Actividades que tradicionalmente realizan las comunidades de la Educación Superior (Esup) y sus estudiantes, como la educación popular o los trabajos voluntarios (asistencia médica, dental y jurídica a sectores desfavorecidos, etc.), forman parte del “currículum oculto” del nivel terciario de enseñanza. Este plan de estudios informal es parte del espíritu con el que sería posible reinventar el sentido público de la Esup, al incluirse en los currículum oficiales de las distintas carreras existentes. Frente a la propuesta educativa y de “gratuidad” del gobierno, cabe plantear una reforma radical de la Esup fundamentada en la “extensión universitaria informal” que realiza el estudiantado, para brindar la oportunidad de que las comunidades de académicos, estudiantes y funcionarios contribuyan a la transformación y democratización de la sociedad.
“Educación pública, gratuita y de calidad”. Desde el 2011, la consigna suscita un acuerdo bastante extendido en gran parte de la población. Un logro notable del movimiento social por la educación en Chile (MS) ha sido “revivir” la necesidad de una educación pública. Que la mayoría de la gente piense que el Estado debe hacerse cargo de la enseñanza, tras 35 años de vivir con la educación de mercado, es una victoria en la disputa por el sentido común. Aun con todo esto, no existe mucha claridad acerca de lo que sería una Esup “pública” o de “calidad”, más allá de la gratuidad.
Las premisas del MS llegaron tan lejos que los grupos políticos que profundizaron la mercantilización de la Esup desde los ‘90 volvieron a ser gobierno el 2014 diciendo que ahora la educación debía ser gratis y sin fines de lucro. Ahora, según los asesores de la Nueva Mayoría (NM) en el Mineduc, la implementación de la gratuidad será gradual, se le dará primero al 70% más vulnerable de la población y se estudia la posibilidad de cobrar un impuesto especial a los futuros profesionales que reciban educación gratis, devolviendo así parte del dinero que se ha invertido en ellos (1).
El plan de la NM ha sido polémico. La presidenta de la Fech dijo “demandamos educación gratuita sin letra chica” y otros dirigentes estudiantiles agregaron que el impuesto a los profesionales sería un “Crédito con Aval del Estado 2.0” (2) (“Un CAE remozado”, dijo Gabriel Boric). Es lógico: si me dan una educación gratis que después tengo que pagar, no me están dando educación gratis, me están dando un préstamo.
No creo que sea necesario que los estudiantes generen una “devolución” al Estado por estudiar gratis (3), sin embargo, recuerdo que hace unos años entrevisté al profesor Francisco Brugnoli, quien expresó algo bastante significativo: “¿Yo quiero educación gratuita sólo para sacar renta de mi título? La educación pagada me ha creado esa cultura. En vez de recibir un beneficio del Estado y sentirme en deuda con el país, yo estoy comprando un bien de consumo, como dijo el presidente”(4). Lo cierto es que la Esup es y ha sido, principalmente, un sistema repartidor de certificados para que cada individuo pueda competir en el mercado laboral. Pero antes ha podido ser mucho más que eso, y hoy también puede serlo.
La extensión y el “currículum oculto” de la organización estudiantil como espíritu de la reinvención de la Esup pública
Cuando tenía 20 años, participé de los trabajos voluntarios organizados por la Fech en Vallenar (2009). Ahí me tocó visitar parte de los operativos que realizaban los alumnos de medicina. Tras ubicarse en alguna junta de vecinos, instalaban sus box y atendían a la gente que se iba aglomerando en el lugar. Los de 5to año diagnosticaban a las personas con la ayuda de un compañero de curso menor, mientras una profesional titulada supervisaba las labores y confirmaba los diagnósticos, que se registrarían en las fichas clínicas de los consultorios aledaños. Los estudiantes también entregaban información, medicamentos, y hacían exámenes simples, como la medición de la presión y la glucemia. Más de una familia volvía al lugar con un cajón de frutas para mostrar su agradecimiento.
Los trabajos voluntarios organizados por las federaciones estudiantiles son un ejemplo de las cientos (y quizá miles) de iniciativas estudiantiles y universitarias que buscan colaborar con las personas y comunidades del país, en áreas diversas como la agricultura o la salud dental (5). Estas actividades suelen llamarse “extensión universitaria” (la universidad “se extiende” hacia la sociedad). En una línea similar, existe una red de preuniversitarios populares que atacan las desigualdades del sistema educativo (6). Todo esto se hace por vocación (por puro gusto, conciencia social, “amor al arte”, etc.). Lo mismo ha sucedido con cada desastre natural que ha acontecido históricamente en Chile. Los damnificados por el 27F (2010), el incendio en Valparaíso (2014) y el temporal del norte (2015) pueden dar fe de la solidaridad estudiantil ¿Por qué no sistematizar la vocación solidaria, crítica y creativa de la juventud y hacerla parte del bien social fundamental que deben generar las comunidades de educación superior para el país? ¿No debería este aporte formar parte de los programas estudios oficiales de las distintas casas de estudio?
