Tambalea el Acuerdo Transpacífico

Barack Obama no logró su objetivo de que el Acuerdo Transpacífico se aprobase durante el año pasado. Este objetivo también era perseguido por Sebastián Piñera que se propuso dejarlo como un legado de su gestión económica internacional. El “liderazgo” que le pidió Obama ejerciese para su materialización, como era presumible, fue solo un anhelo.

Tambalea el Acuerdo Transpacífico

Autor: Director

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La discusión sobre su concreción tiene como protagonistas centrales a las grandes economías, particularmente en este caso a EE.UU. y Japón.  Sus diferencias frenaron su aprobación.  Tampoco Obama logró el respaldo interno necesario, incluso en las filas de su partido.  La Moneda mantuvo hasta el final de la administración Piñera el secretismo sobre la discusión y no explicó ni su contenido, ni las dificultades producidas, ni lo sometió a la consideración de la opinión pública.  Heraldo Muñoz, ministro de Relaciones Exteriores, dio a conocer que esta conducta, demandada por la Casa Blanca, será  modificada radicalmente  por el nuevo gobierno.  Chile nada gana con este tratado, solo puede perder con las nuevas condiciones que busca imponer EE.UU., entre otras que las diferencias futuras a juicio del capital transnacional sean dirimidas en instancias internacionales y no por los tribunales de los países afectados y una aplicación de los conceptos de propiedad intelectual en la línea de los intereses del capital transnacional.

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 El gran objetivo internacional del presidente Barack Obama, el Acuerdo Transpacífico[1], encuentra cada vez mayores dificultades. Su no materialización constituye también un fracaso de la política económica internacional  de Sebastián Piñera que se comprometió con el mandatario norteamericano en desempeñar un papel de “liderazgo” en su materialización, en la entrevista efectuada en junio de 2013, como declaró en una conferencia de prensa con los corresponsales extranjeros al regresar a Santiago. Los hechos demostraron que la capacidad de incidir globalmente de una economía como la chilena es muy limitada, no la tuvo en la evolución de las negociaciones.

“Todo el mundo sabe -escribió Paul Krugman- que el programa nacional del gobierno de Obama está estancado por culpa de la oposición destructiva de los republicanos. Es menos conocido el hecho de que el programa económico internacional del gobierno también esta estancado por motivos muy distintos. (…) la piedra angular de ese programa el acuerdo de asociación Transpacífico no parece estar avanzando mucho, debido a una combinación de problemas con la negociación en el extranjero y el escepticismo  partidista dentro de EE UU.” (02/02/14).

En la primera reunión en 2014 de los ministros de Comercio  del Acuerdo, realizada en Singapur a fines de febrero, el primer ministro del país sede, Lee Hsien Loong, repitiendo una formulación efectuada durante meses por la Casa Blanca, expresó  que se estaba “muy cerca” de poder completar el acuerdo durante el año. La afirmación fue puesta en  duda por el ministro de Malasia, Mustafa Mohamed, afirmando que hasta ese instante se había logrado consenso en únicamente ocho de los 29 capítulos del tratado, permaneciendo pendientes los más polémicos para su aprobación.  “En todos los temas importantes –afirmó igualmente el Canciller Heraldo Muñoz, luego de asumir- no hay acuerdo, como en propiedad intelectual y solución de controversias”.  Le dije al representante de Comercio de EE.UU., Michael Froman, al entrevistarme con él –añadió- “que Chile tiene áreas sensibles donde no estamos disponibles para ir más allá del TLC con Estados Unidos.  Hay áreas como propiedad intelectual, como regulación de empresas públicas o del Banco Central –recalcó- que para nosotros son líneas rojas” (23/03/14).

Financial Times comentó que “la disputa sobre los aranceles y otras barreras comerciales entre Washington y Tokio desde el año pasado ha puesto un freno  a los esfuerzos por forjar lazos económicos más cercanos (…)” (27/02/14). El acceso a mercados defendidos por grandes economías constituye un punto candente sin resolver. Vietnam demanda un mayor acceso al importante mercado textil norteamericano, Japón pugna por la disminución de aranceles a la exportación de automóviles hacia EE.UU., mientras se resiste a abrir cinco sectores agrícolas que los considera prioritarios: arroz, carne, trigo, lácteos y azúcar.

Sin embargo, la Casa Blanca persiste en colocar todas sus negociaciones comerciales en el área en función del Acuerdo Transpacífico (TPP). Así lo hizo en la octava cumbre de los líderes de América del Norte efectuada también en febrero en Toluca (México) cuyo propósito era que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) no perdiese competitividad frente a los distintos convenios en gestación. En las semanas previas a la cita los secretarios norteamericanos de Estado, John Kerry, y de Comercio, Penny Pritzker, explicitaron que el TPP era la vía para potenciar los procesos de integración. El Acuerdo Transpacífico, recalcó Kerry “será un componente crítico para avanzar hacia una nueva fase post TLCAN” (19/02/14).

