Un aborto poco terapéutico

Los proyectos de reforma han sido abortados por la derecha gracias a las divisiones internas de la Nueva Mayoría que tienen al gobierno con el mal de Parkinson 2.0 (mentes y nalgas tembleques)

Un aborto poco terapéutico

Autor: Mauricio Becerra

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Creo no equivocarme al asegurar que a partir del golpe de Estado de septiembre de 1973 comenzó a agonizar –hasta fallecer – no sólo la que era una hermosa bohemia santiaguina, porteña y nortina: Santiago, Valparaíso e Iquique. También se produjo la degollina de la cultura, la educación pública y la formación profesional: los genocidas designaron a militares al frente de las universidades y del mayor instituto de capacitación técnica de Chile en esos años, INACAP.

Militares dirigiendo claustros de enseñanza superior y de formación profesional… con el perdón –y sin el respeto que no se merecen– es lo que en esos años designábamos como “chancho en misa”. Un atentado a la cultura y al saber.
Los tiempos han cambiado desde entonces, pero no para mejor. Apostando a la mala memoria del personal –Tony Blair decía que la memoria colectiva dura apenas entre siete y ocho días– la cohorte de mayordomos de la cáfila patronal y transnacional coloca todas sus fichas al visto bueno que puedan otorgar sus mandantes empresariales. Confiando obviamente, en caso necesario y extremo, en el veto de la Casa Blanca.

Las promesas electorales de Bachelet (el famoso “programa”), resultado del clamor de la calle ¡por fin escuchado! (Bachelet es algo dura de las portuguesas…) entraron en un largo proceso de «transición». Como todo lo obrado por la vieja Concertación, madre adúltera de esta Nueva Mayoría que ya tiene mal de Parkinson 2.0 (lo que temblequea no son las manos, sino la cafetera y la protuberancia nalguera).

“El proyecto de reforma educacional es un lápiz grafito, y la derecha empresarial es el sacapuntas de metal que va desgastando el lápiz hasta dejarlo chiquito e inutilizable”, me comentó una profesora rancagüina, quien agregó, “pero el gobierno y la oposición seguirán llamándole ‘lápiz’, a pesar de todo, y lo protocolizarán con vestimentas de ley en el Congreso, junto a una parafernalia mediática de proporciones vergonzosamente bananeras”.

¡Xux! Mi colega podría haberlo puesto más fácil y sencillo diciendo que el proyecto de reforma –que hasta ahora nadie ha visto– es como una de esas maravillas que intenta vendernos una publicidad que no se detiene ante ninguna paradoja: el lápiz que borra.

Los objetivos fundamentales de una reforma educacional en serio no figuran en el cerebelo de Nicolás Eyzaguirre, quién no quiere “hacer una reforma para la calle”, y postula la omnisciencia de las familias para elegir la buena opción en la feria de los “proyectos pedagógicos”.

Dicho en cristiano, ganó Piñera y su estulticia de la educación como un bien de consumo. ¡Fresquito le tengo el proyecto pedagógico caserita! ¡No benimo a bender, benimo a regalar edukasion de kalidáh!

El impotente Eyzaguirre (después de fracasar como ministro de Hacienda de Ricardo Lagos le confesó a la prensa española que no había podido hacer nada para mejorar la injusta distribución del ingreso) olvida un postulado del cristianismo al que se convirtió: Vox populi vox Dei. De ahí que rechace “la calle” que su jefa –a pesar de su hipoacusia pronunciada– había terminado por escuchar. ¿Para quién quiere hacer una reforma educacional el converso Eyzaguirre? ¿Para los sostenedores de su partido y de su coalición? ¿Para los inversionistas que lucran con la educación-bien-de-consumo?

Eyzaguirre –que como su jefa estudió en un sistema público, laico y gratuito– quiere seguir con la segregación clasista afincada en un negocio dedicado, como todos los negocios, a la obtención de pingües ganancias financiadas esencialmente por el Estado.

La carrera docente, una vez más, será materia de olvido. El copago, mantenido en vida con asistencia respiratoria durante un quinquenio, revivirá como el ave Fénix.

El gobierno y sus representantes en el Congreso saben que la Educación es un derecho, como ha sostenido el propio ministro Eyzaguirre (que es casi lo único que ha sostenido sin cambiar de opinión media hora más tarde). Por consiguiente no puede estar sometida a las reglas y caprichos del mercado.

El lucro forma parte activa y principal de ese ‘mercado’. Nadie enseña en este país por bolitas de dulce, ni por amor al arte. El amor al arte pedagógico lo mataron en complicidad comprobada la dictadura y la Concertación.

Lucro y copago atentan directamente contra la educación pública. Una reforma de verdad debe considerar la Educación pública (esa que formó a Eyzaguirre y a Bachelet) como pilar fundamental y soporte prioritario de la formación de nuestros niños y nuestra juventud. Pública, laica y gratuita, Nicolás. Pregúntale a Michelle, ella frecuentó esa educación y llegó a presidente.

El gobierno –y partiendo el ministro de Educación– continuan engañando a la opinión pública cuando pretenden que no apoyar las reformas significa “hacerle el juego a la derecha”: este gobierno, como los precedentes, no hace nada sin pedirle su opinión a la derecha, y sin obtener su anuencia.

Para decirlo con todas sus letras, las dificultades que enfrentan Bachelet y sus ministros de Educación y Hacienda no obedecen a una oposición derechista que no existe sino como moneda de cambio, sino a divisiones internas de una Nueva Mayoría afectada por el mal de Parkinson político desde su nacimiento.

Las reformas –Pablo Lorenzini dice las “reformitas”– ya fueron abortadas por la derecha política y económica, con la invaluable e interesada ayuda de sectores de la coalición de gobierno: la democracia cristiana que en la materia contó con la pusilanimidad de los dirigentes eternos del PS y del PPD. El mal de Parkinson 2.0 le permitió a esos sectores (graciosamente acogidos por la propia Presidente) dar vueltas en círculo para regresar exactamente al lugar propuesto por quienes, vaya sorna, debían ser combatidos.

Si hace cuarenta años los militares (horror de horrores) dirigían la Educación, hoy son el bolichero, el especulador financiero y el banquero quienes la dirigen. Una vuelta de tuerca para quedar peor.

Arturo Alejandro Muñoz
Politika


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