La “extensión universitaria” que aquí se retrata es, la mayor parte de las veces, un trabajo informal, aunque muy numeroso, que realiza el estudiantado con la comunidad. Institucionalmente, la extensión suele ser una función marginal de las distintas casas de estudio. Sin embargo, como propone un documento reciente del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), la extensión tiene el potencial de sustentar el compromiso universitario con la transformación democrática y emancipadora de la sociedad.
Propongo que la extensión universitaria informal, que realizan histórica y voluntariamente los estudiantes a lo largo del país, es parte del “currículum oculto” de la educación superior, y que en estos aprendizajes y prácticas informales reside el “espíritu” para reinventar el sentido y praxis de la Esup pública del país. Para ello, este “currículum oculto” debería formar parte sustancial del currículum oficial de los programas de estudio de las instituciones de educación superior (IES)
Esta perspectiva ha estado presente desde hace mucho tiempo, de forma más o menos implícita, en las organizaciones de los estudiantes y las comunidades universitarias. Desde el “Grito de Córdova” (1918), pasando por la experiencia chilena de Reforma Universitaria (1967), la universidad latinoamericana ha sido llamada a contribuir con el cambio social y la liberación humana. Colectivos vigentes y extintos de la política estudiantil como la Izquierda Autónoma (IA), Luchar, Vamos Construyendo, la Unión Nacional Estudiantil (UNE) y la U. Social han coincidido en reconocer la necesidad de “construir una nueva universidad para una nueva sociedad”, promoviendo la participación de los tres estamentos académicos en el gobierno de las casas de estudio (régimen triestamental) y poniéndolas al servicio del cambio social. Por ejemplo, “Somos Fuerza” (Frente de Estudiantes Libertarios, IA y UNE), que este 2015 tiene la presidencia de la Fech con Valentina Saavedra, promueve la reorientación del conocimiento para abordar las necesidades del país, realzar el trabajo de extensión y frenar la vinculación de la universidad con el mercado y promoverla hacia comunidades organizadas e instituciones públicas (7).
En mi opinión, las ambiciones históricas presentes en el quehacer político y cotidiano de los estudiantes pueden tomar una forma consistente integrando la función de extensión con la función de docencia y, más específicamente, incluyendo la vinculación Esup-sociedad en las mallas curriculares de los distintos programas de estudio, a través de la participación de los estudiantes en diversos proyectos interdisciplinarios que colaboren con el desarrollo y la autodeterminación de las distintas comunidades del país.
Para formalizar el vínculo docencia-extensión, es posible crear “créditos sociales”, que se diferenciarían de los usuales créditos académicos (8) que los estudiantes cumplen cursando cada ramo, en que estos se acumularían en función de las actividades de extensión que realicen los educandos. Dichos créditos deberían representar una diversidad creciente de actividades que contribuyan mejorar el “bienestar” de la población, y estas actividades deberían enriquecer los planes formativos de cada carrera. Progresivamente, los “créditos sociales” deberían llegar a ser una proporción considerable de los créditos totales que necesitan obtener el estudiante para concluir su ciclo de estudios (20%, 30% o más).
De esta manera, actividades que realizan las comunidades de la Esup (especialmente los estudiantes), como la educación popular, el desarrollo de estrategias y medios de comunicación alternativos y comunitarios (9), la recuperación de la identidad (por ejemplo, a través de la construcción de cartografías y líneas de tiempo participativas) (10), la implementación de metodologías de investigación participativas para dirigir la producción del conocimiento de acuerdo a los objetivos de las comunidades(11), el desarrollo de alternativas para abordar los problemas de salud mental de la población (12), la organización de escuelas sindicales (13) o la revinculación del arte con el espacio de la vida, pueden llevarse a cabo con una gran envergadura y de forma sistemática, en la medida que este “currículum oculto” logre apropiarse de las instituciones de la Esup. Sin dudas, este proceso sería parte de una reforma radical y democratizadora de las IES. Sobre ello se volverá al final de este texto.
