de Venezuela, el número de personas que creen que tienen la posibilidad de tener una voz de influencia en lo político gracias a Internet y las redes sociales se ubica en 56 %, mientras que en Colombia también es de 56 % y en México pasa a 61 %.
Por tal motivo, existe la percepción de que las redes sociales están empoderando al ciudadano a tener voz en el discurso político.
Sin embargo, el estudio también revela que en los casos de Venezuela (58 %), Colombia (73 %) y México (67 %), las personas piensan que pueden estar siendo manipuladas por los políticos a través de las redes sociales. Y la proliferación de las «fake news» (noticias falsas) ha pasado factura en la credibilidad de la información que se genera a diario en esa plataformas.
Ese trabajo de Pew Research Center plantea que en el caso de Venezuela (52 %), Colombia (51 %) y México (35 %), la gente no está aceptando a otras personas con distintas visiones a la suya, y eso nos está llevando a la polarización.
El 52 % de los venezolanos y el 51 % de los colombianos consideran que a través del uso de los teléfonos inteligentes, de Internet y los medios sociales se está aceptando a personas que piensan diferentes.
Pero si lo comparamos con otro dato interesante del mismo estudio, nos encontramos con que el 60 % en Venezuela, el 59 % en Colombia y el 58 en México consideran que el uso de estos sistemas está dividiendo más las opiniones políticas.
¿Qué ocurre con el tema de la inmediatez?
Con respecto al tema de la inmediatez, el 75 % de los encuestados en el estudio considera que a través de las redes sociales se brinda un acceso mucho más rápido a las noticias. Ese 75 % también cree que se actualiza más por las redes que a través de los medios inmediatos tradicionales, como la radio o la televisión. No obstante, esa inmediatez pone en jaque muchas veces la veracidad de la información.
Dentro de los países del estudio, el 31 % considera que la información a la que se expone puede propender al odio, mientras que el 30 % considera que esa información puede estar muy sesgada para favorecer a un grupo determinado. En definitiva, el 61 % mira con recelo el uso de las redes sociales con motivos políticos.
También se evidencia una diferencia a la hora de mantener conversaciones políticas en persona, o a través de dispositivos móviles o redes sociales.
En el caso de Venezuela, el centro de estudios encuentra que el 40 % de la población se siente cómoda al discutir temas políticos en persona, solo el 21 % se siente cómodo haciéndolo a través de teléfonos móviles y el 29% a través de las redes sociales.
Esto nos deja claro que aunque en un principio la gente considera que tiene una voz más importante en Internet para participar en discusiones políticas, se abstiene de hacerlo por razones como el sesgo y el discurso del odio.
En el caso de Colombia, el 52 % se siente más cómodo hablando de política en las redes, el 36 % por el teléfono y el 29 % en persona
Por otro lado, para el 60 % de los venezolanos es muy importante, o de alguna manera importante, estar al día de la información política a través de las redes sociales, pero el 86 % considera, entre muy importante y de alguna manera importante, discutir esa información en persona.
Esto quiere decir que a pesar de que existe, tanto en América Latina como en Venezuela, la tendencia a pensar que las redes sociales son el todo, sigue siendo el cara a cara y las asambleas el modo predominante (en el caso venezolano) para hablar sobre política.
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