El próximo 7 de noviembre, el periodista y cientista político chileno Sergio Salinas presentará su segundo libro dedicado a la historia del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, titulado Memorias de militancia en el MIR (RIL Editores, 2014). El texto será comentado por Marco Enríquez-Ominami y Andrés Pascal Allende, a partir de las 17 horas en el Centro Cultural Estación Mapocho, en el marco de la 34º Feria Internacional de Santiago (Filsa).
El autor es doctor en Estudios Latinoamericanos y magíster en Ciencia Política de la Universidad de Chile; diplomado en Cultura de Paz de la Universitat Autònoma de Barcelona, y Periodista de la Universidad Católica de Chile.
Su primer libro sobre este tema fue El tres letras. Historia y contexto del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) (RIL Editores, 2013). Salinas, además, es coautor de Del regreso del Inca a Sendero Luminoso (RIL Editores, 2009) y Bolívar según Chávez. Ensayo de una tendencia (RIL Editores, 2013), y coeditor del libro Conflictos de identidades y política internacional (RIL Editores, 2005). Próximamente, publicará su última investigación: Conflictos y Nuevos Movimientos Sociales, ganador del Fondart Creación Ensayo 2014, y se encuentra preparando Pajarillos Libertarios: Ensayo sobre el Movimiento Estudiantil Chileno 1980-2011.
MOTIVACIONES
-¿Qué te motiva a investigar la historia del MIR?
-Hay una frase de Marc Bloch que puede resumir la primera motivación que tuve para escribir estos dos libros (El tres letras y Memoria de Militancia en el MIR): “La incomprensión del presente nace fatalmente de la ignorancia del pasado. Pero no es quizás menos vano el hecho de preocuparse en comprender el pasado si no se sabe nada del presente”[1].
Y es que la vida de este historiador francés, uno de los intelectuales más destacados de la primera mitad del siglo XX, es el fiel reflejo de una parte de la política a la que siempre se le esconde, sobre todo en América Latina y Chile en particular: el uso de la violencia. Y si se acomete el desafío intelectual de escribir sobre ella se lo hace, mayoritariamente, en medio de la dicotomía de endiosar o demonizar. Recordemos que Marc Bloch, combatiente de la Resistencia Francesa, murió fusilado, tras ser torturado durante varias horas por la Gestapo, un 16 de junio de 1944, en Saint-Didier-de-Formans, cerca de Lyon.
Pero también hay una segunda razón coyuntural, la conmemoración de los 40 años del golpe militar el año pasado y también los 40 años de la muerte del secretario general del MIR, Miguel Enríquez Espinoza, este 5 de octubre de 2014. Es decir, momentos importantes de nuestra historia que reflejan mucho del pasado para comprender el presente. El primero, que rompía el “mito” patrio del país pacífico y con Fuerzas Armadas respetuosas de la institucionalidad. Y, el segundo, que mostraba que un grupo de jóvenes, en su mayoría, pasaba del discurso a la acción tratando, armas en la mano, de “tomar el cielo por asalto”.
Por último, una tercera motivación, también coyuntural, proviene de los enfrentamientos que se registraron el año 2011 en Europa, África y Asia y que recibieron nombres tan diversos como “la primavera árabe”, “revolución democrática árabe” o “el movimiento de los indignados”. A los que se le sumaron nuevas y más violentas protestas en Grecia y Ucrania y una guerra desatada en Siria. Estas movilizaciones presentaron características interesantes, como la capacidad de autoconvocarse a través de las redes sociales, por la participación juvenil y de cesantes, del movimiento sindical y de inmigrantes, y por el sentimiento común de no sentirse representados por los partidos y la forma de hacer política en la actualidad. Y, fundamentalmente, nos trajo de vuelta algo que para muchos había desaparecido luego del fin del enfrentamiento ideológico enmarcado en la Guerra Fría y que, parafraseando y jugando con Francis Fukuyama, podemos resumir como: “El no fin de la historia y el no fin del uso de la violencia política”. Esa es la tercera motivación, la violencia política sigue presente en la actualidad.