¿De qué le sirve al futuro técnico o profesional una formación fundamentada en la extensión?
El sociólogo Manuel Castells dice que el aprendizaje basado en la transmisión de información, presente en la mayoría de las escuelas y universidades, está obsoleto. Ya que el 80% de la información existente se encuentra en internet, lo que necesitamos aprender es combinar esta información para usarla en nuestros proyectos intelectuales y profesionales (14). Más que representar datos en nuestra mente para traspasarlos a una hoja de evaluación o un informe, necesitamos aprender a reflexionar sobre los datos y a combinarlos para darle uso en proyectos específicos, permitiendo adquirir criterios para empoderarnos intelectualmente e incrementar nuestra capacidad para autodeterminarnos y pensar de forma autónoma (15).
Así, un estudiante de ciencias sociales (sociólogo, psicólogo o antropólogo) puede tener un aprendizaje más significativo si, por ejemplo, en lugar de rendir pruebas que den cuenta sobre diferentes metodologías de investigación, participa de evaluaciones de proyectos de extensión de la Esup o contribuye a la elaboración de un plan de consumo colectivo (“comprando juntos”) de una junta de vecinos (16). El estudiante deberá trabajar en equipo, relacionarse con otras disciplinas, sortear problemas de una realidad específica y aprender cómo se hacen las cosas en “la vida real”. Se aprende más y mejor recorriendo el territorio que observando el mapa.
Una formación superior fundamentada en el trabajo de extensión y el rol transformador de la Esup es una muy buena formación y no, como podría pensarse, una forma de aprendizaje de escaso valor para un futuro profesional o técnico. Las actividades implicadas en la realización de proyectos económicos, sociales o culturales de extensión desarrollan habilidades que, casi paradójicamente, son cada vez más apreciadas en los mercados laborales nacionales e internacionales. Trabajar en equipo, la autorregulación emocional, negociar, usar la creatividad, superar problemas inesperados, innovar, expresar ideas en entornos complejos, investigar y aprender según la necesidad contingente, son habilidades que se deben desarrollar en proyectos con perspectiva crítica y, aunque suene irónico, también sirve al desarrollo de la economía actual (posfordismo, capitalismo liviano, cognitivo, etc.). Estas habilidades son, hasta cierto punto, «herramientas» que se pueden poner al servicio de diferentes causas.
Lo relevante aquí es que una formación centrada en prácticas sociales y críticas puede fortalecer la función primordial de dotar de una fuerza laboral al mercado (aunque no se produce un trabajador necesariamente “dócil”). Puede ser impopular, en parte del mundo crítico, plantear una formación para la productividad, pero no hay que olvidar que el motivo estructural por el cual los estudiantes cursan la educación terciaria es para trabajar. Podemos estar en desacuerdo con el mundo laboral tal como hoy se configura, pero las comunidades de la Esup deben seguir cuidando su función «capacitante» en la medida que debe velar por la suerte de sus futuros egresados. Es difícil plantear lo contrario sin antes cambiar el mundo del trabajo y el sistema económico en general. El “trabajo” es uno de los “techos” de la causa educativa.
La formalización del trabajo de extensión en los planes educativos -a través de créditos sociales u otros mecanismos- es una opción que desarrolla la conciencia crítica y ciudadana de los estudiantes, fortaleciendo sus perspectivas laborales y humanas para el futuro que deseen construir.
El rol transformador de la extensión y la reforma radical de la Esup
Entre el estudiantado se suele promover valores muy distintos a los que se presentan en las políticas y programas sociales del Estado, haciendo énfasis en el carácter contrahegemónico de las prácticas de intervención y en la autodeterminación de las comunidades intervenidas. Por ejemplo, la educación popular, corriente base de un sinnúmero de intervenciones a nivel estudiantil, es una pedagogía basada en el diálogo que promueve la liberación humana al desarrollar una conciencia crítica de nuestra realidad y visibilizar los recursos con los que contamos para cambiarla. Así, los estudiantes participan de instancias formativas y de investigación que colaboran con agrupaciones de allegados para la construcción de una ciudad distinta, fruto de la reflexión y la voluntad colectiva de los mismos pobladores (17).
