Lo primero, para responder las legítimas interrogantes que surgen desde diversos ángulos, es necesario un pequeño balance, de forma tal de contextualizar el escenario político en el que se lanza este desafío.
A diez meses, en las que hemos efectuado 4 marchas, una protesta y un paro nacional, se han sucedido varios hechos.
Ha permanecido latente en los medios a pesar de los esfuerzos del gobierno, de los empresarios y de los políticos que defienden las AFP, el tema previsional. Millones de recursos económicos, obtenidos de los trabajadores se destinan a campañas de propaganda para atacar nuestro movimiento. El dogma monetarista está presente en todo el “discurso oficial” de los que defienden las AFP, entiéndase: gobierno, políticos profesionales, grandes empresarios, académicos y seudo intelectuales pagados por las grandes corporaciones nacionales y extranjeras. Todos han cerrado filas para atacar los sistemas de reparto solidarios. En eso, han sido coherentes, defienden el “individualismo” por sobre la solidaridad, pues saben que lo único que da identidad y sentido al pueblo trabajador es sentirse protagonista de su presente y futuro. Por tanto, está en pugna como nunca, esta visión irreconciliable de aquellos que sustentan la política del “ráscate por tus propias uñas”, con aquellos que seguimos creyendo en la solidaridad. Ese enfrentamiento conceptual es al mismo tiempo, una disputa material, práctica, concreta.
Nuestra lucha por restablecer un derecho fundamental como la Seguridad Social y rechazar el discurso predominante de quienes se han hecho del poder en estos 43 años, es determinante.
Es y será la disputa que deberemos librar en los próximos años, así de simple: o se restituye para los chilenos un sistema que garantice derechos esenciales que ya habíamos logrado en las décadas pasadas, y que fueron expropiadas por la fuerza bajo la tiranía y consolidadas por los gobiernos seudo democráticos al servicio del gran capital en estos últimos años, o, desarrollamos a partir de esta convicción, un plan de concientización, de organización y de lucha, que haga posible acabar con este sistema impuesto.
Estamos frente a un Estado corrupto. Prácticamente no existe institución que no haya sido contaminada por conductas espurias. El gobierno, el Congreso, los partidos políticos, los empresarios, la Iglesia, el Ejército, Carabineros y lo más grave para el mundo del trabajo, la propia Central, la CUT.
Mientras observamos diariamente actos de corrupción, las mayorías, los que viven de un salario precario, los que no tienen empleo y deben sobrevivir en condiciones inhumanas, quedamos indefensos ante un sistema construido y perfeccionado en 43 años para servir los intereses de las minorías. Agrava esta situación, pues el empleo informal aumenta y no contamos con Seguridad Social.
Tomamos nota de que la Educación, a pesar de los miles y miles de estudiantes movilizados exigiendo gratuidad y educación de calidad no son escuchados. El modelo curricular debe responder y satisfacer el diseño social y garantizar la reproducción del mismo al servicio de los intereses vinculados al poder.
La Salud Pública sigue el derrotero que siguen todos los derechos esenciales, la lógica privatizadora no se detiene. Y aunque sean miles los ejemplos de que no es posible continuar así, el Estado desdeña la demanda social, pues se debe aplicar las recomendaciones del Banco Mundial y los organismos internacionales que persisten en atentar contra nuestra soberanía en beneficio del capital trasnacional. La Salud en Chile aumenta su deterioro. Mientras los hospitales públicos carecen de la suficiente infraestructura e instrumental clínico y médico, proliferan fastuosas clínicas privadas, que además, reciben directa e indirectamente trasferencias de recursos públicos.
En el ámbito de otro derecho esencial como es la “vivienda digna”, nuestro país avanza a una velocidad impresionante para convertir en verdaderos ghettos humanos la edificación de viviendas indignas, que vulneran violentamente los derechos humanos de las personas y satisfacen los apetitos ilegítimos de las inmobiliarias, muchas de ellas vinculadas directamente a partidos políticos y financiadas con los ahorros previsionales de los trabajadores.
Otra ironía más de este sistema
Es decir, los derechos fundamentales como la educación, la vivienda digna, la salud y la previsión han sido conculcados y no existe voluntad alguna por detener esta furia empresarial capitalista contra los trabajadores y los sectores más desposeídos.