Debemos recordar que la violencia política constituye, en la modernidad occidental, un concepto límite que ha sido poco estudiado. Sólo autores como George Sorel, Vladimir Ilich Lenin y Walter Benjamin, entre otros, que han mantenido una posición crítica con el proyecto moderno, han desarrollado una reflexión sustantiva acerca de la misma.
En síntesis, escribir sobre el uso de la violencia política en Chile y sobre el MIR, en particular, sigue siendo polémico pero es ineludible para entender (nos) a la sociedad chilena y a nosotros mismos.
Es por esto que me enmarco en el estudio de la historia reciente. A la que hay que entender como referida a un pasado cercano que, de alguna manera, no ha terminado de pasar y que por tanto todavía interpela e involucra a los individuos en la construcción de sus identidades individuales y colectivas. La historia reciente designa un campo de investigación de características difusas, que si bien en los últimos tiempos ha experimentado un importante desarrollo, aún no está consolidado como tal y que involucra un importante conjunto de problemas éticos, políticos, metodológicos y epistemológicos que reclaman una profunda reflexión y un permanente diálogo entre especialistas de diversas disciplinas abocados a su estudio.
Además pretendí, en este estudio sobre la memoria social, no centrarme únicamente en los grandes líderes del MIR sino que también en personas comunes que, desde distintas esferas y militancias de base, compartieron ese ideario de la política armada.
Por ellos me centré fundamentalmente en el período de la llamada “militancia revolucionaria”, buscando profundizar tanto en las racionalidades de los actores (individuales y colectivos) y del propio conflicto, como en la comprensión de los aspectos subjetivos de quienes emprendieron la lucha armada en las décadas de los setenta y ochenta en nuestro país. Como afirma Walter Benjamin, el recuerdo es capaz de corregir el pasado y la experiencia rememorativa es capaz de modificar aquello que la ciencia ha establecido. De ahí la posibilidad de la redención (Erlösung).
En el capítulo 1 analizo el liderazgo de Miguel Enríquez Espinoza y algunos elementos de su biografía. En el capítulo 2, denominado El MIR y los cristianos: el caso de Rafael Maroto, el sacerdote de los campamentos, se analiza la relación entre cristianismo y revolución, reflejado en la vida de este sacerdote que tenía un futuro brillante en el mundo eclesial. Y el capítulo 3, El MIR y la AGP: militancia revolucionaria y comunicaciones, en el apartado 3.8 titulado: Algunas historias de los miembros de Radio Liberación: persecución, sacrificio y muerte, se analiza, brevemente, la militancia revolucionaria de Fernando Vergara (Jesús); Patricia Bravo (Olga) y Gregory Randall (el gringo revolucionario). Y, por último, en el capítulo 4, denominado Sentimientos, sacrificios y abandonos. Algunas historias de militancia, se analiza brevemente la militancia revolucionaria de Fernando Krauss, madrugando la vida; Lucía Vergara, pariendo un corazón; Los guerrilleros de Neltume; Hugo Riveros, dibujando esperanzas, y de uno de los prisioneros políticos más antiguos en América Latina: Jaime Castillo Petruzzi, de Neltume a una cárcel peruana.
LA VIOLENCIA POLÍTICA
-¿Por qué es importante analizar las causas históricas o raíces del fenómeno de la violencia política?
-Porque, como afirman Marina Franco y Florencia Levín, fundadoras de la Red Interdisciplinaria de Estudios de Historia Reciente (RIEHR), es un dato de nuestros tiempos que el pasado cercano se ha constituido en objeto de gran presencia y centralidad, casi de culto, en el mundo occidental. Se trata de un pasado abierto, de algún modo inconcluso, cuyos efectos en los procesos individuales y colectivos se extienden hacia nosotros y se nos vuelven presentes. De un pasado que irrumpe imponiendo preguntas, grietas, duelos; de un pasado que, de un modo peculiar y característico, entreteje las tramas de lo público con lo más íntimo, lo más privado y lo más propio de cada experiencia. De un pasado que, a diferencia de otros pasados, no está hecho sólo de representaciones y discursos socialmente construidos y transmitidos, sino que está además alimentado de vivencias y recuerdos personales, rememorados en primera persona. Se trata, en suma, de un pasado “actual” o, más bien, de un pasado en permanente proceso de “actualización” y que, por tanto, interviene en las proyecciones a futuro.
