Examinando los recientes mensajes de felicitación enviados por los líderes y organizaciones occidentales el presidente electo de Ucrania, Víctor Yanukóvich, se podría escribir un tratado filosófico sobre la enigmática esencia de la naturaleza humana.
Durante los últimos cinco años, políticos influyentes, organizaciones internacionales y periodistas de Occidente acusaron a Yanukóvich de ser una «marioneta de Kremlin», de tramar un fraude electoral en 2005, de haber sido un delincuente común y hasta le calificaron de «lumpen».
Hoy día, esas mismas personas y entidades le felicitan por la victoria obtenida recientemente en los comicios celebrados en Ucrania, es reconocido como el presidente electo y en efusivos mensajes de felicitación expresan su disposición de cooperar con Yanukóvich «tal como es».
Los motivos de ese brusco cambio de actitud seguramente lo puede explicar el dicho popular que dice que «aquel que obtiene la victoria le llueven familiares, y el que afronta la derrota de seguro queda huérfano».
Hace cinco años, durante la Revolución Naranja ocurrida en Ucrania entre 2004 y 2005, el mundo occidental se consolidó para ignorar el triunfo de Yanukóvich, al ser calificado como «marioneta del Kremlin» por la prensa desde Canadá hasta Polonia.
Pero en los últimos cinco años los «paladines de la Revolución Naranja» lograron hacer tantas barbaridades en Ucrania que simplemente ya es imposible seguir afirmando que el presidente ucraniano Víctor Yúshenko es un héroe, y Yanukóvich la reencarnación del diablo.
Y es así como el popular rotativo polaco Gazeta Wyborcza que hasta hace poco afirmaba que Yanikóvich era «la personificación del mal», de repente escribe que es un político normal.
Los medios de prensa tienen el privilegio de escribir lo que quieran, pero los políticos influyentes tienen que andar con más cautela.
Sólo políticos carismáticos como el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, o el mandatario iraní, Mahmud Ahmadineyad, pueden llamar «marioneta» a cualquier primer ministro y afrontar todas las consecuencias de sus palabras.
Los líderes de los países democráticos pueden hacer ese tipo de declaraciones exclusivamente de forma colectiva. Y en el caso de que se atrevan, no economizarán epítetos para anatemizar a su víctima. Tras olfatear la primera gota de sangre, se lanzan contra la presa como manada de carniceros.
El primer ministro de Holanda, Jan-Peter Balkenende, remitió sus «sinceras felicitaciones» a Yanukóvich. «Estoy seguro de que continuaremos manteniendo relaciones constructivas y mutuamente provechosas», escribió Balkenende.
¡Más constructivas y provechosas es difícil de imaginar!
Un día después de los comicios presidenciales en Ucrania en noviembre de 2004, Balkenende, en calidad de primer ministro del país presidente de turno de la Unión Europea (UE) telefoneó al entonces presidente del Parlamento ucraniano Vladímir Litvin para advertirle que «ponía en tela de juicio los resultados de los comicios que contradecían las preferencias electorales de la población».
Lógicamente que Balkenende no estuvo mucho tiempo solo con sus dudas al respecto de los comicios en Ucrania. Con las mismas palabras como copiadas con papel carbón, los mismos recelos fueron expresados por los ministros de Asuntos Exteriores de Alemania, Inglaterra y Polonia, por supuesto.
Según los datos de la Comisión Electoral Central (CEC) ucraniana, en 2004 Yanukóvich obtuvo prácticamente el mismo porcentaje de votos a favor que los obtenidos en 2010.
Estas cifras, por lo menos, deberían suscitar interrogantes al momento de comprender las sospechas expresadas por los políticos occidentales en relación a los comicios presidenciales celebrados en Ucrania en 2004.
Entonces, Balkenende y colegas denunciaron un fraude electoral, que impidió a TODO el pueblo ucraniano expresar su voluntad, y no quisieron escuchar ningún tipo de objeción ni tampoco la opinión del entonces presidente de Rusia, Vladímir Putin, quién llegó a la Cumbre Rusia-UE celebrada en la Haya.
Hace apenas unas semanas, el presidente del parlamento europeo, Jerzy Buzek, felicitó a Yanukóvich por su victoria en las elecciones presidenciales de 2010, dos días antes de que lo hiciera el presidente de Rusia.
Vale la pena recordar que en 2004, Buzek junto con otros políticos polacos armaron un gran escándalo debido a las felicitaciones «prematuras» de Putin a Yanukóvich, dos días después de los comicios, pero tras la publicación oficial de los resultados preliminares del escrutinio.
Entonces, Putin fue acusado de prestar apoyo a Yanukóvich y a su partido.
Y no obstante, el mismo Buzek en calidad de diputado del Parlamento Europeo, en 2005 propuso a TODA la UE a apoyar el Bloque de la primera ministra Yulia Timoshenko (BYT) en los comicios parlamentarios de Ucrania para evitar una posible confabulación de Ucrania con «la Rusia no democrática».
En esos comicios legislativos y los siguientes, el BYT reunió menos votos que el Partido de las Regiones de Yanukóvich. Actualmente, Buzek abraza amistosamente a Yanukóvich durante las reuniones oficiales y le promete facilitar el ingreso de Ucrania a la UE.
Parece que Buzek olvidó que en 2004 sus colegas polacos del Parlamento Europeo compararon las elecciones de Ucrania a las de Corea del Norte. Alucina como la distancia entre Asia Oriental y Europa Central, a veces, parece tan corta…
En este sentido, no vale la pena recordar las conjeturas expresadas recientemente por la ex primera ministra de Gran Bretaña, Margaret Thatcher, cuando opinó que la victoria de Yanukóvich, supone la aparición de la nueva «cortina de hierro» en torno a Ucrania para separarla del resto de los países europeos.
No obstante juicios similares pronunciados por Thatcher en 2004 acapararon la atención de la comunidad internacional y suscitaron una acalorada polémica en torno al tema.
En cambio, los periodistas no demuestran la flexibilidad que ahora demuestran los políticos, y a veces, superan a los burócratas por la brillantez de su retórica y exactitud de sus convicciones. Como el historiador británico, Timothy Garton Ash, considerado en los círculos rusófobos, uno de los mejores expertos en Europa Central y Europa del Este, y que en un reciente artículo publicado en el periódico británico The Guardian dijo que Yanukóvich era un «lumpen».
«La única esperanza es que Yanukóvich, como muchos otros líderes entorpecidos y decrépitos del mundo poscomunista, despierta en los jóvenes ucranianos vergüenza, fastidio y sarcasmo. En cualquier caso, Yanukóvich, actualmente, es el mejor presidente de Ucrania. Tenemos que trabajar con él», declara sencillamente el historiador en una clara demostración de cortesía y exactitud británica.
A juzgar por todo, el ex primer ministro de Polonia, Leszek Miller, fue el único político de Europa Central y Oriental que felicitó sinceramente a Yanukóvich.
Porque en su blog recordó a los polacos, que al imponer la UE el régimen de visados para los ucranianos en la frontera con Polonia en 2003, el primer ministro Yanukóvich rehusó imponer restricciones simétricas para los polacos que entraran a Ucrania.
En realidad, los amigos se conocen en la desgracia y no en la bonanza.
Por Dmitri Babich
Fuente: RIA NOVOSTI