En países como Argentina y Bolivia, el tema de bajar a 16 años edad para votar también está siendo debatido, aunque en Chile se empalma con otra discusión: el proyecto de inscripción automática electoral al que se le dará urgencia en enero, donde La Moneda se la juega por un voto obligatorio.
«Los humanistas siempre hemos planteado que la edad para votar y para ser votado debe ser la misma. No puede ser que una persona tenga derecho a votar y no tenga derecho a ser electa», señala de entrada el ex candidato presidencial de la izquierda chilena, Tomás Hirsch, para quien el planteamiento de rebajar la edad para votar a 16 años, es un hecho clave si nuestro país quiere avanzar realmente en el fortalecimiento de una democracia participativa.
«Chile no puede quedarse en propuestas. Debe avanzar en una transformación mucho más estructural del sistema electoral. Terminar con el binominal, permitir que puedan votar los chilenos que viven en el exterior, la existencia de una consulta permanente a la población…. Son todas medidas que favorecen una verdadera participación social pues no basta con una de ellas si no propulsamos un paquete completo», explica el humanista.
Contar con un espacio de participación formal parece ser la tónica de las demandas juveniles este último tiempo. La movilización estudiantil de 2006 confirmó la necesidad de los adolescentes de ser parte en la toma de decisiones. Por otra parte, la Ley de Responsabilidad Penal Juvenil instituyó por primera vez en Chile un sistema de justicia exclusiva para quienes tengan entre 14 y 18 años que infrinjan la legislación penal, y desde hace un tiempo está vigente la normativa que permite participar y votar en las juntas de vecinos a partir de los 14 años.
En esa línea, y a objeto de posibilitar que los jóvenes puedan participar de los procesos políticos que se desarrollan en el país y manifiesten sus preferencias sobre el modelo de sociedad que quieren, fue presentado por estos días en el Congreso una reforma constitucional (derivada a la Comisión de Constitución de la Cámara Alta para su estudio), que disminuye la edad para adquirir los derechos ciudadanos.
A modo de resumen, lo que se persigue es reconocer el derecho a voto desde los 16 años. Para Tomás Hirsch, nuestro país «debiera ser ejemplo de participación democrática, otorgando facilidades para el voto, ampliando este derecho, y asumiendo una realidad juvenil que, demostrado madurez política, reclama espacios. Pero la democracia en Chile es tremendamente incompleta e imperfecta», añade.
La Carta Fundamental de nuestro país precisa que son ciudadanos «los chilenos que hayan cumplido dieciocho años de edad y que no hayan sido condenados a pena aflictiva. La calidad de ciudadano otorga los derechos de sufragio, de optar a cargos de elección popular y los demás que la Constitución o la ley confieran». En esa línea, si bien la mayoría de los países de Sudamérica tienen fijada como edad para votar los 18 años, algunos están empezando a debatir ampliamente sobre el tema.
Por ejemplo, en Argentina hay una propuesta de disminuir la edad a 16 años, a través de la denominada Ley Juvenil; mientras que en Asturias, España, los dirigentes de la Izquierda Unida y algunos socialistas proponen rebajarla a la misma edad. En tanto, en Nicaragua ya se considera ciudadanos a quienes hayan cumplido los 16 años de edad, y en Bolivia, el Presidente Evo Morales ha propuesto a la Asamblea Constituyente bajar la edad para ser ciudadano también a los 16 años.
«En todos los países latinoamericanos hay una tendencia a buscar mecanismos más participativos que mejoren y propulsen la democracia, por lo que Chile no puede estar ausente de este proceso», sentencia el ex abanderado del Pacto Juntos Podemos.
¿Voto obligatorio = más jóvenes en política?
Una discusión muy ligada a este tema dice relación con la urgencia que ha decidido poner el gobierno, desde enero de 2008, al proyecto de inscripción automática electoral, jugándosela precisamente por una inscripción automática, un voto obligatorio y una desafiliación voluntaria. Proyecto que, como tantos, duerme en el Hemiciclo debido a la disparidad de criterios políticos para llegar a acuerdo.
Según opina Tomás Hirsch, «la inscripción tiene que ser automática pero el voto voluntario. Esta mezcolanza que se quiere hacer en Chile de que la inscripción sea automática y el voto obligatorio, salvo que la persona se ‘desinscriba’ me parece que es un engendro más a la chilena que no nos beneficia en nada».
La razón que ha esgrimido el gobierno para dar carácter de urgente a esta ley radica en el envejecimiento en el padrón electoral, lo que repercute en las agendas, en las propuestas y en los discursos de los candidatos y, según sus cálculos, si la iniciativa logra el apoyo suficiente en el Congreso, podría regir a partir de las elecciones municipales de 2008. Con esto, se busca también revertir –en parte- la baja de tasa de inscripción entre los jóvenes, que según la última medición del Instituto Nacional de la Juventud, Injuv, sólo alcanza el 30,7% en el tramo etario entre los 18 y 29 años.
Ante los hechos, cabe la pregunta: ¿realmente se incentivará una mayor participación de la población juvenil en los procesos electorales?
Actualmente 1 de cada 4 jóvenes (de entre 18 y 29 años) está inscrito en los registros electorales. En cambio el año 1988 lo hacía el 90%, quedando en evidencia una caída vertical del interés o las facilidades con que los jóvenes se inscribían en los registros electorales.
Para el análisis también están los datos entregados por la Quinta Encuesta Nacional de la Juventud dada a conocer hace unos días, los que arrojan que el 68,1% de los jóvenes no está inscrito. Vale decir, si bien hay un aumento de cuatro puntos porcentuales respecto del nivel de inscritos durante 2003, se ratifica la tendencia generalizada ya que en 2006 menos de un tercio de las y los jóvenes estaba inscrito.
En medio del debate por este proyecto de ley, dicha encuesta revela además un dato no menor: un 67,1% no está de acuerdo con la inscripción electoral automática y el voto obligatorio, y sólo un 27,1% la respalda. En cambio la idea planteada por Tomás Hirsch de voto voluntario resulta altamente popular (79,6%) entre los jóvenes.
Mario Gómez