VIABILIDAD DE LA VÍA ARMADA
-Después de todos los fracasos guerrilleros en Latinoamérica y el mundo, ¿es viable la vía armada para lograr transformaciones profundas en sentido democrático-socialista?
-Creo que actualmente no hay ningún espacio para esta opción política. Como señalé anteriormente las épocas no se repiten nunca. En los setenta existía –como afirman las académicas argentinas Alejandra Ciriza y Eva Rodríguez en un trabajo sobre el PRT-ERP– un contexto de certeza respecto del porvenir, a diferencia de la incerteza en el futuro que vivimos actualmente, “la revolución anunciada exigía la construcción de subjetividades capaces de enfrentar una coyuntura marcada por la militarización, las condiciones de excepcionalidad y guerra, y las necesidades de templar el ánimo para la acción heroica”[2].
En aquellos años se apostaba a la construcción de un sujeto revolucionario en la vida cotidiana, sin embargo esa vida cotidiana estaba marcada por la excepcionalidad del tiempo ahí, el tiempo frágil y urgente de construcción de la revolución. Un tiempo exento de dudas, como decía una canción de la época: ‘No podemos ser amigos del mal, al mal hay que dar maldad[3]’”[4].
Actualmente, como también sostienen estas historiadoras argentinas, nos encontramos con un contexto de incerteza respecto del porvenir, por lo que las formas de articular política, ética y subjetividad es diferente. “Incertidumbre respecto del futuro percibido como amenaza, de la relación con la naturaleza, cuyos límites aparecen bajo la forma de crisis ecológica, desertificación o agotamiento de recursos naturales, incerteza respecto de las posibilidades de supervivencia de la humanidad misma, en un continente en el cual las desigualdades se han profundizado y el hambre y la desocupación causan estragos inenarrables. Si algo caracterizó, en cambio, la militancia de los años 70 fue la certeza, a menudo arrasadora, de que el futuro advendría y sería, seguramente, mejor”[5].
LECCIONES
-¿Qué lecciones deja esa experiencia para la Izquierda latinoamericana?
-No solo para la Izquierda sino para todas las sociedades latinoamericanas, nuestros propios “años del plomo”[6] nos confirmó que durante toda la historia de América Latina, la violencia política ha estado siempre presente, pero sólo en la década del sesenta se apoderó del imaginario de miles de personas, la creencia en que la vía armada era el único camino para alcanzar el poder y realizar las grandes transformaciones estructurales de la sociedad.
Esta praxis política, si bien presenta diferencias contextuales y por cierto de magnitud, afectó la gobernabilidad y estabilidad de democracias que eran frágiles[7], con un modelo económico en crisis y que se veían desbordadas por las demandas de cambio político y social. Los discursos rupturistas provenían de un lado y otro del espectro político, del lado revolucionario y del lado contrarrevolucionario. Finalmente, fue este último el que se impuso, con dictaduras militares que se instalaron en media docena de países con los resultados por todos conocidos.
No hay que olvidar tampoco que, a escala internacional, la Guerra Fría es un componente esencial de este cuadro. América Latina no escapó y ni podía escapar, al enfrentamiento planetario entre los dos proyectos geopolíticos entonces dominantes.
La llegada del autoritarismo y las dictaduras militares a un número importante de países de América Latina y la consecuente represión contra el “enemigo interno”, provocó –además de las derrotas parciales de los primeros grupos partidarios de la vía armada- el inicio de la crisis de esta opción de cambio, la que se alargaría y se ahondaría en los procesos de transición a la democracia.
En ese momento, el balance de la lucha –puesta en marcha en medio del fervor revolucionario- era dramático para sus participantes. Miles de muertos, desaparecidos, exiliados y un imaginario político hecho trizas. No se puede hablar de la historia de América Latina en los últimos setenta y cinco años[8] sin analizar esta experiencia.