El Estado suele entregar servicios (o “bonos”) sobre los que los “beneficiarios” tienen poco o nada que decir, pues no se espera que estos incidan sobre el programa que los “beneficia”. “Volcar” la Esup hacia la sociedad tiene unas implicancias que van mucho más allá de una retribución de los estudiantes hacia el país, y es un aporte importante en sí mismo, independiente de la aplicación de una hipotética “gratuidad”. En vista de que buena parte del “currículum oculto” de la Esup tiene una perspectiva “popular”, la amplificación y fortalecimiento del quehacer de extensión formal e informal –tras su inclusión en el currículum oficial de las carreras- brinda la oportunidad de hacer un contrapeso ideológico y práctico a la forma de desarrollo y vida que moldean el Estado y el mercado.
De forma reciente, el Rector de la U. de Chile, Ennio Vivaldi, llamó a que las universidades públicas construyan “un nuevo modelo de desarrollo social”(18). Actualmente, existen más de un millón de personas cursando sus estudios superiores y más de 50 mil docentes en este nivel, mientras que el Estado tiene unos 250 mil trabajadores. La lógica “popular” de la extensión universitaria informal implica que las comunidades de las IES y las agrupaciones humanas del país se pregunten, en conjunto ¿Qué desarrollo queremos? ¿Qué educación, salud, ingeniería, derecho, trabajo, qué sociedad queremos construir? Tradicionalmente, estas preguntas se responden desde los escritorios de expertos y políticos. Plantear estas preguntas y resolverlas en términos colectivos es, en sí mismo, parte del modelo de desarrollo al que se aspira.
La aplicación de estas propuestas implica el desarrollo de una reforma radical de la Esup que implemente formas de cogobierno triestamental en las distintas IES y sus unidades académicas. Así, sería posible una reformulación democrática de los aspectos políticos, pedagógicos y epistemológicos que sustentan las relaciones entre las disciplinas de la educación terciaria y la sociedad, creando nuevas fuentes de legitimidad para la autonomía de las IES ante el Estado y el mercado, basadas en un compromiso con los pueblos de Chile y su desarrollo.
La inclusión del vínculo social entre las IES y la sociedad en la función de docencia puede ser uno de los fundamentos más relevantes para llevar a cabo una reforma radical de la Esup, en miras de generar una vinculación transformadora entre el mundo académico y los actores sociales inclinados por el cambio social. De cierta forma, las IES (a decir verdad, una parte de ellas), podrían configurarse como los “tanques de pensamiento” de los movimientos sociales y diversas expresiones del malestar social. En este contexto, cada programa académico debiera cuestionar sus fundamentos, reformular sus planes de estudio y desplegar alternativas ante rol que juegan sus profesiones y disciplinas en las dinámicas de poder y subordinación actuales.
En principio, resulta más viable aplicar estas ideas en casas de estudio “más politizadas”, con alguna tradición crítica y social y con organizaciones estudiantiles más fuertes: las IES del Consejo de Rectores y algunas instituciones privadas que dicen tener “sentido público”. La Confech exigió y logró –el año 2014- la derogación del DFL 2, que prohibía la participación de funcionarios y estudiantes en la elección de autoridades en las IES. Esto permitió que el Senado de la U. de Chile elaborara nuevos estatutos, que deberían votarse este año, y que contemplan la participación de los académicos, los estudiantes y los funcionarios en la elecciones del rector y los decanos, con ponderaciones respectivas del 60%, 25% y 15%.
¿Cuáles son las condiciones para hacer posible que la Esup, más que pensar la realidad, se dedique a transformarla?
Camilo Salas
NOTAS:
(1) Sobre el plan de “gratuidad” del Mineduc, ver: http://www.latercera.com/noticia/nacional/2015/03/680-623159-9-mineduc-evalua-impuesto-a-titulados-para-llegar-a-gratuidad-universal-en.shtml
(2) Sobre la impresión de los dirigentes estudiantiles ante la propuesta de “gratuidad” del Mineduc, ver: http://www.elmostrador.cl/pais/2015/03/30/confech-critica-propuesta-de-impuesto-al-profesional-de-mineduc-demandamos-educacion-gratuita-sin-letra-chica/
(3) No es estrictamente necesario exigir una devolución sobre un bien público que se entrega gratis. No se exige devolución por cursar la educación municipal o usar una plaza pública, aunque las personas puedan sacar beneficios individuales de estas cosas. Además, entregar educación gratis es un bien público y social en sí mismo, ya que brinda más bienestar y oportunidades a todos quienes cursan la educación superior, incluyendo a sus familias. Este beneficio ya es una forma de “devolución” a la sociedad chilena.