En cambio, Canadá y México pretendían enfatizar previamente en la expansión del TLCAN y resolver varios puntos pendientes por años en las relaciones entre los “tres amigos”, como denominan la cita. Entre ellos que EE.UU. deje de frenar el proyecto del oleoducto Keystone XL, que llevaría combustibles desde Alberta, en Canadá, hasta las costas del golfo de México, en Lousiana y Texas; o que Ottawa ponga fin a la obligación impuesta a los mexicanos de contar con  visa para ingresar a Canadá; o que EE.UU. finalmente cumpla con aprobar la siempre postergada reforma migratoria. “Lo más importante – señaló antes de la cita el presidente mexicano, Enrique Peña Nieto- es fortalecer el proyecto que mi gobierno tiene de hacer de Norteamérica un gran centro de competitividad. Y que realmente –agregó- esa sea una idea compartida por los tres gobiernos” (19/02/14). “Un problema para México -comentó Financial Times-  es que, a pesar de que el mundo cambió, el Nafta se mantuvo igual: una serie de a menudo relaciones bilaterales tibias en vez de trilaterales. Las relaciones México-Canadá se han tensado desde que Canadá decidió que los visitantes mexicanos necesitan visas. Las relaciones entre EE.UU. y México siempre tienen altos y bajos” (19/02/14).

Finalmente, la declaración conjunta de la Cumbre enfatizó, como propició la Casa Blanca,  la búsqueda de nuevos niveles para el comercio global “a través de la pronta conclusión de un Acuerdo de Asociación Transpacífico de altos estándares, ambicioso e integral, al tiempo que promovemos una mayor liberalización del comercio en la región Asia- Pacífico”. Pero, el primer ministro canadiense, Stephen Carter, dejó constancia de que “solamente firmaremos el acuerdo cuando estemos convencidos de que será el mejor posible para los intereses de Canadá”,  pronunciándose por “un acuerdo global que beneficie a todas las partes” (20/02/14), objetivo que desde luego no se está logrando ni se va a conseguir.

“La clave en este momento –manifestó Obama en conferencia de prensa- es cerciorarnos de que nuestros países, que nos mostramos como paladines del libre comercio, resolvemos nuestros intereses nacionales legítimos, en el marco de estas negociaciones, para tener un frente común ante varios de los otros países participantes en las negociaciones del TPP, que no tienen una tradición tan sólida de libre comercio” (20/02/14). En otras palabras, resolver las insuficiencias del TLCAN para colocarlo en función de un objetivo mayor, el TPP. Es tiempo, se sostuvo en la Cumbre, de “ir más allá” del TLCAN.

El escepticismo bipartidista al interior de EE.UU. tuvo una expresión muy negativa para Obama cuando el líder demócrata en el Senado, Harry Reid, como Nancy Pelosi, demócrata de gran influencia en la Cámara de Representantes, se pronunciaron públicamente en contra de otorgar el visto bueno para que la Casa Blanca pueda negociar “por la vía rápida”, usando la llamada Autoridad de Promoción del Comercio. De no concederse, cualquier acuerdo que suscriba Obama puede ser sometido a discusión en el parlamento estadounidense en sus diferentes temas.

Las diferencias anotadas destacan las negociaciones en el terreno comercial, aunque en el tratado un tema de tanto o mayor importancia son los derechos de propiedad. “Lo que haría el TPP “es aumentar la capacidad de ciertas corporaciones –señaló Krugman- para reafirmar su control sobre la propiedad intelectual.  (…) las corporaciones que se beneficiarían de un mayor control sobre la propiedad intelectual serían, en muchos casos estadounidenses. Pero esto no significa – puntualizó el Premio Nobel-  que el TPP beneficie el país en su conjunto. Lo que es bueno para las grandes empresas farmacéuticas no siempre es, ni muchos menos, bueno para Estados Unidos. En resumen –concluyó- no hay argumentos convincentes a favor de este acuerdo ni desde el punto de vista mundial ni desde el nacional. Tampoco parece que haya nada parecido a un consenso político favorable al pacto ni dentro ni fuera del país. (…) lo que me pregunto es por qué el presidente intenta siquiera sacar adelante el TPP. El argumento económico es débil, en el mejor de los casos, y a su propio partido no le gusta el plan. ¿Por qué malgastar tiempo y capital político en este proyecto?” (02/03/14).

Para Piñera el Acuerdo Transpacífico fue uno de los objetivos centrales de su política económica internacional. Que cumpliese un papel de liderazgo era simplemente un buen deseo.  El expresidente se propuso dejarlo muy avanzado como amarre para la nueva administración.  No lo logró.  El país nada gana con este tratado. La administración Piñera respetó estrictamente la confidencialidad de las negociaciones exigida por la Casa Blanca. Por tanto, tampoco explicó al país las dificultades que se enfrentan.  El ministro de RR. EE. ha señalado que se revertirá esta forma de actuar.  “Vamos –declaró Heraldo Muñoz- a consultar con empresarios, con la sociedad civil de manera que ésta no sea una negociación cerrada


[1] Véase Resumen Económico Segundo Trimestre 2013, págs. 21-24.


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