IZQUIERDA DE INTENCIÓN REVOLUCIONARIA
-¿Cuál debería ser el aprendizaje para quienes todavía persisten en construir una Izquierda de intención revolucionaria en nuestro país?
-Creo que el mensaje sería, como lo señaló Albert Camus en su libro El hombre rebelde, que “el pensamiento rebelde no puede, por lo tanto, prescindir de la memoria: es una tensión perpetua. Al seguirlo en sus obras y sus actos tendremos que decir siempre si permanece fiel a su nobleza primera o si, por cansancio y locura, la olvida contrariamente, en una embriaguez de tiranía o de servidumbre”. Pero siempre en el entendido de que las épocas son distintas en sus características y en sus afanes. Es por eso que juzgar el pasado desde el presente es muy difícil e incorrecto, como también intentar “desde nuestras subjetividades” construir una realidad falsamente que nos permita replicar formas de acción colectivas sin vigencia desde la racionalidad política en la actualidad. Ya que en los setenta incluso si el zeitgeist[9] era propicio para la lucha armada, por el contexto internacional y cultural imperante, ésta era una opción política y no una necesidad histórica.
Comprendo lo polémico pero también necesario que es decir, como historiadores y cientistas políticos, que las épocas históricas no son repetibles. Además, que la generación de militancia en la Nueva Izquierda Revolucionaria (NIR) latinoamericana, reflejada en la figura del Che, enfatizaba el “voluntarismo”[10], entendido como la capacidad de los seres humanos de “construir” su propia historia y no esperar el cumplimiento de leyes objetivas del desarrollo de la naturaleza y de la sociedad, tal como lo afirmaba el materialismo histórico. Citando a uno de los poetas favoritos de Ernesto Guevara, León Felipe: “en la aventura de parirse a sí mismo”[11].
Esta decisión trágicamente colocó a esta generación de militantes revolucionarios en un camino sin vuelta atrás que, por una parte, les permitía anticipar -a partir de sus análisis- la inevitabilidad del enfrentamiento armado, probablemente a través de los golpes de Estado, y por otra, tener la conciencia de que no estaban en condiciones político-militares para enfrentarlo. De cierta manera, no podían escapar de la predestinación, no en el sentido religioso, sino que por su propia elección racional. Y, políticamente, no les quedaba más que confirmar en el discurso y la acción el camino escogido.
NEOMIRISMO
-¿Cómo ves el surgimiento de agrupaciones políticas nuevas que retoman el ideario mirista, como la Juventud Guevarista?
-Creo que la lucha por la búsqueda de la “memoria oficial” en Chile ha sido fuerte en los últimos años. Pienso que se avanzó desde los primeros momentos en que solo participaban familiares de desaparecidos y ejecutados políticos hasta el momento catártico que se vivió en la conmemoración de los 40 años, que marca, incluso a nivel de los canales de televisión, el triunfo de una sola “memoria” por sobre la otra.
En este sentido, no resulta extraño que el pasado se haya hecho presente con mucha fuerza en el presente. Pero no es un fenómeno solo de los últimos años. Creo que el movimiento estudiantil, como sostiene Gabriel Salazar, es el único movimiento social que ha tenido una memoria histórica ininterrumpida desde la lucha por el retorno a la democracia hasta la actualidad. Lo que pasa es que por lo minoritario que eran los colectivos neomiristas estaban invisibilizados para la opinión pública. Pero ahí está la experiencia de la Surda, principalmente en la Universidad de Chile, en los años noventa. Incluso si ustedes analizan diferentes documentos, la web oficial y las redes sociales, se encontrarán que la Izquierda Autónoma utiliza la consigna “Adelante con todas las fuerzas de la historia” que pronunció el secretario general del MIR, Miguel Enríquez, en su discurso en el Teatro Caupolicán el 17 de julio 1973.
Sin embargo, es notorio el resurgir de las banderas rojinegras en el marco de las movilizaciones estudiantiles del año 2011, como es innegable el avance que han tenido los diversos colectivos neomiristas a nivel de elecciones estudiantiles y en su influencia en la Confech en los últimos dos años. Pero, hasta el momento, tiene un contenido más bien simbólico, es decir, del rescate de una cultura, una historia y una moral política, y no de una praxis en que la opción armada esté contemplada como una herramienta válida para alcanzar los objetivos políticos. Pero desde un punto de vista académico sólo puedo señalar que lo que analizo es el pasado y el presente, y no especulo sobre el futuro.
