Este jueves, ante el Congreso Pleno, la presidenta Michelle Bachelet rendirá su última Cuenta Pública, marcada por la baja aprobación en las encuestas y el mínimo protagonismo de su gobierno en la agenda política, sucumbiendo al contexto electoral.
Aunque el panorama se vea negro azabache, los cálculos de la primera autoridad son alegres, y esto queda retratado en sus los dichos en la entrevista con agencia EFE, donde destaca que durante su mandato se puso el candado al período neoliberal en el país: «Había algunos vestigios del modelo neoliberal con los que hemos ido terminando a través de las reformas. La educación era tal vez el más potente», dijo.
A todas luces queda reflejado, en las palabras de la presidenta, que el Gobierno ya se siente en modo «administración» del poco tiempo que le queda, y que busca sortear el camino sacándole brillo a las tareas que logró implementar. Por lo mismo, las expectativas que se generan con la última cuenta pública de este período son mínimas.
Con la carrera presidencial desatada, los conflictos internos en la dispersa coalición gobernante y el escaso manejo para impulsar la agenda legislativa, el discurso de Bachelet pareciera tener poco margen de maniobra para lograr reintegrar la acción de La Moneda en el centro de la discusión política. En consecuencia, es más difícil convertirla en un protagonista del período electoral que se encuentra en pleno desarrollo.
Incluso, con todos estos factores en la mesa, vale hacerse la ilusión, para motivarse y sentarse a escuchar las casi dos horas de discurso presidencial, de que Bachelet salga a jugar en el exiguo espacio que le queda y tratar de meterse en el juego electoral.
¿Qué podemos esperar?
Fuera de la anécdota de que desde 1925 que la cuenta pública presidencial no se lleva a cabo un primero de junio, son varias las preguntas que se repiten en cualquier conversación política durante los días previos al discurso presidencial: ¿Le queda algo por decir? ¿Podemos sacar algo en limpio?
Todos los antecedentes dicen que no. Campaña electoral con los motores a punto, con una primaria presidencial y parlamentaria a sólo 31 días de concretarse, son suficientes para tenerle poca fe al último discurso de Michelle Bachelet ante el Congreso Pleno. Incluso puede llegar a ser más interesante estar atentas y atentos a lo que pueda suceder en las calles de Valparaíso y Santiago, con las manifestaciones que los movimientos sociales han convocado.
El director del Centro de Análisis Político de la Universidad de Talca, Mauricio Morales, tras ser consultado por El Ciudadano sobre las expectativas que puede generar este discurso, señala que «lo único que podemos esperar es una especie de rendición de cuentas. El Gobierno ya bajó la cortina, está en período de campaña, por lo que debiera ser el discurso menos relevante. La presidenta lo único que puede conseguir es mostrar lo que hizo en estos cuatro años y tratar de convencer que esto puede tener efectos en la próxima década».
Coincide con Morales el académico y cientista político de la Universidad Academia Humanismo Cristiano, Rodrigo Gangas, quien sostiene que “considerando el escenario político, donde todo se mueve en torno a las primarias y las candidaturas presidenciales, la primera sensación es que no es mucho lo que se puede esperar en términos de proyectos, por la posición política que tiene hoy el Gobierno”.
Sin embargo, a pesar de que creamos que ya no queda mucho que decir, aún podrían haber sorpresas en el discurso de este jueves. Gangas establece tres puntos que pueden servir de catapulta para instalar al Ejecutivo en el centro del debate, aunque sea por un momento: “Hay dos o tres puntos de los cuales se puede tomar para meterse en la agenda: democratización de las regiones, con la discusión que existe con la elección de los intendentes; el posicionamiento con la reforma educacional y principalmente con el tema del CAE, lo que puede generar un punto de tensión; y cómo se va a presentar el tema previsional, que las candidaturas presidenciales pueden recoger”.
“Lo que sí podría cumplir la presidenta es la elección directa de los gobernadores regionales, que tiene una explicación por el esfuerzo de mantener unida al conglomerado. Este puede ser su último desafío», adhiere Morales.
Sin embargo, la posición de Bachelet en el tablero político es precaria, ya que, primero, no cuenta con un equipo ajustado a los tiempos y, segundo, su coalición política está hecha cuadritos.
En este sentido, el académico de la Universidad de Talca sostiene que «es así porque varios representantes de la Nueva Mayoría señalaron que no leyeron el programa, porque salir fuera de la foto con Bachelet era enterrarse, en términos políticos y electorales”. Y agrega: «Los que le dijeron que Chile debía ser refundado, hoy guardan un rígido silencio. Ese grupo de intelectuales hoy son minoría y perdieron peso en la interna porque el diagnóstico estuvo mal hecho y los resultados están a la vista. No solo la dejaron sola los partidos, sino que también a los orejeros».
¿Entonces, sólo va quedando administrar lo poco que queda? Para Gangas es el camino más probable ya que “la administración de Bachelet trata de administrar, pero no llevar adelante un programa de gobierno».
Promesas, ¿sólo promesas?
Los datos que entrega el estudio “Del Dicho al Hecho” de la fundación Ciudadano Inteligente son reveladores: un 58% de las promesas de la última cuenta pública presidencial fueron cumplidas, un número no menor pero que según Laura Encalada, Coordinadora Metodológica del organismo y encargada de la muestra, “la cantidad de promesas que hizo Michelle Bachelet en su discurso del año pasado fue marcadamente menor que en los discursos anteriores (37 el año pasado versus 56 en 2015 y 57 en 2014), por lo que eso también puede explicar un grado de avance mayor”.
“Para interpretar las cifras hay que considerar, por un lado, que el 58% es el cumplimiento más alto de promesas de la cuenta pública desde que empezamos a hacer seguimiento a los discursos en 2012. Por otro, hay que tener en cuenta la tensión política que existe en el Gobierno y entre coaliciones, que no ha permitido sacar adelante promesas emblemáticas como la nueva Constitución o la gratuidad permanente en la educación”, recalca Encalada a la hora de darle sentido a las cifras que entrega el estudio.
Al ser consultada por este medio sobre el rendimiento del Gobierno respecto de sus propuestas programáticas, la representante de Ciudadano Inteligente sostiene que no sólo importa el número en sí, sino cómo entrega el contenido, ya que “lo importante es cuestionarse cómo el Gobierno le cuenta a la ciudadanía los cambios en el cumplimientos de esas promesas, los desafíos que enfrentó en el camino». Y añade: «Creemos que un gobierno que rinde cuentas públicas constantes, que está en una actitud permanente de cercanía con la ciudadanía, puede adaptarse a la realidad sin que los ciudadanos y ciudadanas sientan que se está faltando a la palabra empeñada”.
Finalmente, Encalada coincide en que la cuenta presidencial “sea menos ambiciosa en la magnitud de las promesas” y concluye que “quedan pendientes varias promesas emblemáticas de programa». En ese sentido, proyecta que «si alguna de ellas logra cumplirse, la evaluación total del segundo gobierno de Michelle Bachelet no sólo subiría en una dimensión cuantitativa, sino que también en su coherencia y en la voluntad y capacidad política de llevar los proyectos a cabo”.