La guerra está planteada, ellos la declararon. Un estado que niega a su pueblo derechos esenciales, abre el legitimo derecho para que un pueblo tome en sus manos el camino que considere más justo, más adecuado y más posible para impedir la continuación de esta ofensiva contra una mayoría que pide, que exige respeto a cuestiones básicas que ya como sociedad habíamos logrado en décadas anteriores.
En este contexto, de lucha y no de pasividad, que planteamos llevar adelante el Plebiscito. Como un acto de concientización, de movilización, de organización y por sobre todo, como un acto político de restitución de la dignidad humana que no está dispuesto a tolerar pasivamente como asaltan el Estado para satisfacer intereses mezquinos de pequeñas minorías.
La complejidad de un plebiscito
La organización de un plebiscito nacional exige una movilización y organización realmente importante, que nos permitiría reforzar las voluntades nucleadas en torno al movimiento NO + AFP.
Un plebiscito serio, exige algunas garantías básicas para asegurar la credibilidad de sus resultados, tales como padrones electorales y observadores nacionales e internacionales independientes. De otra manera, no sería mucho más que la repetición del acto fraudulento de la dictadura de 1980, en el que se aprobó la Constitución que en lo medular todavía está vigente, y por lo mismo sería un desperdicio de energías.
Tampoco puede ser la repetición del Plebiscito del 5 de octubre de 1988 cuyo mandato entregado por el pueblo para terminar con el diseño de la dictadura, fue negociado y traicionado en beneficio de los mismos que destruyeron la democracia.
No es la repetición de la consigna: “la alegría ya viene”, la que nunca llegó
Es la rememoración de una fecha histórica; pero con la distinción que lo haremos desde la base, desde los trabajadores, con sus organizaciones, con los estudiantes, con los pobladores, con los pueblos originarios, con los ecologistas, con las organizaciones representantes de la diversidad sexual, es decir, con toda la comunidad empoderada, ejercitando de forma activa el ejercicio de sus derechos, o sea, ejercitando el poder del pueblo, el poder de las mayorías. Ese es el desafío.
Un referéndum exitoso en el que uno o dos millones de votantes se pronuncien en favor de terminar con las AFP y con la capitalización individual y, se manifiesten por la Propuesta de Coordinadora Nacional de Trabajadores que propone un sistema de reparto solidario, dejará en el suelo las campañas de los medios masivos de comunicación controlados por el gran empresariado y los aparatos políticos descompuestos a su servicio, que tratan de presentarnos como un grupo irresponsable con una representación minoritaria.
El referéndum tensiona la institucionalidad, pone en juego el poder, o dicho de otro modo, valida la legitimidad de los actos y reconoce a quien o quienes deben y pueden dirigir el Estado. Es la discusión de la soberanía, la discusión del poder. Sí del poder.
Incluso tiene un componente de pacifica subversión. Un plebiscito auto organizado no cabe en la institucionalidad vigente que fue ideada bajo la dictadura y profundizada en los gobiernos civiles posteriores, justamente para negar el ejercicio de la democracia, negar la soberanía al pueblo.
La organización del Plebiscito tiene como condición la participación activa de las principales organizaciones sindicales y sociales, en todas las comunas.
Es la consulta y al mismo tiempo la orden que da el pueblo, la plebes. Es un mandato irrevocable para que se haga la voluntad popular y no otra.
El plebiscito exigirá tener responsables de la agitación, organización y propaganda, y asegurar la realización material de la consulta en todo el país. Por lo mismo, un resultado que no hay que despreciar del trabajo antes y después de la consulta, es el restablecimiento de las confianzas y del tejido social roto en el país.
No se puede exacerbar antes de tiempo los prejuicios sobre esta estrategia. A priori, desechar formas de lucha concretas, supone arrogarse el papel de vanguardia que no somos. Implica caer en las viejas y fracasadas estrategias que suplantas el rol participativo de las mayorías por supuestos liderazgos oscuros que desde las sombras suenan y resuenan levantando solo consignas; pero, que medidos por resultados terminan siendo funcionales al status quo.
Se trata de hacer política real. Apostar a la gente. Apostar con la gente. Ese ha sido, quizá el éxito de esta Coordinadora Nacional, surgida hace cuatro años, con la clara convicción de que la unidad está determinada por la lucha contra las AFP, ese es nuestro fin, nuestra meta y hacia allá debemos colocar nuestras energías.
El plebiscito en funcional a nuestra estrategia. No es un fin en sí, es un medio para.