CASO BOMBAS 2.0
-¿Que moraleja debería dejar a quienes estuvieron colocando bombas de ruido y a los ‘encapuchados’ de las movilizaciones, el efecto contraproducente del nuevo ‘caso bombas’? ¿No deberían pensar que -independiente de quienes hayan puesto la bomba en el Metro Escuela Militar- sus acciones terminan favoreciendo a la derecha más reaccionaria?
-Podríamos incluir este tipo de acciones en lo que Charles Tilly conceptualiza como “ataques dispersos” que son una forma de violencia colectiva que se manifiesta cuando en el curso de una interacción bien extendida, de pequeña escala y generalmente no violenta, un cierto número de participantes responde a los obstáculos, los desafíos o las restricciones con actos que provocan daños. Entre los ejemplos están el sabotaje, los ataques clandestinos esporádicos a objetos o lugares simbólicos, el asalto a los agentes del gobierno, los ataques incendiarios e incluso explosivos. Estos ataques dispersos se caracterizan por una baja centralidad de las interacciones violentas, y cuyos protagonistas se movilizan a través de redes pasivas: comunicación de carácter instantáneo entre individuos atomizados que se establece por el reconocimiento tácito de una identidad común y que está medida por el espacio geográfico[12].
Efectivamente este tipo de acciones desvirtúa, en la mayoría de los casos, el accionar legítimo de los Nuevos Movimientos Sociales y muchas veces provoca que las demandas iniciales escalen rápidamente hacia posturas maximalistas, complejizando la dinámica de los conflictos. Este tipo de accionar obedece a lógicas más individualistas que colectivas, sirviendo de argumentos políticos para los sectores más conservadores de la sociedad chilena.
Lamentablemente, como afirma Javier Couso, integrante de la Comisión Asesora Presidencial para reformar la Ley Antiterrorista y doctor en Derecho de la Universidad de Berkeley, hemos transitado desde una sucesión de actos menores, que ni siquiera calificaban de atentados, a uno cometido en contra de civiles inocentes en el subcentro de la estación Escuela Militar del Metro, tomando un cariz que lamentablemente no había tenido en los últimos 25 años.
Y, en este punto, es necesario recordar, que los colectivos nihilistas rusos de fines del siglo XIX y comienzos del XX, incluso el considerado más radical por los expertos occidentales: Naródnaya Volia (La Voluntad del Pueblo), tenían una elaborada “moral revolucionaria”, en la que se trataba de evitar “los daños colaterales”, en otras palabras, la existencia de víctima civiles inocentes. La racionalidad política se puede encontrar en palabras del propio Sergey Gennadievich Nechayev, en su libro Catecismo Revolucionario: “uno debe guiarse por la cantidad de beneficios que le traiga a la causa revolucionaria su muerte (las autoridades, el Zar en este caso). De esta manera uno debe destruir primero a los que dañan la causa, y cuya muerte inmediata y violenta puede generar miedo en el gobierno, que así queda privado de una figura enérgica e inteligente”.
Es por lo anterior que el atentado del 8 de septiembre ha suscitado tantas suspicacias, ya que no se inserta en la propia racionalidad políticas que habían manifestado, durante 10 años, los colectivos anarquistas insurreccionalistas en Chile. De ser una decisión política, deberían justificar el porqué utilizarán la metodología terrorista.
Sin embargo, aquí no estamos frente a un “cisne negro” como conceptualiza Nassim Nicholas Taleb (The Black Swan, Second Edition, Penguin, 2010). Acá, al analizar lo sucedido en otras latitudes, como Grecia e Italia, uno podría pensar que en algún momento existiera una radicalización de algunas personas minoritarias dentro de la corriente anarquista insurreccional. Por ende, no es “un cisne negro” que se caracteriza por ser un caso atípico, que se encuentra fuera del ámbito de las expectativas regulares. No hay nada en el pasado que puede apuntar de manera convincente a su posibilidad. Además, tiene un impacto extremo y que pese a su condición de rareza, la naturaleza humana nos hace inventar explicaciones de su presencia después de los hechos, por lo que es explicable y predecible. En retrospectiva y no en prospectiva.
