Ahora sí: tras más de cuatro años de negociaciones públicas, los combates entre las fuerzas del Estado y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) son, oficialmente, parte de la historia.
A partir de las cero horas de este lunes 29 de agosto (hora de Colombia) comenzó a regir el cese el fuego bilateral y definitivo que en la práctica pone fin al levantamiento del grupo guerrillero de inspiración marxista, alzado en armas desde 1964.
Se cierra así un capítulo fundamental de un conflicto armado de más de 52 años, en el que han perdido la vida al menos 260.000 personas, que ha desplazado a casi siete millones y por el que desaparecieron decenas de miles de colombianos. Primero fue el presidente Juan Manuel Santos, quien anunció el jueves que le ordenó a sus tropas el cese el fuego definitivo contra las FARC.
«Se termina así el conflicto armado con las FARC», dijo Santos. Y este domingo hizo lo propio Rodrigo Londoño Echeverri, alias Timochenko, el máximo jefe del más grande y antiguo de los grupos guerrilleros colombianos. «Se acabó la guerra», dijo al anunciar desde La Habana que ordenó a sus tropas el cese el fuego definitivo a partir de la misma hora.
La medida convierte en permanente el cese unilateral de hostilidades que la guerrilla sostenía desde julio de 2015, al que el gobierno había respondido suspendiendo los bombardeos y reduciendo las acciones ofensivas contra los rebeldes.
Sin embargo, todavía falta un paso crucial para sellar el acuerdo de paz definitivo anunciado por los negociadores del gobierno y las FARC en La Habana el miércoles pasado: el voto de los colombianos en el plebiscito convocado para el 2 de octubre.
Y el gobierno colombiano aún negocia con otro grupo guerrillero: el Ejército de Liberación Nacional (ELN), fundado poco después del nacimiento de las FARC.
¿Sí o no?
En el caso de las FARC, las encuestas hechas hasta ahora no revelan una tendencia clara a favor o en contra de los acuerdos que permita garantizar el resultado del plebiscito de octubre.
Muchos colombianos respaldan lo negociado pero muchos otros ven los acuerdos con sospecha y desconfianza.
Por un lado, existe la falta de información y conocimiento acerca de los acuerdos; por otro una tensión política entre el expresidente y actual senador Álvaro Uribe, opositor a este proceso de paz y muy popular en varios sectores de la población, y el actual presidente y promotor del proceso Juan Manuel Santos, quien hoy registra relativamente bajos niveles de aceptación.
Por otra parte, hay quienes ven en los acuerdos un nivel de impunidad que consideran inaceptable, porque aquellas personas, guerrilleros, miembros de la fuerza pública y otros, que hayan cometido crímenes graves podrían evitar la cárcel y pagar penas alternativas de reparación a las comunidades afectadas; algo que el gobierno considera una crítica injusta.
Más comenzará a saberse cuando los colombianos conozcan la pregunta exacta del plebiscito, que aún no fue formulada.
Lo que sigue
Mientras tanto, las FARC ya anunciaron que su décima conferencia, en la que aprobaran internamente los acuerdos y decidirán convertirse en una organización no armada tendrá lugar en Colombia entre el 13 y el 19 de septiembre.
Pocos días después gobierno y FARC harán un acto de firma oficial de los acuerdos, al que se espera concurran líderes mundiales como el presidente de Cuba, Raúl Castro, y el de Estados Unidos, Barack Obama.
Si los colombianos aprueban los acuerdos en el plebiscito en poco más de seis meses las FARC habrán dejado todas sus armas en manos de la ONU para ser destruidas y sus combatientes estarán en proceso de reintegrarse a la vida civil. Si no, se abre un escenario hoy imposible de prever.