Permite al pueblo trabajador ejercer su soberanía aunque sea limitadamente mediante el ejercicio de la opinión. Se organiza, auto convocado por fuera de las instituciones controladas por las elites, y ese solo ejercicio plebiscitario desnuda la falsedad ideológica sobre la que se funda la institucionalidad actual, que se supone, se afirma en la democracia como expresión de la soberanía nacional y popular, mientras en la práctica niega al pueblo y a la ciudadanía la posibilidad de ejercitarla, salvo con los rituales electorales para elegir representantes que luego escapan a todo control y posibilidad de remoción por decisión ciudadana, incluso cuando quedan a la luz graves casos de corrupción en favor de grupos empresariales, financiamiento ilegal de campañas por grandes empresas chilenas y multinacionales, con el agravamente que han legislado en relación con sus intereses.
El PLES-biscito entendido como una forma de movilización de miles de compatriotas, tras un objetivo que cuestiona el ordenamiento político institucional, es en sí, un acto de soberanía y disputa. Es definitiva una disputa por el poder.
El referéndum legitimará a nuestro movimiento como la representación legitima de las aspiraciones de nuestro pueblo, demostrará una capacidad organizativa e influencia social que no tiene nadie en nuestro país. Una enorme capacidad de realizar cosas, con independencia política de los poderosos, sin subsidios estatales y sin dineros del gran empresariado.
El plebiscito nos permite interactuar con la gente para explicar nuestra crítica al sistema de AFP y al modelo de crecimiento económico concentrador de la riqueza y la propiedad en manos de una pequeña elite, permitiendo dar un paso adelante en los niveles de comprensión y de conciencia de la mayoría de las familias trabajadoras. Entrando con nuestra propuesta, que es la base para la transformación social responsable de nuestra sociedad en el terreno en disputa de la opinión pública.
Durante años la dirección de la CUT ha llamado a paros nacionales, sin preparación efectiva, seguidos de modestas manifestaciones, que en general no han traspasado a sectores de empleados públicos, y no han paralizado el aparato productivo. Este tipo de acciones sirve más bien como una válvula para dejar salir vapor de la caldera social en ebullición, y como justificación para funcionarios sindicales que luego pueden decir que “nosotros intentamos el paro general pero si no se consigue es culpa del pueblo que no responde”.
Por cierto, los niveles de conciencia y compromiso con el movimiento NO + AFP son dispares, en nuestro movimiento y en nuestro pueblo. Cuando algunos recién están dispuestos a participar en las marchas multitudinarias, otros ya se han cansado de los escasos resultados de las marchas, y unos se sienten derrotados y se restan mientras que otros entienden la necesidad de pasar a formas de acción superiores como el paro nacional.
No podemos además minimizar alegremente los efectos del periodo electoral que ya se nos viene encima, y la fuerte campaña en los medios y las redes contra las propuestas de NO + AFP y sus voceros, necesitamos una respuesta político-social que nos permita hacer frente a un periodo que en principio es difícil para los movimientos sociales. El trabajo de organización del referéndum mantendrá a nuestro movimiento con la mística y el entusiasmo necesario para terminar este año fortalecidos, cuando nuestros enemigos esperan que no agotemos, y disminuya nuestra energía como sucedió en su momento al movimiento estudiantil.
Solamente ganando las mentes y los corazones de la gente trabajadora, con una propuesta seria, y con liderazgos honestos, creíbles y capaces, será posible avanzar hacia formas de lucha superiores de desobediencia civil, como la protesta y el paro nacional.
No hay atajos para la tarea permanente y cotidiana, la simple voluntad discursiva no reemplaza la necesidad de ganar para la acción a la mayoría de la población. Este tipo de acciones, especialmente el paro nacional, hay que prepararlas seriamente y asegurar el resultado, al menos medianamente exitoso, de otra manera existe la amenaza de un retroceso y desmoralización.
La tarea que nos hemos propuesto está a la altura de las grandes movilizaciones que hemos efectuados.
El Plebiscito es una apuesta, que debemos evaluar permanentemente, la concreción del mismo, siempre dependerá de la capacidad de convencer con las armas de la razón a los que no logran comprender el alcance de este desafío, así como también a aquellos que legítimamente no lo vislumbran como parte de un proceso movilizador.
Ese es el desafío.
Chile ya despertó y no podrán detenernos.
13 mayo/2017