EZLN y PKK
-¿Qué te parecen las reflexiones que en cuanto al poder, al Estado, al medioambiente y al género, han realizado organizaciones guerrilleras como los zapatistas y los kurdos del PKK?
-Creo que ambos grupos se diferencian claramente de los grupos revolucionarios de los años 70. De hecho, la opción por la vía armada es utilitaria y no prioritaria para ambos, pese a las enormes diferencias en cuanto a las características que tienen. Además ninguno pretende la toma del poder. El EZLN utilizó las armas, un corto lapso de tiempo, como una herramienta propagandística. Es la primera guerrillera postmoderna que no dispara tiros pero consiguió negociaciones políticas con el Estado mexicano. Y por otra parte, el PKK, tampoco tiene una centralidad en la vía armada sino que es una herramienta que les ha sido útil para su supervivencia como pueblo y en la búsqueda de constituirse en una nación organizada políticamente. Por ende, no es extraño las reflexiones que realizan en torno a temas que, en el mundo de incertidumbre que vivimos, son absolutamente atingentes, como son el poder, el Estado, la cuestión medioambiental y sobre el género. Insisto, pese a sus diferencias son parte de uno de los conflictos más importantes a nivel mundial luego de la caída del muro de Berlín, el étnico, que en muchos casos se ha convertido en un conflicto profundamente arraigado al interior de los países.
Además, debe haber una influencia desde el mundo de los llamados Nuevos Movimientos Sociales (NMS) hacia estos grupos “guerrilleros” (me complica llamarlos así). Actualmente opera una lógica en los NMS con ejes articuladores diferentes a aquellos que tenían los movimientos sociales clásicos en la década de los 70’. Por ejemplo, ya no se definen en términos ideológico-clasistas o económicos, sino más bien por coincidencias de objetivos sectoriales.
Los nuevos movimientos sociales ponen de manifiesto la crisis de legitimidad de los partidos políticos y las organizaciones tradicionales, y la emergencia de nuevos actores sociales debido a los cambios culturales producidos. Reaccionan a su vez a la injerencia cada vez mayor del Estado en la esfera privada. Los nuevos movimientos más que por organizaciones formales están protagonizados por redes o áreas de movimiento, como una red de grupos que comparten una cultura de movilización y una identidad colectiva.
Esta forma de organización no es instrumental, sino un objetivo en sí misma, la forma del movimiento es su mensaje y constituye un desafío simbólico a los patrones dominantes. La elección de los medios de lucha constituye una finalidad política en sí misma. Los NMS tienen preferencia por formas de acción colectiva no convencionales como la desobediencia civil. La acción colectiva se dirige cada vez más a concientizar a la opinión pública a través de los medios de comunicación. Por último, la globalización facilita una mayor cooperación y relación entre grupos diversos que establecen alianzas estratégicas para enfrentarse a un enemigo común y construyen identidades comunes a nivel global.
MENSAJE
-¿Cuál es el mensaje del libro Memoria de Militancia en el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) para las nuevas generaciones?
-Creo que no es mi papel entregar mensajes, ya que solo he tratado de escribir y subrayar las racionalidades e irracionales de una generación de militantes y de sus subjetividades, de sus esperanzas y desengaños. Como investigador para la paz he pretendido mostrar una época que nos marcó y que sigue marcando a la sociedad chilena. Siempre tratando de mantener la mayor objetividad posible en estos dos libros sobre el MIR y, espero seguir haciéndolo en los nuevos proyectos que se vienen en los próximos años.