(4) La entrevista a Brugnoli es parte de un “reportaje” que publiqué hace unos años en la Revista Bello Público de la Fech: http://www.bellopublico.cl/universidad-para-la-emancipacion-transformacion-social-y-lucha-global-%C2%BFhasta-donde-estamos-dispuestos-a-llegar/
(5) Sobre los trabajos voluntarios organizados históricamente por la Fech, ver el video breve “Trabajos Voluntarios FECH: décadas acompañando la historia de Chile”, en:
https://www.youtube.com/watch?v=yak9CQA-9_Y
(6) Ver, por ejemplo, preuniversitario Víctor Jara: http://www.educacionpopular.cl
(7) El programa político de “Somos Fuerza” (Valentina Saavedra, presidencia Fech 2015), puede verse en http://somosfuerza.cl/nuestra-apuesta/. Los planteamientos de otra organización estudiantil de la U. de Chile, llamada “Vamos Construyendo”, confluyen de forma más clara con la perspectiva general de este artículo. El colectivo plantea que la universidad debe contribuir a la transformación social poniendo sus conocimientos y disciplinas al servicio de las necesidades materiales, sociales y culturales del pueblo (www.vamosconstruyendo.cl).
(8) Para egresar de su carrera, un estudiante debe cumplir con una cierta cantidad de “créditos académicos”. Dependiendo de cada universidad o carrera, cada ramo representa una cierta cantidad de “créditos” (8, 10, 20, etc.). Así, para titularse, un estudiante debe cumplir con, por ejemplo, 500 créditos distribuidos en 50 ramos distintos.
(9) Sobre comunicación popular, puede verse: Escuela de Comunicación Popular (ECP), https://www.facebook.com/EscuelaComunicacionPopular. El 2010, cuando estudiaba cine en la U. de Chile, fundamos la ECP junto a algunos compañeros de periodismo. La Escuela sigue existiendo y funcionando en la actualidad. Desde la ECP comencé a formular, junto a compañeros y profesionales de otras áreas, el proyecto Radio Nueva Terapia, que es donde trabajo hoy en día (www.radionuevaterapia.cl).
(10) Las cartografías participativas y la idea de una geografía crítica son materia del Seminario Gladys Armijo, que se realiza hace varios años con la participación de distintas organizaciones universitarias.
(11) Se puede encontrar un manual de metodologías participativas en: http://www.redcimas.org/wordpress/wp-content/uploads/2012/09/manual_2010.pdf. Es ampliamente recomendable.
(12) En enero del 2015 organizamos, desde el Centro de Acción Crítica en Salud Mental (CAC), el encuentro “Alternativas a la Psiquiatría”, en el que participó Sascha Altman (del proyecto internacional Icarus Proyect), Carlos Pérez Soto (“Una Nueva Antipsiquiatría”) y distintas iniciativas nacionales. CAC es un espacio en el que participan estudiantes y profesionales, y si bien no podría denominarse como una “iniciativa estudiantil”, es clara heredera de la tradición política universitaria que cada uno de sus integrantes trae consigo (de hecho, CAC tiene sus antecedentes en la Organización Chilena de Estudiantes de Psicología, OCEP).
(13) Se han desarrollado distintas experiencias de formación sindical en diversas instituciones. Al respecto, se puede revisar: http://www.escuelasindical.org/about/
(14) Hay un video breve y claro en Youtube donde Manuel Castells expresa su punto de vista sobre la educación: https://www.youtube.com/watch?v=eb0cNrE3I5g
(15) Este punto de vista coincide, en parte, con la perspectiva de basar el currículum universitario en competencias. Sobre el tema, se puede ver: http://www.derecho.uchile.cl/ensenanzadelderecho/docs/articulos/eduardo%20castro.pdf Este punto puede y debe suscitar distintos debates.
(16) Comprando Juntos es una iniciativa que se popularizó durante los años ’80 en Chile, como forma de resistencia a la dictadura y la escases. La idea, como lo dice el nombre, es que las agrupaciones humanas se organicen para comprar sus alimentos de forma colectiva, y así abaratar los costos, lo que también implica un proceso de fortalecimiento comunitario. Esto aún es practicado.
(17) El Movimiento de Pobladores en Lucha desarrolla una tradición de educación popular en conjunto con allegados: https://www.facebook.com/EMEPEELE/timeline
(18) “Rector llamó a que las universidades estatales construyan un nuevo modelo de desarrollo social” (24 abril, 2015). http://www.uchile.cl/noticias/111103/rector-llamo-a-que-las-universidades-construyan-un-nuevo-modelo#