Sin embargo me gustaría citar lo dicho en el libro, por el participante de Radio Liberación, Gregory Randall, ya que me parece muy clarificador y sincero: “Seguramente nos equivocamos en muchas cosas pero la esencia de la acción era justa y expresaba el coraje y la voluntad profunda de lo mejor de Chile. Si no somos capaces de trasmitir nuestra experiencia, es probable que en los nuevos procesos se repitan los mismos errores o se deba empezar de nuevo desde cero. La gesta de la Resistencia no era solo una acción defensiva, era también cada día una obra creadora, que en muchos gestos cotidianos intentaba prefigurar aspectos del mundo nuevo que queríamos construir. Todo ello debe ser discutido con franqueza, sin prejuicios, permitiendo a las nuevas generaciones beber de su propio pasado. Cuando pienso en el sacrificio generoso de tantos compañeros me parece necesario que el pueblo sepa por qué lucharon y murieron. Sepa lo que hicieron, por qué lo hicieron y cuáles eran las causas de sus acciones”.
Por Cristian Sotomayor Demuth
El Ciudadano
Fotografía de Miguel Enríquez, del Fondo “Armindo Cardoso” del Archivo Fotográfico de la Biblioteca Nacional.
Foto de El Rebelde, del Fondo Eugenio Ruiz-Tagle.
Fotografía de Clotario Blest con el padre Rafael Maroto recibiendo a detenidos en las afueras de la Penitenciaría de Santiago, octubre de 1985. Archivo de Inés Paulino
REFERENCIAS
[1] Marc Bloch, Apología de la historia, Barcelona, Editorial Empúries, 1984. 37p.
[2] Alejandra Ciriza y Eva Rodríguez Agüero, “Militancia, política y subjetividad. La moral del PRT/ERP”, Políticas de la Memoria N° 5, Anuario de Investigación CeDInCI, Buenos Aires, 2004-2005, p. 5, en: http://bdigital.uncu.edu.ar/objetos_digitales/1493/militanciaprt.pdf
[3] Yo vivo en un tiempo de guerra, letra: Bertolt Brecht, adaptación: Gianfrancesco Guarnieri, música: Edu Lobo.
[4] Alejandra Ciriza y Eva Rodríguez Agüero, Militancia, política y subjetividad.
[5] Ibid.
[6] “Anni di piombo”
[7] “La estabilidad del sistema, a diferencia de la gobernabilidad, dice relación con la vigencia de la institucionalidad democrática. La estabilidad apunta a la permanencia y proyección del sistema democrático por sobre los cambios de gobierno a que dé lugar la alternancia en el poder, demostrando la capacidad de absorber, canalizar y resolver por medio de los mecanismos institucionales los diversos conflictos societales que se dan en su interior. Siendo distintos los conceptos de gobernabilidad y estabilidad, entre ellos hay una estrecha relación en cuanto a que el primero se cimentará en el segundo”. Sergio Salinas, “Consolidación Democrática, Gobernabilidad y Violencia Política en América Latina”, Centro de Estudios Miguel Enríquez, 1997: http://www.archivochile.com/America_latina/al_vg/america_latina_dg_00023.pdf (consultado el 01 de octubre de 2012).
[8] Algunos autores como Habermas denominan a este período como “Un breve siglo XX”. Ver Jürgen Habermas, “Nuestro breve siglo”. Revista Nexos N°248, agosto 1998, México D.F., 41p.
[9] Término alemán que literalmente significa “espíritu de la época”. Alude a la atmósfera intelectual y cultural de un período histórico.
[10] “Al rechazar el voluntarismo, el marxismo-leninismo señala el carácter relativo del libre albedrío, examina la voluntad de las personas como derivada de las leyes objetivas del desarrollo de la naturaleza y de la sociedad (Factores objetivos y subjetivos de la historia)”. Definición de “voluntarismo” en Diccionario Rosenthal-Yudin (XXII Congreso PCUS): http://diamat.es/
[11] Ver Sergio Ramírez, “Consecuencia revolucionaria: Desmitificar al Che para que siga combatiendo”: http://www.lafogata.org/che/nuevos/che_10-3.html
[12] Charles Tilly, Violencia colectiva, Barcelona, Editorial Hacer, 2007. Veáse un análisis del libro en Política Comparada, Charles Tilly, Violencia colectiva: http://policycritica.blogspot.com/2011/04/comentario-critico-lectura-violencia.html